Todos quieren ser como Iker

Cuando yo era niña -desgraciadamente una etapa cada vez es más lejana- los niños y niñas del barrio solíamos jugar algún que otro partidillo de fútbol. Para ocupar el puesto de portero siempre elegíamos al chico más gordito de la pandilla.

Aquel a quien le costaba correr y que gracias a su cuerpo fortachón dejaba menos espacio en la portería para que el contrario introdujera el balón.

No teníamos ningún problema a la hora de elegir, siempre escogíamos al mismo, y él, aún sabiendo el porqué de tan rápida elección, nunca se molestaba.

Ser portero era sinónimo de ser gordito, rechoncho, era como adjudicarle el apelativo de abultado, sabiendo qué, cuanto más volumen poseyese el susodicho portero, más claramente sería rifado por ambos equipos.

Todo eso, como muchas otras cosas, el tiempo lo ha logrado cambiar. Los niños de hoy no sólo desean ser delantero centro, extremo derecho o izquierdo, ahora también ambicionan ser porteros, ser como Iker Casillas.

Un joven guardameta que gracias a un trabajo tan bien realizado y de tanta calidad, ha logrado que muchos chicos deseen ser como él.

Durante la Eurocopa, los medios de comunicación han hecho referencia a Iker como el mejor portero del mundo.

Ser admirado hasta el punto que este jugador lo es debe ser todo un privilegio. Saberse querido e imitado por chicos que se dedican a jugar al fútbol, supondrá para él todo un alago.

Ambicionemos un poco de esa fama, seamos por unos momentos conscientes de nuestro potencial como personas que en un determinado momento tomamos la acertada determinación de creer en Jesucristo.

Ambicionemos ser imitados, siendo a la vez imitadores.

Pensemos por unos minutos lo grande que sería para cada unos de nosotros si nuestras vidas fueran deseosas de emular, si cada cual en el entorno en el que vive pudiera ser admirado por sus semejantes.

Nuestras vidas tomarían un cariz muy distinto, seríamos más condescendientes con los errores de los demás y nos esforzaríamos por vivir más de acuerdo a la voluntad del Padre.

Hoy un gran número de niños quieren ser como Casillas, ojalá muchos de nuestros congéneres desearan parecerse un poco a nosotros, y no simplemente por nuestro buen juego en el campo de batalla de la vida, sino más bien por propagar un agradable aroma que saturara los corazones de buenas nuevas.