Sus palabras en Cannes no fueron mucho más alegres: “La vida no tiene ningún sentido. Todos nos morimos y el universo acabará por desaparecer.” A esa edad indeterminada que tiene siempre Woody Allen –74 años en realidad, 44 de ellos haciendo películas, 42 ya, casi una por año–, poco le importa ya repetir la misma historia una y otra vez. Los letreros mismos que inician su entrega anual, con una misma tipografía sobre un mismo fondo negro, parecen sugerir que en el fondo estamos ante un mismo relato que no acaba nunca.
La nueva entrega londinense –a la que el director ha tenido que recurrir para mantener el control de su obra, tras su fracaso comercial en Estados Unidos– es en realidad una producción catalana, con Antonio Banderas en el reparto. Gracias al apoyo incondicional que también le prestan los franceses, acaba de terminar también una nueva película en París, nada menos que con Carla Bruni como actriz. Manhattan parece que está cada vez más lejos…
ANGUSTIAS Y AUTOENGAÑOS
Toda la filmografía de este autor judío se mueve entre la introspección y la observación del comportamiento de los seres humanos que le rodean. Ahora que él mismo se ha quitado de en medio, sin un álter ego siquiera sobre el que proyectarse, nos desvela sus miedos más profundos, sus secretas pasiones y el autoengaño en que se mueve su vida. “La realidad cotidiana puede llegar a ser muy deprimente” –dice Allen–. “La gente tiene la necesidad imperiosa de buscar un sentido a su vida, de aferrarse a la idea de que hay algo especial esperándoles en algún lado”. Ese es el hombre de los sueños, al que se refiere el título de la película.
El matrimonio de Alfie (Anthony Hopkins) y Helena (Gemma Jones) acaba de romperse, cuando el maduro esposo deja a su mujer, para casarse con una prostituta. Un día este hombre decide que a pesar sus sesenta años, se siente joven y puede mantenerse en forma en el gimnasio y practicar otras acrobacias, gracias a la
Viagra. No tardará en hacer el ridículo, intentado volver con una esposa que ha encontrado refugio en una falsa adivina, mientras se dedica al espiritismo por la tarde y al whisky por la mañana. Un cuadro patético, comparable tan sólo a las desgracias que vive su propia hija…
Sally (Naomi Watts) está casada con un escritor sin talento, que tuvo éxito con una sola obra. A pesar de su frustración, Roy (Josh Brolin) se resiste a volver a la medicina que estudió, mientras se entretiene espiando la lencería de su vecina y se apropia de la novela de un amigo muerto. La abrumada esposa sueña con una relación con su jefe –el sofisticado galerista que interpreta Antonio Banderas– convertido en italiano por exigencias del guión. Ella se afana en su trabajo, introduciendo a su mejor amiga como un nuevo valor artístico, para que él empiece una relación adúltera con ella, en vez de fijarse en su empleada. Anhelos, engaños y miserias, se ven nuevamente reflejados en esta nueva entrega de la comedia humana.
“SOLO LOS QUE SE MIENTEN SON FELICES”
“Aunque me gustaría, probablemente no puedo dar una buena razón para justificar que la vida merece la pena”, dice Allen. “Soy un tipo que cada día sufre con vivir, pero si me apuntan con una pistola, suplicaré que por favor me dejen viviendo” –reconoció el director en Oviedo–. Ya que para él, “la labor del artista es buscar las razones por las que el ser humano se aferra a la vida”.
Su problema es que él todavía no las ha encontrado: “No comprendo qué hacemos en el mundo o por qué nos morimos”. Ya que “todos los argumentos racionales apuntan a que la vida no tiene ningún sentido”, dijo el cineasta en Cannes. Es por eso que todos los personajes de
Conocerás al hombre de tus sueños parecen perdidos. La única esperanza es el autoengaño.
La extraordinaria actriz británica Gemma Jones presenta a una mujer madura adicta al esoterismo. Confía en las dotes de una pitonisa para arreglar su vida y la de los demás. En su credulidad es la única persona que parece haber encontrado la paz. “Podrían deducir que el mensaje es que la única manera de ser feliz es creyendo que existe un más allá” –dice Allen–. “Y no se engañarían”, dice sorprendentemente. Pero es que “la única manera de sobrevivir es engañándose a uno mismo”, piensa el director.
