Homenaje a los ausentes

Esos jardines serenos y silenciosos se llenan durante estos días de visitantes, que en quietud, realizan con cilicio una peregrinación para depositar cantidades inmensas de flores en memoria del ser querido.

Los seres humanos nos aferramos a la vida de una forma sorprendente, somos incapaces de desprendernos de los hilos que nos unen al ausente.

Acudir al cementerio es un acto tan común en nuestra sociedad que el hecho de no llevarlo a cabo puede parecer una acción gravosa a ojos de quien no comprende una actitud tan insensible.

Bajo mi criterio; siempre predominado por el respeto, no estoy a favor ni en contra de que se visiten los cementerios a modo de recordatoria, lo que sí me molesta es el negocio implícito que ello conlleva. En estos días todo lo relacionado con oficios post mortem se encarecen de una forma desorbitada, las flores acaban duplicando su precio y más de uno aprovecha la ocasión para hacer su agosto.

Igualmente insensato me parece la intercesión y honra por las almas de los difuntos que partieron para ir supuestamente a morar con Dios; eje principal de esta celebración. Un culto a los muertos absurdo, pero llevado a cabo por una multitud aferrada a las tradiciones religiosas.

Recordar no significa tener que rogar para lograr que los rezos hagan la función de bálsamo. Recordar es simplemente traer al presente el ayer y evocarlo con la satisfacción de haber disfrutado junto al ausente de la aventura de vivir.

Un año más los cementerios se llenarán de lágrimas, de suspiros, de homenajes. Un año más se colmarán de seres que aún no han conocido al autor de la vida que por su gracia nos regala un pasaje a lo eterno dejando las tumbas vacías.