Sólo con mirarte…

El viento jugando con su vestido, izando la tela cual si fuera una niña cometa.

La veo en la orilla, tomando entre sus manos con delicadeza, una concha arrastrada por la marea. Los ribetes blancos de espuma salada vienen desde lejos, susurrando canciones que sólo ella escucha.

Valeria es libre, libre como ansiamos ser quienes nos preocupamos por buscarles aristas imposibles a la vida.

Valeria es viento y es mar. Se funde con lo más elemental y crea un lugar especial que únicamente ella conoce.

Es niña de sal, niña de mar, niña de brisa marinera.

Es ternura y pureza, alegría y dolor, promesas y esperanza, ella es fuerte y valiente.

Al contemplarla descubro que Dios se hace niño para habitar en su corazón.

Veo en ella los trazos hermosos del pintor divino que ha creado un criatura de incomparable belleza y ha tenido a bien regalárnosla cual dádiva celestial.

Ella es mi niña, un motivo perenne de oración y un continuado canto de alabanza.

Sólo con mirarla encuentro vida dentro de la vida, comprendo la sencillez de las cosas y cómo todo alrededor se vuelve insignificante para darle relevancia a aquello que realmente resulta importante.

Valeria me enseña a tener paciencia, a ser agradecida, a acariciar las asperezas, a no tener prisas, a vivir mirando lo que me rodea con ojos nuevos, a percibir en cada evento plagado de trivialidad un espectáculo fascinante.

Ella se funde con la risa, con los abrazos y me regala cada día una nueva canción que pone música a nuestra común historia.