Uno de los refranes más antibíblicos que conozco es el que dice que “
cuando el río suena, agua lleva”. Rechazo la generalización del dicho por injusto, porque es una sentencia cruelmente justificadora de cualquier rumor, cuando lo cierto es que es fácil hundir a un semejante mediante difamaciones; tan sólo basta con proponértelo. La evidencia de esta crueldad se puede ejemplificar en la frecuencia con la que vemos y oímos falsas noticias que surgen con el único fin de destruir a otros. El desprestigio a costa de la mentira cuenta con el sublime aliado moderno del ingente bombardeo informativo, imposible de contrastar siquiera en parte.
Basta escuchar informaciones deleznables acerca de cualquier individuo o grupo para saber que ya no importara que dichos rumores se demuestren como falsos tiempo después: la verdad siempre aparecerá tarde, y
el o
los denostados ya habrán quedado marcados por la sospecha para siempre. O al menos seguro que serán vistos con reticencia y desconfianza por muchos de los que anteriormente ya configuraron en su cerebro una imagen repudiable del atacado. Así de cruel.
Tras las caricaturas de Mahoma, en estos últimos días se ha dicho de todo acerca de la libertad de expresión, la tolerancia y las religiones. Conocidos comunicadores han comentado al respecto cosas como que “
las religiones monoteístas, tan parecidas, tan particulares, tan llenas de la nada de sí mismas y tan angustiadas, germinan en el fundamento del concepto de uno para todos. Un pensamiento único…”. Otros voceros mediáticos han seguido una línea parecida, pero expresándolo de diferentes maneras: “
en realidad, todas las religiones son sistemas de pensamiento reductores”.
Aunque es evidente que las reacciones de estos periodistas occidentales no son comparables con la de los violentos asaltantes de embajadas, sí que existe un vicio compartido con aquéllos en el sentido en que quienes afirman que “todas las religiones son malas” están participando de la prejuiciosa generalización. En el supuesto caso de que el autor de las viñetas de Mahoma fuera merecedor de castigo, el resto de sus conciudadanos no tienen por qué sufrir ningún correctivo. Millones de habitantes daneses –pongamos el caso- no deben ser sufrir mal tan sólo porque uno sólo de sus habitantes decidió publicar o realizar una caricatura de Mahoma. No es justo.
Aunque ya nos hemos acostumbrado, sigue pareciéndome llamativo el hecho de que algunos de los comunicadores más conocidos de mi país estén usando el tema de las caricaturas de Mahoma para desarrollar artículos o parrafadas contra… ¡el cristianismo!, dejando de lado el tratamiento de la intransigencia que ejercen algunos de quienes se declaran seguidores de Mahoma.
Yendo más allá, no es justo que se meta a todas las religiones y a todos los practicantes de cada una de ellas en cualquier saco, y menos aún en el saco común de la intolerancia,
el fanatismo o la agresividad. Hacer esto tiene más que ver con las fobias y traumas particulares que con la realidad objetiva.
Todos no somos la misma cosa ni creemos las mismas cosas, de igual modo que si un “no creyente” viola o masacra no hace por ello violador o genocida a todos los que prescinden de un Dios al que rendir cuentas.
No sé si todos los que arremeten generalizando contra toda creencia hubiesen sido capaces de estar sentados en sus cómodos sillones y situarse frente a Teresa de Calcuta o Luther King para, mirándoles a los ojos, decirles: “
el cristianismo es una fe reductora”.
Recordemos –por ejemplo- las matanzas de indios a manos de españoles en la América del siglo XVI. ¿Se imagina que mientras usted camina por la calle le agrediesen –física o verbalmente- por aquellas matanzas de antaño? ¿Es cada español un asesino por el hecho de que algunos españoles matasen hace siglos? ¿Son todos los socialistas torturadores por causa de las vejaciones cometidas por las checas de Madrid? ¿Son cada uno de los estadounidenses unos criminales porque su ejército lanza bombas en Irak? ¿Son todos los votantes de la derecha admiradores del generalísimo Franco?
¿Son el periodismo, la política, la enseñanza o la abogacía prácticas que necesitan ser erradicadas de la sociedad por causa de los continuos abusos cometidos en sus nombres?
Generalizar nos hace generalísimos y nos convierte en partícipes de los instintos de la naturaleza caída. Quien hoy apunta a los creyentes para argumentar que el cristianismo mató en el pasado es un generalísimo, porque es quien mata, sea hoy o ayer, sea en el nombre de Dios o de Paco, quien debe dar cuentas a la sociedad y a Dios. Como cristiano, sé que la respuesta que el Evangelio me demanda respecto al mal causado es menos prejuiciosa y más difícil de acometer que cualquier generalización. Como Hijo de Dios, se me pide arrepentimiento si el mal lo he causado yo y se me exige perdón cuando el mal lo causa otro. Que el Señor me ayude en la sublime y ardua tarea de vivir en la libertad más auténtica, aquella sin
generalísimos de ningún tipo.
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