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La sombra de Allan Poe

Estos días que estoy en Nueva York, invitado por una iglesia en Manhattan, aprovecho para visitar la casa de Edgar Allan Poe (1809-1849), este año de su aniversario. Visto que queda ya muy poco del mítico Bronx de los años setenta, donde vivió mi padre entre peleas de bandas callejeras y cultos pentecostales de congregaciones hispanas, me dediqué a buscar la vivienda que describió el escritor como una “acogedora casita de campo”, poco después de trasladarse aquí en 1846. Convertida en museo en 1
MARTES AUTOR José de Segovia Barrón 07 DE SEPTIEMBRE DE 2009 22:00 h

Como muchos adolescentes, yo descubrí al Poe de las historias de misterio y terror, con una fascinación morbosa, que poco tiene que ver con la fe cristiana. Un reciente artículo de la Sociedad de Poe en Baltimore, me ha llevado sin embargo a dudar si está justificado el prejuicio de tantos, que ven al escritor como alguien prácticamente ateo. Como suele ocurrir, la verdad no es tan simple…

Aunque hasta su sepultura, Poe estuvo vinculado a la Iglesia Presbiteriana, nunca escribió acerca de su fe. Aquellos que le conocieron y dudaban de su religiosidad, como Griswold o Hopkins, es porque ellos mismos eran militantemente ateos. Otros basan su posición en el silencio. Aunque hay quien sugiere que su único dios era el arte. Los hechos objetivos de su vida muestran sin embargo una realidad muy diferente…

PRESBITERIANISMO ESCOCÉS
Aunque Poe era huérfano de una pareja de cómicos, fue recogido por una pareja sin hijos, que prácticamente le adopta, aunque no legalmente. La señora Allan era una mujer piadosa, muy vinculada a la iglesia. Con ella tuvo Edgar una relación especial. Con su marido, el trato fue mucho más difícil. Era frio y distante. Su religión era más bien formal, aunque mantenía virtudes como el trabajo duro, la honestidad o el ahorro, pero carecía de caridad cristiana y sentido del perdón.

Los Allan poseían –como era costumbre entonces– un banco de la iglesia episcopal Monumental, construida en 1814, aunque su origen era presbiteriano escocés. Mantuvieron lazos con esta comunidad, sobre todo de tipo comercial. La moralidad del padre es a menudo puesta en cuestión, porque tuvo algún hijo ilegítimo. Aunque Poe nos enseña que las mejores intenciones a veces no logran controlar nuestros actos, como vemos en sus relatos El Gato Negro y El demonio de la perversidad.

Con menos de 3 años, Edgar es bautizado en la iglesia presbiteriana a principios de 1812. Mabbot cree sin embargo que fue confirmado en la iglesia episcopal, pero sin duda recibió una educación protestante, tanto en la escuela como en la iglesia. La descripción de la infancia de William Wilson está basada en su propia experiencia en el colegio del pastor Bransby en Londres, que le obligaba a ir dos veces al culto cada domingo. Tal vez por eso, al salir de West Point, deja de ir a la iglesia. Aunque al casarse con su prima Virginia, recurra a un pastor presbiteriano en 1836

MUJERES CRISTIANAS
Cuando vivía aquí en Nueva York, Poe tenía ya fama de alcohólico y drogadicto. Algo que él siempre negó, pero para algunos, bastaba que jugara a las cartas con los jesuitas que vivían al lado suyo, para ser un completo “impío”. Él se lo explicaba al pastor Hopkins, diciendo que eran “caballeros muy educados y cultos”, que “fumaban, bebían y jugaban a las cartas, pero no hablaban nunca de religión”.
 
Aunque el escritor y el pastor nunca simpatizaron demasiado. Tanto antes, como después de la muerte de su esposa, Poe asistía en Nueva York a la iglesia con dos amigas, la señora Shew y la tía Clemm, unas mujeres cristianas que protegieron al escritor los últimos años de su vida.

