Aunque
Cuando el viento silba (1961) es la primera película que dirigió Bryan Forbes, había sido guionista durante mucho tiempo del actor y director británico Richard Attenborough, que le prestó el apoyo financiero para su debut como realizador. Se basó en este caso en una novela escrita por Mary Hayley Bell, madre de la niña protagonista, Hailey (1946), hija de la escritora y del actor John Mills (1908-2005), con el que había trabajado ya en otra película,
La bahía del tigre (1959), recientemente editada también en
DVD en nuestra país.
Aquella no era una historia nada infantil (aunque muchos tengan todavía la absurda idea de calificar como tal cualquier película en que salga un niño). En esta ocasión ganó un premio de la Academia británica, que había nominado
Cuando el viento silba en otras tres categorías. La fantástica fotografía en blanco y negro de Arthur Ibbetson y la espléndida música de Malcolm Arnold, realzan una obra pequeña, pero sólida, con un insólito planteamiento de partida: la reaparición de Jesús en el mundo.
Kathy vive con dos hermanos pequeños y un padre viudo en una granja del norte de Inglaterra. El continuo trabajo del padre les lleva a enfrentarse constantemente con un trabajador llamado Eddie, que se dedica a poner trampas para cazar animales. Un día rescatan tres gatitos, cuando está a punto de ahogarlos. El niño lleva uno de ellos al
Ejército de Salvación, pero le dicen que Jesús cuidará bien del gato. Los llevan entonces a un granero, donde Kathy descubre a un hombre barbudo y herido en una pierna (interpretado por Alan Bates), lo que nos recuerda a la película española
El espíritu de la colmena (1973) de Victor Erice. Pero cuando la niña le pregunta quién es, el hombre exclama:
¡Jesúcristo! La historia se desarrolla y resuelve por lo tanto, de manera muy diferente.
Hay en esta película escenas impagables, como la del grupo de niños compañeros de la escuela de Kathy, que siguen a ésta y sus hermanos al granero, dispuestos a ver a Cristo. Le traen pan y vino, pero en el encuentro se produce una rara tensión entre el ingenuo embeleso de sus miradas infantiles y la incomoda situación de este hombre, que no tiene mejor idea para mantener el engaño que acabar leyéndoles el periódico. Su nombre es en realidad Arthur Blakey y es un fugitivo de la justicia.
Al pensar los niños en la muerte de Cristo, intentan guardar el secreto y no se lo dicen a sus padres, pero la policía le busca por el pueblo. Cuando está a punto de ser arrestado, se entrega finalmente y el pequeño Charlie exclama decepcionado:
No es Jesucristo. Para él ahora:
Es tan solo un hombre corriente . Es obvio que estamos ante una parábola de una sociedad que descubre finalmente que el Jesús del que le han hablado en la escuela dominical no es más que un hombre normal.
Una y otra vez ha habido personas y grupos en la Historia de la Iglesia que han pretendido que Jesús ha vuelto, aunque la mayoría no le hayan podido ver y reconocer como el Cristo. Pero
el mensaje que se repite desde la Ascensión, en el Nuevo Testamento, es que Jesucristo volverá de una forma visible. “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá”, dicen los ángeles, “como le habéis visto ir al cielo” (
Hechos 1:11). “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”, escribe Pablo a los tesalonicenses, “descenderá del cielo” (1
Ts. 4:17). “He aquí que viene en las nubes, y todo ojo le verá” (
Apocalipsis 1:7).
Esa es la esperanza cristiana. La pregunta ahora es si estamos preparados para ello. Porque
Él “está preparado”, dice Pedro, pero “para juzgar a los vivos y a los muertos” (1 P. 4:5). A quienes “juzgará en su manifestación y en su reino”, advierte Pablo a Timoteo (2 Ti. 4:1). Ahora el viento silba, pero ese día sonará la trompeta. No habrá forma de evadirse. Todos tendremos que enfrentarnos delante de Él. Entonces veremos que Él es más que “solo un hombre corriente”….
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