Tras 55 álbumes y 22 vueltas por el mundo, el grupo que se sube a este escenario de un teatro de Nueva York en la película de Scorsese, no son los mismos
Stones de 1962. Ellos nacieron de la unión del exhibicionismo de Mick Jagger con el lado salvaje de Keith Richards, por la errática figura del autodestructivo Brian Jones.
El supuesto líder del grupo moriría ahogado en 1969, justo después abandonar la banda, en un misterioso accidente, que tiene todas las apariencias de un homicidio. Fue el primero de muchos cadáveres que recorren la tragedia de toda una generación en busca de nuevas experiencias por medio de las drogas, el sexo y el rock´n´roll.
Si el
beatle Paul McCartney sentía así “el amor y la verdad”, Jones sólo encontró demonios y monstruos. Él y Jagger se interesaron por el
gurú Maharishi por un tiempo, pero parece que no les sirvió de mucho la
Meditación Trascendental. Si el
LSD hacía pensar al
beatle George Harrison en los Himalayas, o llevaba al guitarrista de los
Who, Pete Townshend al Meher Baba, a los
Rolling les abre un oscuro pozo de serpientes amenazantes. Porque ¿de dónde salen si no, esas brutales letras al borde de la locura?
La primera vez que Brian Jones tomó
ácido, vio criaturas que salían del suelo, las paredes y los techos. Empezó a buscar a alguien que estuviera escondido en los armarios, y estaba aterrorizado. Si las letras de Jagger son también autobiográficas, parece que él también tuvo malas experiencias. Dice en su
Ataque de nervios nº 19: “En nuestro primer viaje intenté con todas mis fuerzas reordenar mi mente / Pero después de un rato me di cuenta de que me estabas desarreglando tú a mí”.
O bien la droga sacó a la superficie los monstruos de temores reprimidos o malos recuerdos, ó ésta afectaba de tal modo la conciencia que parecía desaparecer toda protección mental. Hay una obsesión entonces por la personificación del mal, que algunos conjuran, pero con la que otros también luchan. Es ahí donde nace la “simpatía por el diablo”.
SIMPATÍA POR EL DIABLO
El ahora abuelo de dos nietos y padre de siete hijos de modales exquisitos, Jagger, se desgarraba entonces una camisa negra por el pecho, en su celebre
Circo del Rock´n´Roll, para mostrar un tatuaje que parecía representar al diablo.
En una famosa foto de David Bailey, el cantante de los Stones tiene una copa de vino tinto en la mano, mientras en la otra exhibe un tridente, mostrando una mirada maligna. ¿Era esto una simple imagen promocional?, o ¿había algo más de atracción por lo oculto? Jagger se había educado en una familia bautista, pero estudió algunos libros esotéricos, y se rumoreaba que Richards hacía rituales de magia y brujería, con su novia Anita Pallenberg. Al preguntarle la revista
Rolling Stone, dijo que “esto es algo que todos deben investigar”, ya que “es posible que haya algo”. Él contesta: “no soy un experto, sólo lo intento, y lo sacó un poco a la luz”.
Hay muchos mitos en torno a la relación del rock con el satanismo. Algunos creen que canciones como
Sopa de cabeza de cabra fue grabada por los
Rolling en un ritual de
vudú. Pero el diablo, para muchos de estos músicos de rock no es una personificación del mal, sino la atracción seductora de lo prohibido. Jagger dice que “simpatía por el diablo” era una frase de Baudelaire: “Lo saqué de la literatura francesa, tomando un par de frases, que luego fui ampliando”. La canción por lo tanto no trata de ninguna criatura angélica maligna, sino de “darle la vuelta a las cosas”. Ya que entonces “todo se reducía al sexo, la bebida y las drogas”. Era “una exploración del otro lado de la mente”. Ahora sin embargo dice Jagger, que “abandonarse” es algo que puede ser “muy peligroso, especialmente cuando empiezas a usar drogas”.
Los
Stones como tantos jóvenes entonces, buscaban una vida mejor, una existencia más emocionante, que fuera más allá del decoro. Jagger y Jones venían de familias tradicionales y conformistas, que vivían en barrios acomodados, con jardines bien cuidados, bonitas vistas y rejas de protección. Sus madres eran amas de casa, y tenían padres trabajadores y disciplinados. Pero la vida en casa se les antojaba llena de restricciones. Richards venía sin embargo de un medio obrero, ya que creció en casas de protección oficial. Pero el
rock´n´roll era para todos ellos una reacción frente a un ambiente claustrofóbico. Querían gritar y dar patadas, buscando peligros, más allá de todas aquellas mediocres aspiraciones en torno suyo. “Cuando recuerdas aquello, era bastante aburrido”, dice Jagger. Se entiende así que para el que quiera romper con todas esas reglas, la palabra diablo no sugiere más que misterio y emoción...
ÁNGEL DE LUZ
Las referencias al diablo llenan la música blues, que tanto admiraban los Rolling. Muchas piezas del folklore sureño norteamericano evocan encuentros a medianoche con un diablo que ofrece satisfacer los deseos de tu corazón, a cambio de tu alma. El mito de
Fausto reaparece así junto a las memorias supersticiosas de la religión africana. Pero el diablo de los
Stones es también el de poetas románticos ingleses como Blake o Shelley.
