No imponer, sí conquistar

Me gusta este término. Se introduce cada día en mi vivir, recordándome que he de ponerlo en práctica cuando me encuentro con personas que no comparten; y con los cuales yo tampoco comparto ideas , forma de vida.

La imposición es algo que no suele gustar, el doblegar de manera autoritaria a alguien para que actúe a nuestro antojo es una acción que produce rechazo, que molesta y daña.

Hay a quienes les resulta más fácil obligar a los demás a creer en Cristo propagando argumentos atemorizadores, que ofrecer soluciones palpables a los problemas ajenos. Hablar de una manera teológica, con argumentos no ininteligibles, en vez de expresar con claridad una verdad que se fundamenta en la sencillez de un Dios excelso que se hizo hombre para llegar hasta el hombre.

Me molesta ese empeño por conquistar almas con armas nada humildes, esa necia obstinación de intentar inculcar nuestras ideas sin que estas sean avaladas por un testimonio de a diario.

Nos conformamos con vender nuestro producto, haciendo oídos sordos a las explicaciones que se nos exponen, posicionándonos en un pedestal desde el cual vemos con prepotencia los pecados de otros.

A Cristo no podemos venderlo, su amor, su vida se regala , es una dádiva que Dios dio al hombre, y aunque no somos merecedores de ella, tenemos el deber de ofrendarla, haciéndolo de la forma más hermosa, con sencillez y dulzura. Convencidos de lo que creemos, pero con flexibilidad y tolerancia hacia quienes no creen lo mismo.

Atrayendo con argumentos que despierten interés, motivando al desanimado, ayudando al necesitado. Mostrando los frutos del Espíritu Santo: Amor, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe.

Imitando la vida de Jesús, manifestando como él controla nuestras vidas, conduciéndonos de forma que los que aún lo desconocen puedan ver en nuestras vidas reflejos de un amor que sobrepasa todo entendimiento.