¿Llega esta carta a destiempo? No lo creo. Aún no se ha cerrado el 2005. Por otro lado, la medida del tiempo está en nosotros, no en el calendario.
En julio sacaron ustedes algunos miles de españoles a la calle para que gritaran contra la ley que permitía a los homosexuales contraer matrimonio civil. La prensa del día publicó imágenes patéticas de un señor cardenal, rodeado de obispos y sacerdotes, acaudillando la multitud que vociferaba consignas previamente ensayadas.
¿Creen justificada esa cruzada dominante, sectaria y excluyente para denunciar un tema que apenas les concierne? Si ustedes no reconocen el matrimonio civil, ¿por qué no dejan que cada cual haga de su capa un sayo?
Estoy de acuerdo con ustedes que a ese tipo de unión no se le puede llamar matrimonio, pero derivaciones semánticas no constituyen motivos para echarle los perros al Gobierno.
Finalizado el verano, con los ecos de aquél bombardeo callejero en los oídos, ustedes anunciaron un otoño caliente. El 22 de julio emitieron un comunicado querellándose contra otra ley, la de reforma educativa, que calificaron como deterioro de la democracia. Aunque el comunicado no lo decía, entonces acordaron otra manifestación para abuchear dicha reforma.
Y cumplieron lo pactado.
Fue el sábado 12 de noviembre. Todos los medios de comunicación coincidieron en que la manifestación fue organizada por la jerarquía católica, es decir, por ustedes, y por dirigentes del Partido Popular, sus seguros servidores. El diario
EL PAÍS estimó la asistencia en 375.000 personas y los organizadores elevaron la cifra a dos millones y medio. Una diferencia abismal.
En esta ocasión no compareció cardenal alguno, sólo seis obispos. Siguieron ustedes una estrategia que tiene diecisiete siglos de existencia, desde Constantino: Tiran la piedra y esconden la mano.
El bombardeo zascandilero y las pancartas insultantes de la multitud que hervía de odio iban dirigidos contra miembros de un Gobierno elegido en el ejercicio de la democracia.
Un espectáculo deprimente, como lo reconoció uno de ustedes, el obispo Juan del Río, Presidente de la Comisión de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal. Dijo que “la actual situación de las relaciones del Gobierno con la Iglesia católica están en boca de los obispos y ambientes eclesiales de todo el mundo, que se preguntan qué está pasando en España”.
Abramos otra puerta. Ustedes conocen la Biblia. Ustedes leen los Evangelios. Quedándonos en los cuatro canónicos, que para mi son los únicos fiables, ¿encuentran en Jesús alguna forma de proceder parecida a las manifestaciones andaderas que ustedes han protagonizado dos veces en medio año por las calles de España? ¿Fue Jesús un agitador de las conciencias contra el orden político establecido?
Mateo, Marcos, Lucas y Juan refieren dos milagros realizados por Jesús para alimentar a multitudes hambrientas. Partiendo unos pocos panes y peces dio de comer a miles. Tras el primer milagro comieron cinco mil hombres, sin contar a mujeres ni a niños, como mínimo otros cinco mil. En el segundo milagro comieron cuatro mil hombres, quedando mujeres y niños fuera del cómputo, que podemos estimar en otros tantos.
Jesús no debía estar nada feliz viendo su tierra ocupada por una potencia extranjera.¿Leen ustedes en algún lugar, señores obispos, que Cristo enardeciera a aquellas 18.000 personas y las lanzara en manifestación de protesta contra el Palacio de Poncio Pilato, máximo representante de Roma?
Hay más: Cuando los hambrientos se hubieron saciado intentaron apoderarse de Jesús y proclamarle rey. ¡Qué gran ocasión! Jesús pudo haberles seguido el juego, como hacen ustedes con sus incondicionales. Pudo haberse puesto al frente de ellos y acaudillar una manifestación violenta contra el rey Herodes, que además andaba buscándole para matarle.
¿Lo hizo? Pues tampoco deberían hacerlo ustedes, seguidores del Maestro. Y aquellas cuestiones tenían mucha más trascendencia y eran más graves que el matrimonio homosexual o una ley de reforma educativa.
Jesús nunca fundamentó sus protestas en la fuerza bruta, ni siquiera abogó por cambios sociales o democráticos abiertos. Fustigó a los religiosos de su tiempo, pero no levantó la voz contra el poder civil.
Jesús vino a presentar la gran revolución de la paz, la armonía, la concordia entre todos los habitantes del planeta. Lo contrario de la crispación y el enfrentamiento. Y dice San Pedro que El nos ha dejado ejemplo para que sigamos sus pisadas. El ejemplo vale también para ustedes.
Si quieres comentar o