Chesney Henry Baker nació en Yale, Oklahoma, la víspera de la noche de Navidad del fatídico año 1929, que sumió al país en una inmensa crisis económica. Cuando era todavía pequeño su padre le regaló un trombón, que pronto cambió por la trompeta, que le llegaría a hacer famoso. Cantaba en el coro de la iglesia, y tocaba básicamente de oído. Al acabar la escuela secundaria en 1946, es alistado cuando tenía 16 años y enviado a Berlín, donde forma parte de una banda militar. Al volver a los Estados Unidos, aprende teoría y armonía musical en Los Ángeles, mientras empieza a actuar en los clubes de
jazz. Abandona al año siguiente sin embargo sus estudios, para volver a ingresar en el ejército en 1950, donde continua tocando, hasta que decide dedicarse a la música profesional.
Después de actuar un tiempo con Stan Getz, hace una audición para tocar con el más importante músico de
jazz de los años cincuenta
, el saxofonista alto Charlie Parker, con el que debuta en un club de Los Ángeles en 1952. Sus primeras grabaciones las hace sin embargo con el cuarteto de Gerry Mulligan, que tenía la particularidad de no usar el piano. Crea entonces ese estilo lírico y controlado, que va a caracterizar el sonido
cool de la costa oeste. No estuvo sin embargo más de un año en el grupo, porque Mulligan es arrestado por un delito de drogas el año 53. Es entonces cuando forma su propio cuarteto, haciendo sus primeros discos como cantante para el sello
Pacific. Su voz era mínima y dolorida, pero le daba un extraño toque melancólico a su etérea trompeta.
UN NUEVO JAMES DEAN
Su imagen juvenil se empieza a explotar como un nuevo James Dean. Hace por eso incursiones en el cine, y graba la música del documental de Robert Altman sobre la vida de aquel actor, fallecido repentinamente. Comienza entonces sus giras por Europa, pero también su adicción a la heroína, que va a hundir rápidamente su carrera. Tiene entonces sus primeras experiencias carcelarias a causa de los narcóticos, que le llevan a afincarse en Italia, donde pasa año y medio en prisión, antes de ir Alemania, donde también es arrestado, siendo finalmente expulsado en 1964. El año 68 le acaban rompiendo la mandíbula, perdiendo varios de sus dientes por una deuda pendiente. Y su atractiva figura de los años cincuenta, conocida por las fotos de las portadas de William Claxton, se va haciendo cadavérica. Su gesto sinuoso y atormentado le convierte en los años sesenta en un artista maldito.
Baker muere el año 88 en Holanda, al caer de una ventana. Algunos creen que le tiraron, otros piensan que murió suicidado. Pero lo más probable es que estaba drogado, tuvo una discusión con los empleados del hotel, e intentó regresar a su habitación para recoger sus cosas. Se deslizó entonces por el exterior del edificio, tropezando el píe, para caer después al vacío. Tenía 58 años.
A pesar de haber escrito algunas de las páginas más brillantes de la historia del
jazz, a su entierro apenas acudió una treintena de personas. En la fachada del Hotel
Prins Hendrik, enfrente de la Estación Central de Ámsterdam, hay ahora una placa conmemorativa. Aparece allí su imagen tocando, junto a la inscripción: “Para todo aquel que esté dispuesto a escuchar y sentir, seguirá viviendo en su música”. Pero ¿qué le llevó a esa vida turbulenta?
CUANDO LA TROMPETA SUENE
Chet era por supuesto un genio, pero fue utilizado para presentar al público norteamericano un artista blanco, cuyo aspecto elegante y deportivo anunciaba un estilo de vida más sano que los músicos de color, que se estaban muriendo entonces a causa de la droga. La verdad por supuesto era muy diferente. Tras ese aspecto de vida sana, estaba una vida al borde del abismo.
En medio de su tortuosa relación con las mujeres, Baker vivía una creciente adicción a las drogas, que le hace tratar constantemente con la policía y la mafia, mientras intenta esconder su dolor, en una amarga noche que le lleva camino de la autodestrucción y la miseria. Abandonó mujeres e hijos, para acabar siendo esclavo de esa supuesta libertad, que le hace hundirse hasta el fondo.
Se dice que él sigue viviendo en sus grabaciones, pero la verdad es que su trompeta ya no suena más. Aunque un día, cuando nadie lo espera, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” sonará otra trompeta. No una trompeta cualquiera, sino “la trompeta final” (1 Corintios 15: 52). “Porque se tocará la trompeta”, pero con voz de ángel, “desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31). No sé dónde estará entonces Chet Baker, pero tal reverberación resonara por todo el universo. Porque será “la trompeta de Dios” (1 Tesalonicenses 4:16).
El sonido de esa trompeta anunciará la venida del “Rey de reyes y Señor de señores” (
Apocalipsis 19:16), proclamando la libertad del Jubileo eterno (
Levítico 25). “Cuando los muertos serán resucitados incorruptibles” (
1 Co. 15:52), podremos ser transformados, libres al fin de todas las ataduras que ahora nos esclavizan. Me gustaría que ese día estuviera también Chet Baker tocando su trompeta al píe de ese trono blanco. Sonaría como nunca... Aunque me temo que esté tan avergonzado, que no encuentre lugar dónde esconderse...
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