Analiza la inmensa influencia de este libro, no sólo en el
Quijote, sino en el mismo
Hamlet de Shakespeare, y se pregunta por qué la historiografía actual desprecia el testimonio de esta crónica, para entender la memoria histórica de nuestro país.
Este libro fue publicado por primera vez en Heidelberg en 1567. Su titulo se inspira por una obra de Calvino, escrita seis años antes contra la negación de la Trinidad que hace un hombre llamado Valentino Gentile, que huyó a Ginebra en 1558.
La importancia de esta crónica ha sido mucho tiempo eclipsada por el alegato de Bartolomé de las Casas a Carlos V, que se publica quince años antes, y es para muchos el origen de la “leyenda negra”. El profesor de Pablos demuestra sin embargo que ésta es la primera denuncia de la Inquisición que se difunde por toda Europa, antes de muchas otras obras de judíos, italianos, alemanes, franceses, ingleses y holandeses.
DE LA “LEYENDA NEGRA A LA “LEYENDA ROSA”
La expresión “leyenda negra” se suele atribuir a Julián Juderías, que titula así su obra apologética en 1914. El profesor de Pablos recuerda sin embargo que la expresión ya se
usa en unas conferencias que dio Blasco Ibáñez en Buenos Aires en 1909. Ante la innovadora línea del israelí Netanyahu, seguida por la profesora belga Stallaert, se inicia una amplía polémica entre los especialistas. Y la perspectiva predominante hoy en día es la de intentar ser lo más comprensivo posible con la Inquisición. El testimonio de Montes es duramente criticado por historiadores como el anglo-birmano residente en Barcelona, Henry Kamen o el francés Marcel Bataillon.
Hombres tan influyentes en los estudios de la Inquisición como Juan Antonio Llorente, comparan el relato de Montes con las Actas, y los encuentra correctas, pero tiende una sombra de sospecha por “el fanatismo luterano del autor”. El investigador alemán Ernst Schäfer estudia concienzudamente los archivos de Simancas, confirmando las afirmaciones de Montes, pero adopta una serie de prevenciones, contradictorias con el uso que hace de él como fuente. Lo mismo pasa con Bataillon, que no acepta como objetivo el testimonio de Montes, pero se apoya constantemente en él.
UNA VOZ EN EL DESIERTO
El IV centenario de Felipe II, como el posterior de su padre, estuvo dominado por esta corriente revisionista, que el profesor de Pablos advierte incluso en autores protestantes como César Vidal.
Será un escritor como Juan Goytisolo, quien se enfrente a Kamen y su argumento de que Felipe II actuó con la misma brutalidad que Isabel I, para recordarle que “la revolución luterana y calvinista desembocó a la postre en libertad religiosa y la secularización del Estado”, mientras España se descuelga durante más de dos siglos del tren europeo, dejando a Inglaterra a la cabeza.
Cuando historiadores como Ricardo García Cárcel y su discípula protestante Doris Moreno, siguen hablando de la “leyenda negra” de la Inquisición como un “invento propagandístico”, otros como Manuel Lucena aseguran que no se trata más que de “relatos fantásticos, descripciones grotescas y acusaciones que nada tienen que ver con la realidad”.
La voz de
Francisco Ruiz de Pablos sorprende en medio de este desierto con la coherencia del que nos recuerda que “sólo desde el preciso y cabal conocimiento del pasado podremos abrirnos mejor el paso hacia el futuro”. El historiador, nada sospechoso de protestantismo, nos recuerda que “no se trata ya de juzgar el pasado política o moralmente, sino lisa y llanamente de entenderlo”. Y para esto de nada nos sirve las comparaciones de Kamen entre los horrotes de la Inquisición con los regímenes dictatoriales o totalitarios del pasado siglo XX.
LA OTRA MEMORIA HISTÓRICA
De Pablos denuncia a aquellos que “confunden objetividad histórica con deshumanización absoluta y distancia en la lectura de los hechos, en los cuales los muertos o los encarcelados y torturados son puros datos, tratados fría y estadísticamente”.
Su obra, como la de la novelista Eva Díaz en su emocionante libro Memoria de Cenizas, que le ha valido el reciente Premio Miguel de Unamuno, nos recuerda que España tiene una deuda histórica con los protestantes españoles.
Mucho se habla hoy de la guerra civil, pero ¿qué ocurre con la Inquisición?
¿Cuándo llegará el momento de reconocer que España no fue una simple víctima de “la leyenda negra”, sino responsable de la persecución y eliminación sistemática de todos los disidentes de lo que se considera a partir de entonces la religión oficial de nuestro país?
Alguien tan comprometido con la educación como es De Pablos, se pregunta cuándo se enseñará a nuestros jóvenes que en España había entonces personas que leían la Biblia, siendo perseguidos por ello. “Tras treinta años de estudio”, asegura el profesor, “estoy cada vez más convencido de que no hay razones objetivas para dudar tanto como algunos investigadores, tal vez prejuzgantes, sobre el fondo de autenticidad latente en las informaciones que nos suministra el libro de Montes”.
Sea cuál fuera la persona que se oculta bajo el seudónimo de
Reinaldo González Montes,
no hay duda que fue un protestante andaluz, que escapó de la cárcel de la Inquisición en Sevilla, para dar testimonio de lo que estaba allí pasando en su obra las Artes de la Santa Inquisición española.
Lo hace con “un latín de calidad, parangonable con el de otros escritores contemporáneos en la Europa del siglo XVI”. Y escribe con “una buena base humanística, escriturística y teológica”, llegando a ser
Un protestante sevillano, fuente esencial de Hamlet, como titula el libro publicado por el profesor De Pablos el año 2000.
¿No es una tragedia que ni los protestantes españoles lo hayamos leído hasta ahora? Los amantes de la libertad y la verdad tenemos una deuda con esta memoria histórica. ¿Se acordará ahora también alguien de ella?
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