Hablar por hablar

Es por ello que de vez en vez tiendo a reflexionar sobre esa complejidad que nos invade a diario y que nos hace ser personas enrevesadas.

Coloreamos de rosa nuestra sociedad volviéndonos marujones y marujonas de patio de vecinos, permitiéndonos cuchichear sobre los pormenores de tal o cual persona, todo ello sin tener la menor idea de lo que realmente importa, o si en realidad se tiene, parece quedar sepultada entre tanta tonelada de basura de lo que tristemente se considera prensa del corazón.

Es realmente absurdo oír cómo se desarrolla una jornada particular en la vida de cualquier famosillo, pero aún más ilógico es comprobar la cantidad de personas a quienes les interesan este tipo de banalidades.

Lo peligroso es cuando los programillas de entretenimiento meten baza en aquello que merece gran respeto. Cuando hablan maleducadamente y sin conocimiento sobre temas concretos que no tienen cabida en sus espacios televisivos.

Quienes huimos de esa morralla no quedamos excluidos de ser proclives a participar en otros medios, a exponer nuestros fatuos cotilleos en tertulias con los amigos. Entramos a formar parte de un mundo rosa en el que no dejamos títere con cabeza. Avasallamos con nuestros argumentos y desnudamos confidencias ajenas entre sorbo y sorbo de café.

Terribles consecuencias conlleva el lanzar piedras en tejados ajenos, pues sin ser conscientes de ello esas mismas piedras nos golpearan algún día con efecto boomerang.

Aprendamos a guardar silencio.

Aprendamos a ser prudentes y no sacar a la palestra asuntos que pueden zaherir a otros, dañando con nuestra forma desmedida de medir.

No seamos presurosos al hablar. A veces es necesario guardar silencio para decir algo interesante.