Esta página forma parte del libro “
México mutilado”, escrito por Francisco Martín Moreno y publicado por Editorial Alfaguara, delegación de México, en el 2004.
Sin negar valor a las duras palabras de Martín Moreno, considero que México es uno de los países más hermosos que existen en nuestro planeta.
Lo visité por vez primera el año 1968. Desde entonces he tenido el privilegio de pronunciar conferencias en ciudades como Tijuana, Mexicali, Guadalajara, Torreón, Matamoros, Monterrey, Campeche, Tuxla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Saltillo, Monclova, unas diez veces en la capital y en otras ciudades cuyos nombres no recuerdo cuando escribo.
El México de hoy anda por los cien millones de habitantes, en una extensión de 1.959.248 kilómetros cuadrados.
El 75 por ciento de los mexicanos se identifican como católicos nominales.
Los protestantes han crecido extraordinariamente en los últimos cincuenta años. No existen estimaciones precisas y fiables sobre la membresía de las denominaciones evangélicas. Datos procedentes de departamentos gubernamentales fijan el número de evangélicos en ocho millones. Sin embargo, la revista “
Vertigo” (9 de abril 2006), en un artículo sobre libertad religiosa, se refiere al Presidente de la Confederación de Iglesias Evangélicas Cristianas, Arturo Farela Gutiérrez, y afirma que representa “a veinte millones de mexicanos” ¡Una diferencia abismal!.
Los evangélicos se concentran principalmente en territorios del sur. Chiapas es el estado que cuenta con mayor número, tal vez debido a su proximidad con Guatemala, donde el 25 por ciento de la población profesa la fe evangélica.
El pasado 13 de abril acudí a las oficinas gubernamentales del INEGI en Tuxla Gutiérrez y me facilitaron las últimas estadísticas disponibles, del año 2000. De los cuatro millones de personas que viven en Chiapas dos millones figuran como católicos nominales. Los protestantes, sumada la membresía de todas las denominaciones, llegan a 719.470. Fuentes extraoficiales me aseguraron que pasan del millón. El capítulo de los calificados como “sin religión” se dispara hasta los 429.803. Existen pequeños grupos de budistas, judíos y musulmanes.
Este que realicé el pasado mes de abril fue mi tercer viaje a Chiapas. Lo preparé unos cinco meses antes. El motivo que me llevó a aquellas tierras fue doble, social y religioso. En contacto con líderes cristianos en la capital del estado coordiné un programa de ayuda a la población indígena, consistente en víveres, mantas, ropa de abrigo, peruanas para mujeres, chamarras para hombres, chamarritas y otra ropa para niños. Con ayuda de voluntarios de varias iglesias lo transportamos todo hasta Ocosingo. Aunque entre Tuxla y Ocosingo sólo hay 173 kilómetros, tardamos cuatro horas en llegar, debido al estado de las carreteras. En Ocosingo establecimos el campamento de distribución. Previamente advertidos llegaron indígenas de once pueblos de los alrededores. Un grupo de 22 hombres y mujeres recorrieron cuatro horas en un autobús destartalado por rutas de montaña y luego anduvieron dos horas a pie. Procedían de la selva, donde estalló la revolución zapatista, que todavía persiste a ciertos niveles.
“Esta ha hecho lo que podía”, dijo Jesús de una mujer que lavó sus pies con perfume caro.
Cuando hice lo que pude en ayuda social, eficazmente ayudado por hombres y mujeres que dieron su tiempo sin pedir nada a cambio, con alegría, me consagré a la labor espiritual.
Tres congregaciones unieron esfuerzos y alquilaron el pequeño estadio deportivo llamado Panchón Contreras. Durante tres días estuve impartiendo conferencias para líderes cristianos de 10 a 12 de la mañana y por las noches diferentes temas para miembros de iglesias. La asistencia estuvo en torno a las 600 personas en las reuniones nocturnas. Allí terminó mi tarea del día. Mi doble tarea. Dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, anunciar buenas nuevas a los pobres, predicar el año agradable del Señor. Todo en pequeño, tal vez, pero compensado con la grandeza del corazón y la pureza de las intenciones.
Desde este Madrid hedonista y asfixiante donde me encuentro ahora, transmito a los amigos que allí dejé el deseo expresado en el poema de José Emilio Grajales, al que puso música Miguel L. Vasallo y que constituye el himno oficial del estado:
Chiapanecos unid vuestras manos
y un anhelo tened nada más,
el de amaros cual nobles hermanos
sin pensar en los odios jamás.
Si quieres comentar o