La Sociedad de Edimburgo durante los quince años anteriores a la Revolución había realizado una labor ingente de distribución de Biblias y Tratados en Andalucía. Solo en el año 1869 esta Sociedad había distribuido 335 biblias; 7.739 Nuevos Testamentos; 43.932 porciones de las Escrituras y 81.625 publicaciones.
Según relata Peddie, Sevilla era el cuartel general de las operaciones de la Sociedad de Edimburgo con un grupo de personas comprometidas y con una clara visión de predicar el Evangelio diferente al de Roma. Dice Vilar que ante tantos curas convertidos y militando en el campo evangélico, parecía un regreso al punto de partida pero nada más alejado de la realidad aunque lograsen mimetizarse con el modo y las formas populares de la piedad católica como en el caso de Juan Bautista Cabrera. Cita Peddie a Mr. Clough, a Mr. Black y también al pastor asistente de Cabrera Mr. Moulet.
Uno de los evangelistas sevillanos que se había convertido doce años antes de la Revolución y que militaba en la congregación de Cabrera y pertenecía al Consejo, era el
señor Abeza que casaría una de sus hijas con Luis Fernández Chacón.
Dolores Rodríguez hacía labores de mujer bíblica, como una misionera más entre las mujeres. José Alhama, compañero de prisión de Matamoros, sería el Agente de la Sociedad de Edimburgo en Granada.
Pablo Sánchez Ruiz, que había sido un eficaz colaborador en la Iglesia Reformada Española en Gibraltar pastoreada por
Mr. Henderson, se encontraba pastoreando la iglesia de Huelva.
José Hernández sería pastor y evangelista en Huelva.
Todas estas congregaciones estaban formadas en base a doctrinas netamente reformadas, siendo la justificación por la fe la base de la predicación. Las congregaciones apoyadas por la Sociedad para la Evangelización de España de Edimburgo se unirían a la Iglesia Reformada Española que entonces se manifestaba de forma simple, sobre las bases de la pureza del Evangelio.
No tenían cruces ni en público ni en privado, ni hacían cultos ritualistas o formalistas, manifestando una clara diferencia con Roma no solo en doctrina sino también en la adoración y en la vestimenta. Dice Peddie
(i) que a pesar de la simplicidad cúltica, la adoración se llevaba a cabo con profunda solemnidad y de acuerdo al mandato apostólico de hacerlo “decentemente y con orden”.
“
El Cristianismo” fue la revista oficial de la Iglesia Reformada Española que se publicó en Sevilla baja la dirección de Juan Bautista Cabrera, dice Peddie. Rodolfo González Vidal en “La hemeroteca de Audelino González Villa” dice que se edita en Madrid en 1869, pero parece haberse editado en Sevilla, el 15 de mayo cuyo primer número pone 5 de mayo dice Gabino Fernández. Dejó de publicarse en 1874, cuando el Revdo. Cabrera tuvo que trasladarse a Madrid. Los redactores, además de Cabrera, eran casi todos los que pertenecían al Instituto teológico de Sevilla, tratando las materias, estos escritores, con inteligencia, investigación y piedad. Muchos de los ejemplares de “El Cristianismo” eran mandados a los sacerdotes, obispos y arzobispos de todas las provincias de España. El 15 de julio de 1869, reunidos los pastores, evangelistas y delegados laicos, se celebraría la primera Asamblea de la Iglesia Reformada Española, donde se eligió como presidente a Juan B. Cabrera. En tres semanas se redactó una confesión de fe provisional y un código de disciplina, para darle el visto bueno si procedía, y en Asamblea de septiembre de 1870 se presentó para las modificaciones y se aprobó definitivamente a primeros de 1871.
