Rincones

Un verano más exhibe su ferocidad y nos agrede con el látigo de su calor asfixiante. El sofoco se adueña de las calles, imposibles y austeras en las horas del mediodía.

El verano vuelve cada año con renovadas fuerzas, arremetiendo contra quienes por una razón u otra, hemos de aguardar un poco más para disfrutar las muy esperadas vacaciones.

Cuando pienso en el lugar en el cual vivo reconsidero el privilegio de pertenecer al enclave que me da asilo. Creo que casi todos somos defensores acérrimos del lugar del cual procedemos, y este, nos parece el más hermoso que pueda existir.

En mi caso es cierto. Vivir en un lugar como Cádiz, rinconcito de Andalucía, te hace diferente. Vivir cerquita del mar, con el bullicio constante de las olas, crea en ti un carácter distinto.

Cádiz está llena de espacios plagados de belleza, de pequeñas estancias que invitan al descanso.

Rincones preciosos, encalados, luminosos, pulidos por los rumores del cante jondo, acicalados con el temple de unos sones de guitarra que engalanan esta provincia de hermoso mestizaje y la salpica con el fresco elixir de la gracia y el festejo.

La algarabía se pliega por entre las calles serpenteantes que muestran vestigios de tiempos pasados en los que la raza árabe invadió el sur.

A la sombra del pasado se acomodan silenciosas las pausas desahogándose en quejíos, hondo pesar de una tierra con alma.

Me gustan los rincones de ésta mi tierra, en ellos se desentrañan historias caprichosas, narraciones épicas, cuentos arabescos…

Me gusta el lugar donde vivo, no creo poder vivir en otro sitio que no fuera este huequito al sur del sur.

Ahora que el sol se convierte en un cruel adversario y esperamos, con anhelo a que llegue el ansiado tiempo de recreo, es bueno seguir disfrutando de los rincones de los que se compone la vida, rincones llenos de encanto, portadores de un soplo de aire fresco en el acalorado transitar de cada día.

Los rincones, al igual que las personas son todos diferentes, aunque en apariencia puedan resultar iguales, todos son originales, incomparables, únicos.

Búsquenlos, están ahí, demasiado cerca. Si los encuentran, de seguro serán un oásis. Serán un sereno caudal de agua que invita a detener el reloj y disfrutar de unos momentos de calma a la sombra de lo sencillo.