Olor a verano

Ya huele a verano.

Las mañanas portan ese traje luminoso de alborozadosol que nos deja maltrechos y sudorosos. Las tarde se alargan ofreciéndonos su fresca brisa que acrecienta las ganas de pasear.

Ahora que el aire se impregna de aromas a mar, enredado con la tenue fragancia de los venideros días de descanso, me detengo y haciendo acopio de valor tomo para mí ese lápiz colorao del que habla Javier Ruibal; trovador de canciones, y anoto las cosas que por desidia pospongo día tras día y que no merecen tanta espera.

Anoto con roja caligrafía los proyectos más inmediatos, los sueños que no se han de posponer. Anoto nombres que han de abandonar el hastío del invierno para hacerse un hueco en el presente.

Escribo, con ese lápiz color sangre, las cosillas insignificantes y también las relevantes. Con letra mayúscula reafirmo en el papel aquello que he de atajar sin demora, cediendo a mis ansias por hacer que el tiempo no pase en vano, que sea yo la que deje una huella en él.

Hoy, en una mañana de sol desdibujo en un blanco papel la silueta de una nueva etapa, la aterciopelada figura de un periodo en el que dejando atrás la desidia he de extenderme a lo que está delante, trazando con valentía un arcoíris de flamantesilusiones.

Ansiaba que llegara este tiempo. Necesitaba dejar a un lado las prisas y olvidarme comedidamente de las agujas del reloj.

Quiero perderme entre libros, extender mi imaginación en lecturas postergadas. Quiero disfrutar del mar junto a mi hija, verla reír mientras el sol nos acaricia y nos une. Quiero verme reflejada en las horas de sosiego y acercarme a Dios para que siga sanando lo que aún duele.

Este tiempo tan esperado me ofrece la oportunidad de ser menos exigente, dejarme mecer con los sones de una canción estival y mimetizarme con la calma.

Busco entre los trastos rotos por el uso un resquicio de esperanza en el que poner empeño y así dedicar parte de mi tiempo en devolver el brillo a lo desgastado. Empresa difícil ésta de buscar resortes entre las ruinas.

Es el momento de echar el anclar y permanecer parada, no quiero seguir faenando, trajinando arriba y abajo. Quiero reposar calladamente, esperar y ser consciente de que todo en esta vida necesita su tiempo.

Ahora, aguardo. Mañana quizá sea el momento de soltar amarras y emprender el viaje. Hoy me siento en la popa de esta fatigada embarcación y tumbada oigo como el mar susurra mi nombre…