No es el gran engañador de la Biblia, sino el prototipo del verdadero hombre, libre de las normas y reglas de la moral tradicional. Como ha escrito David Dalton en su libro sobre los primeros veinte años del grupo: “Satanás es el rebelde que promete libertad, el enemigo de la hipocresía y la complacencia”. Es a ese “santo patrón del
blues y del
rock” , que los Rolling le dedican su simpatía.
Aquella canción,
Simpatía por el diablo, fue grabada en Londres en noviembre de 1968 para abrir su disco
Banquete de vagabundos, siendo filmada por el director de la
nueva ola del cine francés Jean-Luc Godard, en su película
Uno más uno. “Es una inspiración constante para mí”, dice también Scorsese. En ella suenan tambores africanos, rodeados de gritos que recuerdan una ceremonia
vudú. Evoca impresiones de un ritual de sudor, jungla, llamas, con cuerpos que se retuercen. Tiene que ver con la lectura de un libro,
El maestro y Margarita, escrito por Bulgakov en 1938, aunque prohibido en Gran Bretaña hasta 1967. Muestra al diablo como “un hombre rico y con buen gusto”, dice Jagger, que cuenta los sucesos de la Historia desde su punto de vista. En ese sentido se parece al “ángel de luz” que describe la Biblia.
Alguien que tuvo mucho que ver con la educación de los Rolling en lo oculto fue el director de cine norteamericano Kenneth Anger, que se estableció en el barrio londinense de Chelsea en 1966. Educado en Hollywood, a Anger le atraía, digamos, “el lado oscuro de la vida”. Había escrito un libro describiendo esa
Babilonia de Beverly Hills, que relata asesinatos y suicidios en el mundo del cine, mostrando los vicios y perversiones de las estrellas del celuloide. Al entrar en el círculo de los
Stones, Anger introdujo las ideas mágicas de Aleister Crowley (1874-1947), un patético personaje criado en una
Asamblea de Hermanos, que se había obsesionado desde su niñez con la figura del
Anticristo, la Gran Bestia del Apocalipsis. Para Jagger hoy, “todo aquello de la magia era un truco”. Lo que les atraía del satanismo de Crowley era su justificación de un modo de vida permisivo. Anger creía realmente en todo aquello, pero para los
Stones como para David Bowie o los Beatles, fue una simple moda.
INSATISFECHOS
En los años sesenta sólo había dos grandes discográficas en Inglaterra,
EMI y
Decca. Las dos eran subsidiarias de grandes corporaciones eléctricas.
EMI tenía a los
Beatles, y
Decca consiguió por medio de un empleado de Brian Epstein, el
manager de los
Beatles, a los
Rolling Stones. Es Andrew Oldham, que había hecho también de relaciones públicas para la inventora de la minifalda, Mary Quant, quien uniforma a los
Stones, como los
Beatles. Establece un modelo exitoso de rudeza, malas caras y desdén, que será luego usado por centenares de grupos durante las siguientes décadas. Sus entrevistas tienen que ser monosilábicas y poco amables. Y hasta a Watts se le ordena sacar la lengua a las cámaras. Se crea así una empresa, por la que Oldham va a controlar todos los derechos, asegurándose la mayor parte de sus beneficios.
Si en 1965 los
Rolling decían que no podían encontrar “satisfacción”, ya en el 69 aceptaron que “uno no puede conseguir todo lo que quiere”. El sueño de “paz y música“, que representaba el festival de Woodstock, llevó a los
Rolling a organizar un concierto gratuito en una pista de carreras en la localidad californiana de Altamont. En vez de policías, recurrieron a esos motoristas conocidos como los
Ángeles del Infierno, para el servicio de seguridad. Era un gesto simbólico por el que pretendían que esos “nobles salvajes” de la subcultura americana de post-guerra, fuera de la ley, mantuvieran la ley. Y en vez de dinero, les pagarían con cerveza. El día anterior unos astrólogos trajeron malos augurios, y aquel día el LSD produjo bastante violencia entre la multitud. Al comenzar a tocar los Stones su declaración de
Simpatía por el diablo, algunos
Ángeles del Infierno apuñalaron a un joven de color. Las palabras de Jagger intentando mantener el orden, fueron inútiles.
CUESTIÓN DE CORAZÓN
Una moralidad que se basa en decir que “soy libre para hacer lo que quiera en cualquier momento” (I´m Free) nos lleva a esa locura. Fue el final de un sueño, para toda una generación. Podías tener el pelo largo, experimentar todo tipo de relaciones sexuales, y usar las drogas que quisieras, pero nada cambiaba la realidad de tu interior. “Me miro adentro”, cantaba Mick Jagger en
Píntalo negro, “y veo que mi corazón es negro”. Porque más allá del ocultismo, esa es la situación de todo hombre. Es por eso que nuestro problema no es cuestión de magia, sino de corazón.
Hay un mal profundo en nuestro ser, que está en la raíz de todas las cosas. Necesitamos por lo tanto una solución radical, un nuevo nacimiento (
Juan 3). Ya que es nuestro propio corazón el que necesita ser cambiado. Y eso es algo, que sólo Aquel que nos lo ha dado puede hacerlo. “¡Acerquémonos” entonces a Él!, “con corazón sincero”, dice
Hebreos (10:22), tal y como somos, con la confianza de que Él nos puede recibir y limpiar, dándonos nueva vida. Porque solamente en Él podremos encontrar satisfacción.
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