ALGO EN LO QUE CREER
“La gente está desesperada por encontrar algo en lo que creer”, observa el cómico judío. Sus argumentos, autojustificaciones e incertidumbres, hacen que nos identifiquemos con él con sonrojo. Aunque pensemos que la vida carece de sentido, todos creemos en algo o en alguien. Quien dice que no es así, se engaña a sí mismo.
El dilema en la Biblia no está por lo tanto entre creer y no creer, sino en entre seguir sirviendo a un ídolo o confiar en el Dios vivo y verdadero. Ya que “todos tenemos que servir a alguien”, como decía Bob Dylan. “Hay más ídolos en el mundo que realidades”, escribió Nietzsche. La idolatría no consiste sólo en figuras, ante las que pueblos primitivos o ciertas religiones se postren todavía hoy. Cada sociedad tiene sus dioses, santuarios y rituales, pero también cada persona.
Puede que no nos arrodillemos ante una estatua de Afrodita, pero muchas caen en la depresión y desarreglos en la alimentación, por su excesiva preocupación por el cuerpo. Tal vez no quememos incienso a Artemisa, pero por la carrera y el dinero, podemos sacrificar cualquier persona, hasta hijos o familiares. Los ídolos pueden ser incluso cosas buenas, pero que ocupan nuestro corazón (
Ezequiel 14:3), creyendo que ellos nos pueden dar significado, seguridad y realización.
EN BUSCA DE LA FELICIDAD
Woody Allen no tiene inquietudes esotéricas. Para él son “supercherías de charlatanes y exorcistas”, pero entiende que “lo que lleva a la gente hacia ellos es pura
desesperación”. Puesto que “necesitan algo en qué creer para combatir el terror y el dolor de la existencia”. Para el director, “la vida es una pesadilla trágica”, en la que estamos “siempre a la búsqueda de una felicidad imposible”.
El hombre de tus sueños está claro que para el director no existe. Lo que pasa es que “hay que vivir con ilusión, porque si no, es insoportable”. Aunque “la felicidad es un autoengaño, porque la vida da miedo, por lo menos a mí” –confiesa Allen–. De hecho,
el hombre de tus sueños es en realidad “la muerte, ese desconocido que siempre llega”. Ante ella, ninguno de los ídolos que servimos es capaz de librarnos. Todos nos fallarán.
Los dioses falsos siempre nos decepcionan. Puede ser una relación romántica, pero incluso también la familia, nuestra carrera, el dinero o el éxito; la aprobación de otros, nuestra capacidad, circunstancias, belleza o inteligencia; una causa social o política, la virtud o la moralidad, e incluso el ministerio cristiano. Todo lo que es más importante para nosotros que Dios mismo, sea nuestra felicidad, sentido en la vida o identidad, es un ídolo.
¿A QUIÉN ESPERAMOS?
La Biblia usa tres metáforas para describir cómo la gente se relaciona con los ídolos de su corazón: el matrimonio (¿a quién amamos?),
la religión (¿en quién confiamos?)
y la política (¿a quién obedecemos?). Si Dios debe ser nuestro verdadero Esposo, la idolatría es adulterio espiritual (
Jeremías 2:1-4:4;
Ezequiel 16;
Oseas 1-4). El romanticismo o el éxito son “amantes” que nos prometen ser amados y valorados, cautivando nuestra imaginación y haciéndonos soñar despiertos. Pero ¿quién nos puede amar, cuidar y valorar más que Él que nos ha amado desde el principio?
Los ídolos nos dan una falsa sensación de control, pero ¿qué es lo que más tememos? Si lo perdiéramos, ¿podríamos seguir viviendo? Ese es el dios en que confiamos para nuestra seguridad. Buscamos prosperidad, paz y seguridad, cuando sólo Dios puede salvarnos. Toda otra falsa confianza es traición espiritual (
1 Samuel 8:6-18; 12:12;
Jueces 8:23). Quien adoramos, es a quien servimos (
Romanos 1:25).
Quien controla nuestra vida, es nuestro señor. ¿Quién domina nuestras emociones, hasta el punto de sentirnos perdidos sin él? Dios es el único Señor que merece nuestro amor, servicio y confianza. Es el único que puede librarnos de la esclavitud de los ídolos. El Dios vivo, que se reveló en el Sinaí y en la cruz, es el único que puede llenarnos y nunca nos fallará.
El Dios revelado en Cristo Jesús es el hombre de tus sueños. Cualquier otro te decepcionará.
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