Yo fui introducido a la fe cristiana por Rubén Lores, un misionero nacido en la Cuba oriental, quien llegó a Marruecos a principios de los años 50. Era alto, guapo, atractivo. Estaba casado con una americana de Minneapolis, Minnesota. Cuando abandonó Marruecos se instaló en Costa Rica. Allí se divorció y contrajo nuevo matrimonio con una mujer del país. Lores murió de cáncer.
Seis meses después de lo que estoy contando me presenté en el consulado español de Tánger para inscribirme como voluntario al servicio militar. Tramitada la documentación reglamentaria fui destinado a Santa Cruz de Tenerife. El primer domingo que me dejaron libre acudí al domicilio donde se reunía parte del pequeño grupo de cristianos que había en la ciudad. Por entonces, las autoridades de Franco no permitían más de veinte personas en una casa. Puesto que eran más, se distribuían en distintas direcciones. El grupo estaba espiritualmente atendido por Emiliano Acosta. Hijo de padres canarios emigrados a Cuba, él nació en la isla caribeña. Allí estudió durante siete años en el Seminario Evangélico Los Pinos Nuevos, instalado en la provincia de Santa Clara, en el centro de la isla. Una vez graduado decidió embarcarse rumbo a las Canarias para anunciar el Evangelio de Cristo a los numerosos familiares que tenía en Tenerife. Además de su trabajo en la capital, Acosta fundó otra iglesia en la Orotava. Su sostenimiento económico le llegaba en parte de la Dirección de Los Pinos Nuevos.
Concluido mi compromiso militar con la patria regresé a Tánger. Rubén Lores continuaba al frente de la Iglesia. Un día nos reunió a tres jóvenes, dos hermanos mellizos, Pepe y Fernando Rodríguez, y a mí. Nos propuso estudiar para el ministerio cristiano en el mismo Seminario Los Pinos Nuevos, de Cuba, donde él había sido graduado. Dijimos que si. Inició el papeleo requerido y los tres fuimos aceptados. Pepe y Fernando abordaron un barco en el entonces puerto internacional de Tánger y se presentaron en Santa Clara. Yo renuncié. Me asustaba la idea de pasar siete años estudiando tan lejos. Decidí hacerlo en un Instituto Bíblico establecido en Kemmiset, en el sur de Marruecos. Las clases se impartían en árabe. Seis meses después de mi llegada a Kemmiset recibí carta de Emiliano Acosta. Decía que regresaba a Cuba y que las iglesias de Santa Cruz y la Orotava habían pensado en mí para sucederle. Dije adiós a los estudios y me involucré en la ley del trabajo pastoral, que es una ley divina. Mejor quiero vivir un año trabajando que diez dedicado a especulaciones académicas.
La Dirección del Seminario Los Pinos Nuevos, por recomendación de Emiliano Acosta, decidió enviarme quince dólares mensuales para contribuir a mis gastos en Canarias. Lo estuvo haciendo durante tres años. Fue así como el primer dinero que recibí por mi trabajo al servicio de las iglesias me llegó de Cuba.
Cuando en 1965 me instalé en Madrid inicié gestiones ante la Embajada de Cuba para ir a la isla. No lo logré hasta veinte años después. En noviembre de 1985 aterricé por primera vez en el aeropuerto de La Habana. Allí me esperaban personas con las que había mantenido correspondencia y enviado literatura cristiana durante años.
Desde entonces voy a Cuba una media de tres veces al año. Esto quiere decir que he realizado en torno a 50 ó 60 viajes a Cuba. El último ha sido este mes de marzo. Apenas hace días que he llegado.
En un Congreso celebrado en La Habana al que asistieron 400 líderes cristianos pronuncié tres conferencias. Después estuve exponiendo el mensaje central de la Biblia en iglesias de la capital, en Matanzas y en provincias orientales, hasta Santiago de Cuba. Siempre me muevo por la isla en coche que suelo alquilar a mi llegada al aeropuerto.
En Cuba el protestantismo está creciendo con rapidez. Cuenta ya con 600.000 seguidores. Se multiplican los pentecostales, los adventistas, los bautistas y las Iglesias de Cristo. También, aunque menos, otras familias denominacionales.
Se me ha preguntado muchas veces si en Cuba hay libertad religiosa. Respondo con hechos. Esa expansión del protestantismo demuestra que sí. Otro dato: El Congreso al que acabo de aludir tuvo lugar en el complejo Frank País, donde existe un centro ortopédico de fama internacional. Las instalaciones fueron cedidas a los organizadores por el Estado cubano. Otro año permitió a estas mismas personas que utilizaran el edificio del Capitolio Nacional para sus reuniones.
Cuba no restringe la entrada de líderes evangélicos extranjeros. Al referido Congreso asistieron 22 representantes de iglesias de Estados Unidos. Ocho de ellos figuraron en el programa con intervenciones de 45 a 60 minutos. Lo que preocupa al Estado es que al amparo de la religión no se desarrollen actividades políticas ni se de lugar a una vergonzosa compraventa de pastores por entidades norteamericanas, como de hecho ocurre, y yo puedo presentar pruebas.
Estas precauciones no se toman sólo en Cuba. Cuento algo que viví personalmente. En 1966 una iglesia compuesta por personal norteamericano destacada en la base de Torrejón de Ardoz, en las cercanías de Madrid, me pidió que fuese a predicar dos domingos al mes. Lo estuve haciendo durante algún tiempo. Al frente de la Iglesia figuraba un capellán con el grado de capitán o comandante, no puedo precisar. Era de Texas. Muy activo. También se mezclaba con la Iglesia de habla hispana establecida en Madrid. Un día veo su fotografía en la prensa, con la noticia de que había sido expulsado de España por ser agente –espía de la CIA.
Estas son las cosas que quiere evitar el Estado cubano, totalmente normal, dadas las conflictivas relaciones que mantiene con Estados Unidos. Te dejo entrar a mi casa, pero no me alborotes la familia. ¿Supone esto falta de libertad religiosa?
A Cuba puede entrar cualquier ministro religioso que lo desee. Si su intención es nada más que visitar iglesias, puede hacerlo con un visado de turista que se obtiene en el mismo lugar donde se compra el billete de avión. Si se quiere predicar, la iglesia o institución religiosa con la que desee contactar en Cuba ha de solicitar previamente un visado religioso, que se concede sin muchos trámites. Son las leyes del país y las leyes han de ser respetadas y obedecidas.
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