Carles, un amigo desconocido

Cada vez que he leído algo escrito por él he sentido como esa persona totalmente ajena a mí era cada vez más próxima, como si sus palabras lo describieran haciéndolo cercano a todos quienes lo avistábamos a través de sus palabras.

Cuando recibí la noticia de su muerte sentí desazón, pesadumbre por la ausencia de un ser al que nunca he visto, pero al que me unía un invisible lazo afectivo de color carmesí.

Carles Pujol ha logrado hacernos reflexionar con sus frases, expresiones sencillas que hilvanaban las ideas de un hombre con unos valores que brillaban entre sus letras. A grandes rasgos desconocido para mí, pero allegado en el ámbito del lenguaje.

En uno de sus artículos titulado “Tener para dar” mostraba con llaneza el acto hermoso de la generosidad. Hoy hago alusión a ese artículo porque gracias a todo lo que él generosamente nos ofreció, esas frescas gotas de sí mismo, ha conseguido que pueda expresar abiertamente mi gratitud hacia su persona.

Al marcharse deja enormes huecos dentro de su familia, entre sus amigos, y entre otros muchos que sin conocerlo nos sentimos apenados por su partida y a los que nos queda el resquemor de no poder seguir gozando de esas cartas amigas con las que semanalmente nos llevaba a la meditación.

Desde aquí y con la torpeza de quien aún necesita pulirse en el arte de escribir, deseo transmitir mis condolencias a quienes circundaron la vida de Carles, deseando que el desconsuelo quede mitigado al arroparlo con la promesas de que él está en un lugar privilegiado donde, entre otras muchas cosas, no existe el dolor.