Como contrapunto a esta incredulidad están las profecías bíblicas. En el libro de los Salmos (de 1000 A.C. aproximadamente) se anuncia que ningún hueso del Mesías sería quebrantado durante su muerte – 34, 20-, además de decenas de otros hechos que se sucederían al pie de la letra. En Zacarías (S. V A.C. aproximadamente) se relata que El Ungido vendría humildemente sobre un pollino (9, 9) e incluso se narra el precio exacto por el que Jesús sería traicionado –30 monedas de plata- ( 11, 12). Otros libros como el de Isaías recogen increíbles y precisas descripciones de lo que siglos después acontecería. Y por no hablar de las predicciones del propio Jesús, tales como la inminente destrucción del templo judío o la traición de Judas . Y si uno se inmiscuye en la investigación, se encontrará con diferentes y sólidos argumentos para rendirse a las evidencias del milagro inspiracional de Las Escrituras.
Es precisamente por este motivo por el que no podemos dejar de ser rigurosos con la verdad. Duele ver como los libros de moda, e incluso en ocasiones los más vendidos entre los cristianos, son aquellos que se toman la profecía a chufla . Obras que dan el nombre y apellidos de El Anticristo (desde Juan Pablo II a Bill Clinton, pasando por un larguísimo etcétera) o de lugares, tratados políticos, países y fechas que se presentan como el desenmascaramiento de ambiguos versículos de la Biblia. Varias de estas obras han pasado por mis manos y es triste comprobar lo normal que resulta que el tiempo no les dé la razón.
Por mi casa pululaba hace poco un libro cristiano (sic) de los años setenta que describía el desarrollo de Rusia “ según la Biblia ”. Me hizo gracia, por no decir otra cosa, como todo el mapa político internacional vaticinado en la obra se había desarrollado prácticamente al revés del real. Pero peor sensación me produjo el ver como este libro permanecía todavía en la librería de una Iglesia cuando los hechos ya se habían demostrado como ridículamente erróneos.
Muchos de estos populares libros no son más que vanagloria humana postrada ante la deidad bicéfala de la pretensión y el protagonismo. Y por mucho que estas obras se puedan hallar en librerías de literatura cristiana o en los bolsillos de muchos hermanos, pueden ser peores que los anuncios 906 del Tarot ¿Por qué? Pues porque normalmente el adivino de turno no se entremezcla con la Palabra de Dios para justificar su atrevimiento. Por este motivo considero que los agoreros paganos no merecen mayor dureza que la que debería ejercerse ante estos escritores que dicen conocer La Biblia. Son estos últimos los que con sus fracasos proféticos machacan la fe de aquellos que veían al Dios de la Biblia detrás de sus mamarrachadas.
Y por no hablar del honesto buscador que todavía no es cristiano y que se encuentra con estas obras en su camino hacia el secreto de la vida... Conclusión: almas perdidas en su búsqueda de Dios. Y por eso creo que merecen más gracia y comprensión aquellos que predicen y fallan sin conocer a Dios que los que lo hacen en su nombre. Porque si no nos enamoramos de la verdad, nos caeremos de sus brazos... sin ni siquiera enterarnos.
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