La historia de estos tres agentes de una empresa de lubricantes industriales que acuden a una convención en Wichitta, recuerda a otras muchas otras obras de teatro que presentan a unos personajes encerrados en espera de otro. El
Godot de Beckett es aquí
El Pez Gordo (
The Big Kahuna), que no aparece por la suite del hotel que da nombre a la obra original (
Hospitality Suite), donde los ejecutivos están cada vez más impacientes, ante el retraso de su cliente, el magnate Sr. Fuller.
Como en
A puerta cerrada o Sin salida de Sartre (
Huis Clos), estos viajantes de comercio se enfrentan a una realidad que esconden tras diferentes máscaras. Phil es un jefe de cuentas cincuentón, recientemente divorciado, que ha empezado a cuestionarse su vida y su trabajo. Larry ha pasado ya los cuarenta, pero es todavía la viva personificación del comercial agresivo. Mientras que Bob es un joven afable, recientemente casado, cuya vida gira en torno a su fe cristiana. El choque no se hace esperar, cuando el creyente encuentra finalmente a Fuller…
- ¿Qué tal ha ido?
- Bien.
- ¿Le encontraste?
- Sí, le encontré.
- ¿Y?
- Hablamos.
- ¿Y?
- Y nada, sólo hablamos.
- ¿De qué hablasteis, Bob?
- (Tras un silencio)… Hablamos de Cristo.
- (Tras un silencio más largo)… ¿Hablasteis de….?
- Jesús.
- Contaste qué líneas de lubricantes industriales prefiere Jesús...
- Larry…
- ¿Qué le dijiste?
- Sólo discutimos cosas…
- ¡Sobre Jesús!
- Sobre muchas cosas.
- ¿En relación con qué?
- Jesús.
- Sí, ya veo… El tema de los lubricantes no surgió, ¿verdad?
- La naturaleza de la conversación se alejó de eso.
- La naturaleza, ¿ella solita?
- Sí.
- Así que la conversación iba por su propio camino, y de repente, sin saber cómo, estabais hablando de Dios. O de Jesús, perdón.
- Sólo éramos dos personas hablando.
DIÁLOGO DE SORDOS
La poderosa imagen del choque entre estos dos personajes parece en primer lugar un claro ejemplo de una de las llamadas “guerras culturales” que enfrentan a Estados Unidos, entre una población conservadora que se suele calificar de “fundamentalista”, y la sociedad liberal, que no soporta las constantes referencias a la religión en el discurso público. La obra, que ahora se representa en Japón, Croacia o Italia, apela sin embargo a una realidad mucho más amplía, que la del denominado “cinturón bíblico” norteamericano…
Para el actor Bernabé Rico, “Bob es miembro de la iglesia
baptista y
antepone su fe a la vida”. El comenta: “Curiosamente, fui a un colegio del
Opus, por lo que entiendo bastante bien su forma de defender el fanatismo, en una época yo también fui así, aunque ahora me considere agnóstico”. La lectura que se hace en el contexto español, no es por lo tanto muy diferente a la que se hace en Italia o Croacia, donde el trasfondo católico sustituye el ámbito evangélico del que viene el personaje de Bob.
El escritor Roger Rueff es un autor de Chicago, que ha escrito otras obras que ponen a sus protagonistas bajo esa mirada divina, como un drama para la televisión llamado
Dios vive. Aunque es sobre todo conocido por esta pieza llevada al cine, que se presentó en el festival de Toronto en 1999. El guión fue adaptado por el propio autor, cuya obra está ahora publicada en castellano por
Ediciones Irreverentes, en su colección de teatro, traducida por Bernabé Rico.
¿DESHONESTIDAD?
La ética cristiana que ve al ser humano por encima de cualquier relación laboral o comercial, es contrapuesta aquí a una ética del trabajo, que indigna profundamente a Larry. La apariencia inmoral del personaje que interpretaba Spacey en el cine, es puesta en duda, cuando cuestiona la honestidad del cristiano Bob, diciéndole seriamente:- Estoy a punto de decirte algo. Algo que no suelo decir, porque lo tengo que decir en serio. Para mí es como mandar a alguien al infierno. Eso es lo que significa.
- ¿Qué es?
- Que no te creo, Bob.
- ¿No?
- No te creo. Me cuesta mucho convencerme de que lo que dices es cierto.
- Pues es cierto.
- Quizás, pero me cuesta creerlo, ¿Lo entiendes? (…) Quiero hacerte una pregunta, Bob. Y quiero una respuesta sincera, ¿serás capaz de dármela?
