Supercristianos pluscuamperfectos

Esa ambición se vuelve dañina cuando se inclina hacia la prepotencia, cuando ese deseo por ser superior hace que los demás se sientan inferiores.

En busca de una utópica perfección, el hombre huye del hombre pretendiendo alcanzar esferas más sublimes, reiterando unas características que no les son naturales y de las que nunca podrá hacer alarde.

Aún así, son muchos los que ataviados con trajes de súper héroes o heroínas hacen acopio de una perfección irreverente y se dedican a criticar lo que consideran defectuoso.

No es difícil encontrarse con estos altivos seres, están más cerca de lo que creemos.

En nuestras iglesias deambulan personajes de este tipo, "hermanos" que se creen muy superiores y que sin una pizca de humildad alardean de tener un estatus espiritual al que los demás no podemos acceder.

Amonestan a quienes son vulnerables y ven los problemas como consecuencia de una vida en pecado. Si erróneamente te atreves a contarles tus inseguridades, dan por hecho que la comunión con el Padre deja mucho que desear.

Van por ahí con el pecho henchido, mirando con arrogancia a la multitud tendida en la arena esperando su pan. Ellos, son los privilegiados que no aguardan junto a la muchedumbre, se creen exclusivos y acodados junto a Dios se tutean con Él.

Me apenan estos devotos que amenazan con multiplicarse. Me apenan porque veo en ellos fariseísmo, sepulcros blanqueados, piedras de tropiezo.

Qué favorable es ser conscientes de que los errores son parte de nuestra condición humana, que Dios los perdona y nos enseña a través de ellos.

Cuánta alegría al poder contar con amigos, hermanos que son similares a nosotros, personas que sufren, lloran, pasan por problemas y no por ello se alejan de Dios.

Qué bueno saberse entendido y no repudiado. Saberse oído y no apedreado. Apreciar la hermosa presencia de Dios que nos hace comprender que somos seres imperfectos y que diariamente necesitamos ser reparados en el taller de su amor.