Una de sus referencias más claras a la fe, es una carta que escribe a la señora Shew, cuando siendo ya viudo, ella le rechaza sus proposiciones matrimoniales: “¿Cómo puedo creer en la Providencia, cuando me miras tan fríamente?, ¡no fuiste tú quien renovaste mis esperanzas y fe en Dios!”. Cree que “es un misterio que no sea sacerdote” – no se sabe muy bien en qué sentido –, pero se siente ahora como “un profeta”. En una carta a Thomas Holley Chivers afirma: “Mi fe es la mía propia”.

La pequeña Biblia que le dio su tía Clemm en 1846, estaba entre los libros que encontraron en su baúl cuando murió. La guardó luego la Sociedad Histórica del Bronx, pero ahora está desaparecida. Parece que tenía marcada la oración modelo de Jesús y una cita de Job sobre “la vanidad de nuestros días”. Otro libro que tenía curiosamente anotado Poe, era del teólogo presbiteriano escocés Thomas Chalmers, fundador de la Alianza Evangélica, cuya copia se puede consultar ahora en la Universidad de Texas en Austin.

HISTORIAS MORALES
Los escritos de Poe muestran desde luego algunas inquietudes espirituales. Además de claras referencias religiosas (tiene un himno a la virgen María – que apareció originalmente como parte de Morella (1843), pero luego se incluyo en la colección de poemas de El Cuervo (1845) –, y una famosa expresión de gratitud al Cielo, al comienzo de la poesía Para Annie, que habla de oraciones a los ángeles), el escritor hace muchas alusiones a la Biblia en sus poemas y relatos. Mucho más significativo para mí, es sin embargo el fondo moral de sus historias.

Muchos comenten el error de confundir a los personajes de Poe, o incluso el narrador de sus historias, con la persona del autor. La voz que cuenta la muerte de El corazón revelador se defiende vehementemente de la acusación de locura. Poe sin embargo nos muestra claramente que, a pesar de sus protestas, el personaje está indudablemente loco. A él le puede parecer que matar está bien, pero el autor nos muestra que esto no es así. La historia tiene una perspectiva moral, puesto que el protagonista es finalmente ahorcado por la justicia.

En El barril de amontillado, Montressor claramente planea y ejecuta una terrible venganza contra el despreocupado Fortunato. No sabemos cuál ha sido su ofensa, ya que no tiene problemas en estar con él a solas en un lugar aislado. Hay varias interpretaciones sobre ello. El personaje podría estar recordando en su lecho de muerte el crimen cometido hace cincuenta años a una persona desconocida –tal vez un cura o un pastor–, pero no está muy claro si se enorgullece o arrepiente de ello. Sus palabras finales de descanso en paz en latín, parecen indicar que Fortunato descansa en paz, pero Poe claramente culpabiliza a Montressor. Ahí está el horror de la historia: en su maldad. No hay una justificación del crimen.

PECULIAR ESPIRITUALIDAD
Su obra más espiritual, tiene sin embargo un carácter algo más esotérico, Eureka (1848), donde Poe refleja toda su visión de la vida. El escritor consideraba este libro, subtitulado El universo material y espiritual, como su obra definitiva. Su idea es claramente que todos tenemos un alma, que existe independientemente del cuerpo físico. Habla de una creación de la nada por un Dios necesario: “La naturaleza y el Dios de la naturaleza son distintos, nadie que piense, lo dudará mucho tiempo. Por la primera entendemos simplemente las leyes del segundo. Pero por la propia idea de Dios, omnipotente, omnisciente, deducimos la infalibilidad de sus leyes. Con Él, no hay pasado o futuro – con Él todo es ahora –, ¿no le insultamos al suponer que sus leyes están pensadas para evitar cualquier posible contingencia?”.