- Sí.
- ¿Quién sacó el tema de Jesús?, sinceramente…
- (Tras un silencio, se sienta callado)…. Fui yo.
- ¿Tú?
- Si.
- ¿Tú lo mencionaste primero?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque para mí es importante que la gente oiga hablar de Jesús.
- ¿De qué murió por nuestros pecados?
- Sí.
- (Tras un silencio) Vale, déjame que haga de otra manera la pregunta… Partiendo de la base que estando aquí era muy importante que habláramos con el Sr. Fuller sobre los lubricantes, entonces ¿por qué decidiste hablarle de Jesús?
- Porque me parece más importante.
- ¿Aunque estemos en un congreso, donde lo que se suele hablar es de negocios?
- Lo comprendo, Larry. Pero no veo el mal de hablar con un ser humano, como otro ser humano. No hablé de trabajo, ni de los lubricantes, porque no quería que pensara que utilizaba la religión para darle coba, y conseguir que firmara un contrato. No quería que pensara que no era sincero.
- Pero lo fuiste, en un sentido mucho más amplio.
LA BIBLIA EN LA PLAZA DEL MERCADO
Este montaje, que se presenta ahora por primera vez en España, llamó la atención del joven actor y traductor Bernabé Rico (Sevilla, 1973), cuando descubrió la película preparando un curso para ejecutivos. Se puso así en contacto con el autor de Chicago y decidió él mismo producir la función. Su entusiasmo contagió al veterano Helio Pedregal (Oviedo, 1949), que se apasionó también por el proyecto.
Pedregal había trabajado con Toni Cantó (Valencia, 1965) en el clásico de Tennessee Williams,
La gata sobre el tejado de zinc. Los tres se pusieron en contacto con el dramaturgo Juan Carlos Rubio, autor de una de las piezas de más éxito la última temporada,
Humo, que decide dirigir la obra con la ayuda del propio Rueff. La presentan al principio como un drama social en tiempo de crisis, pero pronto entienden que habla sobre el sentido mismo de la vida…
- Sí sólo somos funciones, ¿por qué no mandan robots?
- No mandan robots, por la sencilla razón de que todavía no han inventado uno. Cuando construyan un robot que haga lo que nosotros hacemos, es exactamente lo que harán. Hasta entonces, nos mandarán a nosotros. Dirán, “Bob, Larry, Phil, pasaos por Wichita un par de días, nosotros nos ocupamos de los gastos”. Y durante un par de días, perdemos nuestra identidad en Wichita, y nos convertimos en las manos de la empresa, que saludan a las demás manos. Lo que tú has hecho, la razón de tu deshonestidad, es que has roto ese lazo. Como si la mano se hubiera separado del brazo, y dijera: “Oye, tengo otras cosas que no tienen nada que ver contigo” (gesticulando violentamente con los brazos).
- El apóstol Pablo…
- Intento hablar contigo. No metas al apóstol Pablo en esto.
- No sé cómo podemos hablar, si no me dejas hablar de Dios.
- No hablo de Dios, sino de algo más grande.
- ¿Más grande que Dios?
- No hablamos de tu creencia en Dios, ni tu deseo de predicarla, sino de para qué estamos aquí.
- ¿Y para qué estamos aquí?
- Estamos aquí para vender lubricantes industriales, no para salvar almas.
- No estamos aquí para perseguir mujeres, pero eso no te detiene.
- ¿Cómo te atreves a decirme eso?, maldito crío.
- No hay nada malo en admirar el paisaje, mientras haces negocios. Siempre que estés haciendo negocios. Y para que lo sepas, hijo. En quince años no he engañado a mi mujer ni una sola vez.
- Si miras a una mujer con lujuria, es lo mismo.
- No, hay mucha diferencia.
- Eso no es lo que dijo Jesús.
- ¿Cómo sabes lo que dijo Jesús?, ¿estabas allí?
- Alguien lo escribió en un libro.
- Como está escrito, lo crees.
- ¡Es la verdad!
- No estabas allí.
- La Biblia dice…
- No me sermonees, Bob, no lo hagas.
- Vuelvo al apóstol Pablo.
- Al apóstol Pablo no lo mandaron a Wichita… (Los dos empiezan a pegarse, forcejeando en el suelo, mientras Phil intenta separarlos).
¿VENDER A JESÚS?
