Un segundo hallazgo muy similar ha sido realizado por una expedición científica al atolón de
Saba Bank en el Caribe. Los especialistas de CI y del Museo de Historia Natural de la Institución Smithsonian dijeron haber confirmado la existencia de la más rica diversidad de vida marina de la que se tenga registro en aquel mar. El nombre del lugar,
Banco de Sabá, era profético, pues parecía augurar el asalto a inimaginables bellezas del tipo a las que sorprendieron a la reina de Sabá cuando contempló los tesoros de Salomón. La Escritura cuenta que la belleza del templo israelita enamoró a aquella poderosa antigua, aunque lo cierto es que los anhelos de la reina no se quedaron ahí.
El brillo de aquella majestuosidad compuesta por átomos no fue el principio y el fin del deleite de Sabá. Para muchos de nosotros hubiera sido suficiente con el deslumbre de bellezas de oro y con los manjares mediterráneos preparados para los invitados de Salomón. Sin embargo, la reina de Sabá renunciaba a creer que no existiesen tesoros de vida para su alma, mente y espíritu. Sabá era una inconformista integral que dijo
“al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído” (1 Reyes 10, 6-7).
Sabá es el paradigma de heroína que ni el cine ni los comics modernos han sabido explotar. Catwoman o Superwoman luchan contra villanos que no existen, pero la reina de Sabá combate pestes satánicas del siglo XX y XXI como la indiferencia y el conformismo. Sabá dudaba de que aquello que se creía y se decía en su mundo fuera el todo en la vida. Fue por ese rechazo a la indiferencia por lo que se atrevió a considerar rutas que le pudiesen abrir el camino hacia la autenticidad y trascendencia. Y así llegó hasta los pies de Salomón, arquetipo de la sabiduría y revelación que siglos más tarde encarnaría el Cristo.
Salomón es símbolo de la sabiduría del Mesías y Sabá representa a aquellos que renuncian a lo establecido y que anhelan lo sublime. El descubrimiento de ese mundo de peces y corales también nos avisa de que la auténtica belleza que podemos encontrar en Dios o en un atolón del Caribe necesita ser cuidada. Los científicos de EEUU que se toparon con este Edén submarino afirman que el atolón está amenazado por la actividad petrolera.
"Los frágiles ecosistemas del atolón son adversamente afectados por esas tareas, por las anclas y por las cadenas de las naves", manifestaba
Michael Smith, director de la Iniciativa para la Bíodiversidad del Caribe.
Aunque Dios desea mostrarnos nuevos tesoros cada día, la realidad es que de nuestra voluntad depende que los descubramos, los cuidemos y los desarrollemos. Así fue al principio del Edén bíblico y así es ahora.
Nuestras decisiones tienen la llave a nuevos mundos que el Creador entrega a aquellos que le buscan y le aman.
La indiferencia del creyente y del no creyente es el alimento de la satánica sensación de que ya no hay nada nuevo que descubrir en nuestra vida, nada nuevo que aprender. La grandeza de la sabiduría tiene como consecuencia el llegar a hacernos decir, al igual que el científico
Smith, que
"descubríamos nuevas especies cada día que estuvimos allí". Amén.
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