Para el
James Aitken Wylie, de Edimburgo, que había hecho una gira por España, pronunciaría un discurso en Edimburgo, sobre el progreso del evangelio en España, diciendo sobre esta Confesión de Fe: -‐
"En Sevilla, encontramos no sólo una congregación, sino una Iglesia, bíblicamente constituida y organizada con regularidad, dando testimonio de la verdad a la nación española”…"No puede haber ningún árbol", dijo el Dr. Wylie, "sin raíz, y no hay iglesia sin un credo u órgano de la verdad. Pero un credo que no debe ser, para poner trabas a la libertad, sino para protegerla, y debe ser una fuente de la vida, y un vínculo de unión con la iglesia, así como un manifiesto para el mundo. Ahora tengo en mis manos una copia de la "Confesión de Fe" de la Iglesia Reformada de España, pero aunque no me gusta pronunciar una opinión decidida sobre este documento, que no he podido examinar en su totalidad, sin embargo, con respecto a la parte de la misma que ha sido ya impresa, y que he examinado, estoy dispuesto a decir que está dispuesta con lógica, admirablemente expresada, conforme a la Palabra de Dios, y de conformidad con las confesiones de Iglesias Reformadas. A menos que mucho me equivoco, la raíz sobre la evangelización de España se encuentra en el documento que ahora tengo en mis manos. "
“El campo de trabajo es amplio, la mies es mucha y los obreros pocos. Los tiempos de la Reforma, sin embargo, son particularmente favorables a una
rápida propagación de la verdad del Evangelio. La mente de la gente se ha despertado y se agita, y está dispuesta a atender y considerar el carácter y las reivindicaciones de todas las doctrinas nuevas que están llegando y que son motivo de interesantes conversaciones y controversias en estos días. De esta manera, multitudes han llegado a escuchar, recibir y creer la verdad. La palabra corre muy rápidamente, y en unos pocos años, en estas circunstancias, el carácter religioso de toda una nación se puede transformar en gran medida. Una gran parte de Alemania, Suiza, Francia y otras naciones del continente, en los primeros tiempos de la Reforma, se transformaron con la buena nueva del Evangelio, en un período increíblemente corto. En Francia, especialmente, el progreso fue tan rápido y grande, que, si no hubiese sido por las armas asesinas y exterminadoras del papa y del trono, muy pocos años habrían sido suficientes para transformar esta tierra en un país protestante. En lo que respecta a España en ese mismo período, un autor papista escribió: -‐ "si la Inquisición no hubiese cuidado en aquel momento de poner fin a estos predicadores, la religión protestante se habría extendido por España como el fuego; gentes de todos los rangos y de ambos sexos estaban maravillosamente dispuestos para recibirla. "
Para James Aitken Wylie “ España, en el momento presente, vuelve a estar en la posición de ser como en tiempos de la Reforma. La población se acaba de despertar, por así decirlo, de un estado de profunda apatía y oscuridad. Los hombres ahora están despiertos, animados, y, para mal o para bien, están preparados y dispuestos a considerar el carácter de todas las cosas nuevas. Por lo tanto, no sólo está políticamente España abierta al evangelio, sino que la mentalidad de las personas también se encuentra en un estado de preparación y transición. España está en la actualidad, en una posición mucho más favorable para recibir el evangelio y que se propague dentro de sus fronteras, como lo fueron los otros países del continente europeo en los albores de la Reforma, 300 años atrás”…
De parecida manera se expresaba en 1870 el
Rev. Somerville, de Glasgow, viendo los campos maduros para la cosecha y la gente abierta a las nuevas ideas. Sin embargo creemos que esta apertura a todo ideal dispersó el pensamiento en muchas revoluciones y el entusiasmo primero, capaz de haber transformado toda la nación española, fue mermado por las contrarrevoluciones políticas y religiosas. No hemos de olvidar que el catolicismo salió de su letargo y persiguió con dureza toda disidencia.
La Sociedad de Edimburgo para la Evangelización de España, en 1870 y después de diecisiete años de dura lucha, consideró concluir su trabajo por falta de medios. Dejaba tras de si doce agentes misioneros trabajando en la obra, siete congregaciones que debía seguir sosteniendo en cuanto a los alquileres de los locales de culto y también un seminario de formación teológica que mantenía a ocho estudiantes y los gastos de viaje de los misioneros. Para Peddie, una de las más entusiastas colaboradoras, ninguna sociedad misionera había tenido menos ayuda de los hombres y más ayuda de Dios, usando instrumentos débiles en el avance del Evangelio.
1.1.1 Francisco Palomares
El libro
Church Reform in Spain and Portugal, por el Rev. H. E. Noyes (1897) ( “La iglesia reformada en España y Portugal”) dice que el 11 de junio de 1871 la iglesia de San Basilio, antes de los frailes de San Basilio, en la Calle Relator de Sevilla tenía escuchando el Evangelio a 1200 personas. Unas 200 personas eran ya creyentes o simpatizantes y el resto habían venido por curiosidad por ser el primer servicio público de la recién constituida Iglesia Reformada Española. Detalla el autor el servicio religioso litúrgico conforme a la iglesia de Inglaterra: “Las primeras frases de nuestra oración de la mañana –dice- , la confesión y absolución general, el Venite, la Letanía, la acción de gracias en general, y algunas de las colectas habían sido traducidas al español, y formaba parte del servicio. Dos capítulos de la Biblia se leyeron y cantaron cuatro himnos. Entre estos últimos estaba, "Tal como soy", y "¡Cuán dulce el nombre de Jesús!" los cuales fueron cantados con música española. El sermón fue predicado por el
Rev. Francisco Palomares, un ex sacerdote de la Iglesia de Roma, a partir de las palabras "tanto amó Dios al mundo" (Juan 3: 16). La congregación quedó tan impresionado por la palabra hablada que el predicador se vio interrumpido a menudo por expresiones de aprobación, tales como, "Esa es la verdad!" "Bueno – muy bueno!" "Cierto, cierto!" etc etc.