El anterior crítico de teatro de El País, el fallecido Eduardo Haro Tecglen, comentó la película en una columna que publicó su diario un domingo de junio del año 2000, comparándola con la obra de Beckett: “Lo vulgar en
Esperando a Godot es la idea del desdichado habitante de la tierra aguardando a un Dios que nunca llega, pero al que hay que seguir creyendo”. Para él, en esta obra, “lo trascendental es la situación de angustia, de perplejidad, de miseria”. Algo que Haro Tecglen cree que “se repite enteramente en la película
El Pez Gordo, aunque tenga una teología y una referencia continua a Jesús”.
“El joven religioso” – dice Haro Tecglen–, “quiere convencerles de que Jesús es la esencia de todo”. Para él, el problema “no es que no convenza a sus compañeros, es que les da igual”. El hecho de que “este joven creyente es el que encuentra a Fuller, el magnate: el que se hace escuchar de él, el que empieza a tener su confianza”, es para él una ironía. Es como si dijera que “Jesús también vende lubricantes, y cualquier conversación es buena siempre y cuando compre”. Tal vez por eso, el DVD, curiosamente lo regaló la revista
Expansión en una promoción de su diario económico.
Esta lectura superficial de crítica al capitalismo, es sin embargo cuestionada al final por el propio Haro Tecglén, como solía hacer a veces cuando en ocasiones ponía en solfa los propios mitos de su progresía (¡recuérdese el caso de Servet!, que consideró más intolerante que Calvino). No sé si por su pasado falangista o sus dudas sobre su celo de converso
estalinista, pero el fallecido periodista era capaz de preguntarse en ocasiones si no habría otra interpretación de las cosas…
El problema, dice el agnóstico Haro Tecglén, es que ésta sería sólo “para creyentes”, Así “Jesús, la castidad y el amor” pudieran ser “los que triunfan sobre lo material”. Y como asombrado de sus propias conclusiones, el escritor se da cuenta que sin duda eso “puede consolarles mucho”…
SUEÑOS FRUSTRADOS
La obra de Rueff es una poderosa reflexión sobre el sentido mismo de la vida, en un mundo que gira en torno al trabajo y el éxito económico que busca la competitividad. Su inteligencia es que no hace de los personajes figuras estereotipadas, sino que como en la mejor ficción se produce en ocasiones un traspaso de papeles, por el que uno toma características del otro, revelando facetas desconocidas, que resaltan la humanidad de los protagonistas. Como en el clásico de Sartre, nadie es lo que aparenta.
La visión del ejecutivo como un maniquí, puede hacernos olvidar que tras esos gestos forzados, lenguaje profesional y expresión vacía, se encuentra la realidad del propio drama humano. A la espera de Fuller, como de
Godot, vemos la verdad que oculta nuestra vida, que sin una perspectiva trascendente, resulta ciertamente frágil. Nos enfrentamos así a nuestros sueños rotos y frustraciones, que la rutina laboral intenta esconder.
“Nuestra vida es como neblina”, dice Santiago. Podemos hacer planes y decir: “Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allí un año, y traficaremos y ganaremos” (1:12). Puesto que comenzamos la vida con muchos proyectos, “cuando no sabemos lo qué será mañana”. Porque “¿qué es nuestra vida?” Se nos escapa de las manos, como la “neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (v. 14).
¿QUÉ ES LA VIDA?
“La vida es aquello que pasa sin darnos cuenta”, decía John Lennon. Es cuando nos enfrentamos a esas últimas preguntas que vemos el verdadero sentido de nuestra existencia. El agnóstico se puede así encontrar con el religioso, en una vida que resulte finalmente vacía. Puesto que ni el trabajo, ni la moralidad, pueden llenar la vida, ante esa cita ineludible con Aquel que nos ve tal y cómo en realidad somos.
El que está esclavizado, tanto por la comodidad material como por su satisfacción moral, niega la realidad de la vida. Porque si nuestra vida depende finalmente de nosotros mismos, somos los seres más dignos de conmiseración de la tierra, porque no tenemos control sobre ella.
El apóstol Pablo, que tanto molesta a Larry, descubrió sin embargo que Dios tiene mucho que ver nuestra vida. Es Él quien pone en evidencia la hipocresía de la moralidad de Bob, pero también la vanidad de vivir para comer y beber, puesto que mañana moriremos.
Es cuando nuestra vida está unida a la de Otro, Cristo Jesús, que no hay nada que temer, ni perder. Ya que si
“el vivir y el morir es Cristo” (
Filipenses 1:21), quien le tiene a Él, tiene la vida. ¡No hay otro pez gordo que buscar!
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