2010, un año glorioso

Se marchó el 2009 con sus alforjas llenas de desdén, abarrotado de sinsabores, de lágrimas y silenciosos sollozos.

Ha sido en lo personal (y para el círculo de amigos y hermanos más cercanos) un año de desafíos, de recios vientos, de contrariedades y zarandeos.

Un 2009 extremadamente austero. Doloroso por las pérdidas de seres queridos, penoso por la ausencia de un mismo credo, amargo por el vacío indescriptible creado entre orillas por las que antes se podía surcar.

Aquello que no nos hunde potencia nuestras ganas por seguir en la lucha, hace de nosotros seres aún más fuertes.

Quiero presentarme ante este nuevo reto llamado 2010 envuelta en ese halo de confianza divina, concebir mi capacidad para hacer todo aquello que me proponga si cuento con la inestimable ayuda del Todopoderoso.

Necesito depositar a sus pies los trastos inútiles con los que a veces cargo y dejar que Él se deshaga de ellos.

No quiero seguir caminando con la sensación de estar frenada, de que algo me limita mermando mis pasos y haciendo que ellos no tengan la agilidad que deben. Ansío extender mis alas en este nuevo amanecer y poder emprender el vuelo.

Dejar atrás la congoja y propagar entre quienes me rodean ese elixir de ánimo tan carente en nuestros días. Ambiciono ser útil conformándome tan sólo con recibir cada día mi porción de pan y siendo bendecida por el Altísimo.

Hoy codicio más que nada que las nubes de conflictos, de disensiones, se disipen con la lluvia, que este nuevo año sea el año que todos esperamos, como dice un buen amigo, “Un año Glorioso”.