Está claro que Poe es en ese sentido creyente. Por lo menos al final de su vida. Su teología sin embargo es algo especulativa. ya que dice a continuación: “Un Dios que existe solo y por si mismo, se convirtió en todas las cosas de repente, por voluntad propia, mientras que todas las cosas se hicieron parte de Dios”.

Esta idea que todos somos dios –entre el pananteísmo (que Dios está en todo) y el panteísmo (que Dios es todo)– hizo que muchos le acusaran de blasfemia. Poe se sorprendió de ello. En una carta de respuesta a Hoffman por su crítica en Literary World, el escritor dice que son “tergiversaciones, hechas con el serio propósito de acusar a su libro de impío, calificándole de panteísta, politeísta, o Dios sabe qué”.

MISTERIOSA PROVIDENCIA
Para alguien como él, que tuvo una vida tan desgraciada, no hay duda que la idea de una vida o más después de la muerte, podía ser indudablemente atractiva. La reencarnación aparece en algunas de sus historias, pero no hay razón para pensar que él mantuviera esa doctrina. Desde luego la frase que se suele citar de Marginalia, no presenta la enseñanza tradicional sobre la reencarnación. Dice que “en una existencia futura, miraremos nuestra existencia presente, como un sueño”.

Es evidente sin embargo que las ideas religiosas de Poe no son muy claras. En un sentido podemos entender que hubiera perdido la fe, como confianza en la Mano divina que dirige nuestra vida cada día con un propósito, nuestro bien espiritual. Ya que las muertes tempranas y tristes de sus seres queridos (su madre, la señora Stanard, Frances Allan, su hermano y la larga enfermedad de Virginia) probarían la fe de cualquiera. La pobreza, la enfermedad y el fracaso, fueron sus constantes compañeros. Sus últimas palabras sin embargo, según el testimonio del Dr. John Moran, fueron: “Señor, ayuda a esta pobre alma”.

Mientras recorro esta casa llena de dolor y amargura, donde pasó los últimos años de su vida, uno no puede menos que preguntarse por el misterio de la Providencia. Caminando solo por este barrio del Bronx, deambulo con el recuerdo de mi padre, que se encontró aquí un año sin casa, ni dinero, mientras yo estaba en casa enfermo con mi madre. En la vida hay muchas cosas que no podemos entender y amargarían la vida de cualquiera. No es difícil desconfiar de la Providencia divina…

DOMINADOS POR EL MIEDO
Poe fue un hombre dominado por el miedo. “El terror de mis relatos –escribe–, “no procede de la lejana Alemania, como algunos dicen, sino de la densa oscuridad de mi corazón”. Por eso el escritor estaba más cerca de la verdad que muchos de nuestros contemporáneos. Entendía que los temores no vienen de nuestras circunstancias, sino de nuestro interior.

La ansiedad es una condición del corazón que da lugar a muchos males –codicia, avaricia, robo, pero como en el caso de Poe, crea también muchas adicciones–. Nos vuelve irritables, ásperos, retraídos y faltos de cariño. Puede que nos lleve a tapar la verdad y mentir sobre algunas cosas. La raíz de la ansiedad no está sin embargo en una condición psicológica –como muchos creen hoy en día–, sino que para Poe tiene un origen claramente moral, en el problema que la Biblia llama pecado.

Jesús dice: “No os preocupéis por vuestra vida” (Mateo 6:25). Ya que al “angustiarnos por el mañana” (v. 34), mostramos la raíz de nuestra ansiedad: “poca fe” (v. 30). La falta de confianza en todo lo que Dios ha prometido ser para nosotros en Cristo Jesús. No pensemos que Dios ignora nuestras necesidades. Él las conoce todas (vv. 31-32). No nos mira con indiferencia, a la distancia, sino que se interesa por nosotros, como muestro Padre celestial. ¡Depositemos en Él toda ansiedad!, porque Él cuida de nosotros. (1 Pedro 5:7).
 

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