Noyes nos dice que llegó a Inglaterra siendo capellán de un noble español en 1869. Sabemos que este noble era el marqués de Retortillo que necesitaba un preceptor para sus hijos. En Inglaterra le llamó la atención que los domingos las iglesias estuvieran llenas de fieles y familiarizó con el Rev. Aston que trabajaba en Kensington. Esta estancia en Inglaterra cambiaría radicalmente la vida del
Dr. Francisco Palomares. Habiendo ingresado los hijos de los Marqueses en un colegio, disponía de mucho tiempo libre para pasear y curiosear en un templo anglicano enfrente de su casa, cuyos fieles cantaban muy bien lo cual le atraía siendo él tan aficionado a la música. “Por otra parte, el jardinero de su casa había hablado con él en diversas ocasiones sobre diversas cuestiones teológicas, y le había invitado a que leyera la Biblia, cosa que él no podía hacer porque un buen católico-romano del siglo XIX sólo usaba el Breviario para sus devocionales. Finalmente, el jardinero le puso en contacto con un caballero que tenía su casa en la misma calle, y que había estado viviendo muchos años en Sudamérica, y hablaba el español a la perfección. Este caballero se llamaba
Mr. Frederick Eck, quién le regaló una Biblia y le presentó a otros caballeros y al ministro de la Iglesia que Palomares había empezado a frecuentar”.
“Todo esto provocó un cambio tan radical en él, que dejando su posición social, amistades, abundancia de medios de vida y recuerdos de su juventud, se resolvió a dar un último paso, y despidiéndose de sus jefes regresó a Madrid donde hizo profesión de su nueva fe evangélica en la Iglesia del Redentor, entonces situada en la calle de la Madera número 8. Intimó entonces con el
Rvdo. D. Manuel Carrasco, pastor de la citada iglesia, a quien expuso su deseo de trabajar en alguna labor pastoral. El pastor Carrasco le puso en contacto con el Rvdo. Lewn Street Tugwell, capellán anglicano de Sevilla, que llegó a ser un verdadero amigo para el
Dr. Palomares y para muchos otros españoles, jugando un papel fundamental en los inicios de lo que después sería la
Iglesia Española Reformada Episcopal”.
Noyes cree que fue en Rev, Aston por cuya enseñanza y ministerio influyó decisivamente en su conversión y de que Tugwell, que estaba haciendo una campaña de captación de fondos a través de la prensa inglesa, se interesase por Palomares y lo pusiese de pastor en San Basilio. Domingo tras domingo la iglesia se llenaba y desde el púlpito, a pocos metros de la tumba de un antiguo inquisidor, se predicaba el Evangelio y se instruía en las escuelas dominicales y escuelas públicas. De esas escuelas salieron formados como evangelistas muchos jóvenes que harían su labor por el barrio y la ciudad.
Francisco Palomares también había obtenido el grado de doctor en medicina por la Universidad y no solo asistía a sus fieles como pastor sino también como médico. Palomares comenzó la carrera de Medicina en 1875, doctorándose en 1882 con la especialidad de "coqueluche", o "tos ferina". Su buen hacer en este campo le llevó a descubrir un jarabe que aliviaba ese mal, conocido en Sevilla como "
el jarabe protestante". Además, preparó la fórmula de una pomada que vendía en su casa, llamada "
Ungüento de la calle Relator", que se ha estado vendiendo en la farmacia de la Plaza de la Constitución de Sevilla hasta tiempos muy recientes.
En uno de los informes de Tugwell en 1871 informaba: “ Cuando en Sevilla en noviembre pasado, tuve el placer de estar presente con el obispo de Gibraltar (Dr. Harris), el Rev. WA Campbell, y otros amigos en el servicio de la tarde se celebró por primera vez en la iglesia de San Basilio. La congregación era numerosa y atenta, y un sermón admirable fue predicado por Palomares, administrándose después la Cena del Señor a los treinta y siete cristianos españoles. Fue un tiempo solemne y de bendición. ¡Qué cambios ha hecho a Dios en su misericordia! Una iglesia que permaneció durante mucho tiempo hundida en la idolatría y la oscura superstición se ha llenado con la luz cristiana y consagrada al servicio del Señor Jesús y el ministerio sencillo de su Evangelio”
Francisco Palomares y García
(ii) nació en Requena, provincia de Valencia el 4 de junio de 1835. Hijo de Cipriano Palomares y de Inés García, ambos naturales de Requena, la madre era de familia acomodada pero quedaría viuda cuando Francisco tenía dos años. Como fervorosa católica educó a su hijo en la religión que profesaba, con la esperanza de que llegase a ser sacerdote. Tras su primera enseñanza, cursaría estudios de Latín y Humanidades, en el seminario de Cuenca, haciendo otros tres de Filosofía, dos de Teología Dogmática, dos de Teología Moral y otros de la carrera eclesiástica. El obispo de Cuenca era el Dr. Miguel Payá y Rico, que llegaría a ser cardenal arzobispo de Toledo y Primado de España. Habiendo estudiado en el seminario el grado de Bachiller en Artes, este título le sería reconocido a efectos civiles el 3 de julio de 1867 por el rector de la Universidad Central y refrendado con la firma del Secretario y Oficial primero D. Máximo Hernández.
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(i) Albores de la segunda Reforma en España, (The dawn of the second Reformation in Spain pág. 155
(ii) Sobre Francisco Palomares tenemos que remitirnos al libro de Francisco Serrano “Contra vientos y mareas” Editorial Clie, 2000 que lo coloca espléndidamente en su contexto histórico y además posee copia del manuscrito autobiográfico de Palomares.
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