La historia del cine está llena de colaboraciones de todo tipo de parejas –directores como Fellini o Hitchcock, con músicos como Nino Rota o Bernard Herrmann, por ejemplo–, pero son generalmente realizadores los que encuentran en un actor el medio ideal para expresar sus historias –Lillian Gish para Griffith, John Wayne para John Ford, Toshiro Mifune para Kurosawa o Ingrid Bergman para Rossellini, entre otros muchos–. Una de las más curiosas combinaciones es la que une al maestro del melodrama, el director norteamericano de origen danés, nacido en Hamburgo, Douglas Sirk (de nacimiento Claus Detlef Sierk 1897-1987), con la estrella de cine Rock Hudson (cuyo nombre real era Roy Harold Scherer 1925-1985).
Las nueve películas que hicieron Sirk y Hudson para la
Universal en los años cincuenta
–las más famosas son tal vez
Obsesión (1954)
, Sólo el cielo lo sabe (1956)
, Escrito sobre el viento (1956)
e Imitación a la vida (1959)– nos muestran un personaje realmente enigmático. Sirk estaba fascinado por figuras que esconden un profundo conflicto interior. Algunos piensan que la razón por la que escoge a un actor tan mediocre como el galán que solía representar Hudson, es porque ocultaba una doble vida homosexual, que no se pone en evidencia hasta su muerte a causa del SIDA a mediados de los años ochenta. Lo cierto es que los papeles que hizo para Sirk, son sin lugar a dudas los más oscuros de su carrera, llenos de ambigüedad moral.
¿UN FALSO HÉROE?
Me acordé de esta película cuando surgió la controversia porque un actor militante gay, Chad Allen, hacía de misionero evangélico en El final del espíritu (2006). El pastor Dean Hess –que interpreta Rock Hudson– fue también un piloto que salvó cuatrocientos huérfanos, manteniendo una serie de orfanatos cristianos. Su condición de héroe ahora sido puesta en duda, aunque apoyara estos hogares, que no fundó realidad él, sino On-Soon-Whang, una coreana de cincuenta años (que no se parecía nada a la guapa galesa, mitad india, Anna Kashfi, que la película llama En-Soon-Yang y estuvo casada un poco de tiempo con Marlon Brando). Parece ser que Hess fue también ordenado ya como pastor antes del bombardeo en Alemania, que en la película le produce esa crisis de conciencia, por la muerte de 37 niños.
Aunque no fuera así todo en realidad, el director tuvo que contar con la presencia de Hess en el rodaje. Lo que hace de hecho que el personaje no tenga toda la ambigüedad que él quisiera haberle dado, ya que el pastor se negó a ser representado con problemas de alcohol. Es por esto que apenas se intuye a veces su conflicto interno. Sirk se había roto además una pierna y tuvo que estar sentado en una silla de ruedas todo el tiempo. Lo que limitaba constantemente sus movimientos, tal y como cuenta en el libro de entrevistas de Michael Halliday,
Sirk sobre Sirk. No hemos visto sin embargo nunca a un Rock Hudson tan atormentado como aquí…
En la película son sus remordimientos los que le llevan a hacerse predicador en un pequeño pueblo de Ohio. Una crisis es también la que le hace volver al Ejército en la guerra de Corea. Y para salvar a esos cuatrocientos huérfanos, tiene que volver a matar. Todo un conflicto de conciencia, que le da un papel bastante oscuro. Hasta el malo Dan Duryea hace por fin un papel de bueno en su carrera, como el sargento de aviación que ayuda a Hudson a salvar los niños. Sin embargo
esta es una película positiva sobre la fe que se enfrenta a las dudas, luchando contra el mal y la desesperación.
SU PODER ACTUA EN NUESTRA DEBILIDAD
Todos nosotros –algunos más, que otros–, hay momentos que tememos que nuestras debilidades van a ser una barrera para que el propósito de Dios se cumpla en nuestra vida. Sentimos tan fuertemente los deseos de nuestra carne, la falta de fuerzas –tanto física como emocionalmente–, la enfermedad, la ansiedad y las dudas acerca de nosotros mismos, que nos cuesta creer que Dios pueda hacer algo con nosotros...
Caemos en la trampa de pensar que para hacer grandes cosas, Dios necesita de grandes hombres. Confundimos el poder, la personalidad, el carisma, el dinero, la apariencia física y la elocuencia verbal, con la verdadera forma en que Dios muestra su Gloria. Ya que Él utiliza
“vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (
2 Corintios 4:7).
Aunque nos lo cueste creer, Dios muestra su poder en nuestra debilidad. Cuanto más desesperados nos sentimos, más limitados nos vemos, frustrados por la ansiedad y paralizados por la impotencia, el Señor nos sorprende una y otra vez demostrándonos cómo su poder se perfecciona en nuestra debilidad (
1 Co. 12:9).
LA VIDA QUE ESTÁ AHÍ FUERA
Cuando el personaje de Rock Hudson logra salvar a los niños, descubre que “al salir de sí mismo, se he encontrado a sí mismo”. Mientras seguimos consumidos por la culpa y aferrados a nuestras dudas, cerramos los ojos a la realidad de que la salvación está fuera de nosotros:
“en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (
1 Co. 1:30).
Al darnos cuenta que Dios es nuestra última y eterna satisfacción, descubrimos que el que busca su propia realización, no gana, sino pierde la vida. Si Cristo es la vida misma (
Juan 14:6), quien tiene a Cristo, tiene la vida. Dios se hace entonces mayor que la vida misma. Porque no hay nada en Dios que no sea de Cristo y nada en Cristo que no sea de Dios. El es la Buena Noticia, el Evangelio mismo.
Cuando nos negamos a nosotros mismos, tomamos su cruz y le seguimos, no perdemos la vida, sino que la salvamos (
Mateo 16:24-25). Su poder actúa entonces en nosotros. Por eso nos debemos gloriar, como el apóstol, de nuestras debilidades (
2 Co. 12:5). Ya que al gozarnos en nuestras debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias, descubrimos que
“cuando somos débiles, entonces somos fuertes” (
v. 10). Puesto que Dios muestra su poder en nuestra debilidad, para revelarnos su Gloria, el valor que nos hacer ver a Dios como mayor que la vida misma.
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