Terminamos con esta serie de ex curas protestantes en la España del siglo XIX mencionando a José María Vila y Pla, Pablo Felipe Orejón Delgado y José Joaquín Rial y Enríquez.
Pablo Felipe Orejón Delgado, (1843-1915) de la Orden de los Capuchinos, fue condiscípulo del famoso padre Lerchundi.
Con él había emprendido la labor misionera en Marruecos y allí fue donde decidió abandonar la orden, refugiándose en Gibraltar. Allí conoce el Evangelio y se hace un nombre entre los refugiados españoles, por su gran cultura y como orador brillante.
Ordenado presbítero en la Iglesia de Madera Baja en 1871, colabora en Madrid con Antonio Carrasco, tendrá que venir a Cartagena a pastorear la congregación que dirigía Miguel Trigo.
En Cartagena estaría Orejón más de cuarenta y dos años. Su trabajo tanto en las Escuelas como en la iglesia fue de respeto a todas las opiniones y tolerante con todas las creencias. Las puertas del Ateneo de Cartagena siempre estaban abiertas para él, para dar conferencias algunas de ellas impresas por el Ateneo. Cita Klaus van der Griip, la obra
Tres días en la vida de un padre (Cartagena 1878. Folletín de
El Amigo de Cartagena).
También tradujo libros. Su vida familiar fue fructífera. Casado con Teresa Garrido, mujer de carácter afectuoso, estuvo comprometida con la obra de su marido y con quien tuvo numerosos hijos que heredaron la pasión por la Música.
El Comité de Ginebra en una circular daba los siguientes datos de la obra de Orejón: “El pastor Orejón se ha ocupado activamente de reagrupar su iglesia, momentáneamente dispersa por los acontecimientos políticos del año pasado. El culto, las escuelas y la instrucción bíblica han sido los objetos principales de su trabajo, habiendo obtenido buenos frutos. Algunas cifras son prueba de ello. En número de fieles en la iglesia en el año 1872 era de 54 personas y en 1874 de 74. En el año actual de 1875 se ha elevado a 99 personas. El número de niños que frecuentaban las dos escuelas y que era a finales de 1872 de 80 niños y 40 niñas, se elevó en 1874 a 96 niños y 48 niñas y en 1875 a 103 niños y 72 niñas. El Sr. Orejón, llevado del deseo de ofrecer s los lectores españoles buenos libros de edificación cristiana ha traducido y publicado el invierno último (1874-75) dos ensayos del profesor M- Godet sobre “
Jesucristo y su obra”.
Fue tal el reconocimiento de su obra y valía personal que en 1886 fue invitado por el Alcalde de la ciudad y el Presidente de la Junta de instrucción para participar en los exámenes generales de las escuelas. En 1897 la Asamblea de la Iglesia Cristiana Española en Madrid informaba: “El Sr-Orejón dice que está muy satisfecho de la marcha regular de la iglesia en Cartagena. Los cultos están muy concurridos llenándose el local en el que caben unas cien personas, teniendo que estar en algunas ocasiones en la escalera. Las escuelas siguen su marcha florecientes. Entre las dos escuelas reúnen 200 alumnos. La Sociedad de jóvenes rebasa los veinte. Se han abierto misiones en Balsica y Águilas, habiéndose fundado una escuela en la primera misión.
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Erudito teólogo y escriturista, fue el sucesor del pastor Rodrigo Benito en Málaga, en 1885, el ex sacerdote ecijano
José María Vila y Pla. Se decía de él que “era un ilustrado, fervoroso y elocuente hombre, muy respetado en la ciudad de Málaga”.
José Joaquín Rial y Enríquez,ex cura romano esta ligado a Monistrol de Montserrat, pero también como maestro dependiente de la Ascensión de Sevilla y encargado de la misión de Osuma bajo el consejo y ayuda de Palomares. En Osuna el trabajo de Rial se prolongó por cinco años hasta el día de su muerte el 22 de enero de 1903. En el entierro todo el pueblo de Osuna llenó las principales calles por donde pasaba la comitiva y todo el pueblo rodeando el féretro. Terminado el sepelio dice Palomares: Acabado el oficio, les dirigí mi palabra explicando nuestras creencias evangélicas, oyéndolas con una atención grandísima, conociendo que las recibían con todo su corazón, lo que hacía palpable que nuestro trabajo en el Señor no es en vano”.
Serrano nos da
algunos datos del Rev. José Joaquín Rial y Enríquez, “Nacido en Cádiz por el año 1841, cursó estudios eclesiásticos en el Seminario de su ciudad natal, en tiempos del obispo Juan José Albof. Fue ordenado, por estar la sede vacante, de subdiácono y diácono por el cardenal de la Lastra y Cuesta, arzobispo de Sevilla. En 10 de junio de 1865 fue ordenado presbítero en la ciudad de Tarifa por el nuevo Obispo de Cádiz fray Félix María de Ariete y Elano. Poco después marchó a Buenos Aires. Un día pasado algún tiempo, vio anunciada una conferencia pública que se proponían dar los protestantes sobre “La Biblia como regla de fe”. Interesado en el tema y pensando que podría rebatir los argumentos que se presentaran, acudió al lugar de la conferencia. La experiencia le llevó a dejar la Iglesia de Roma. Posteriormente se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras y se adhirió a la Iglesia Metodista Episcopal, en la que desempeñaría el ministerio por varios años.
Desgracias familiares le hicieron volver a Europa, fijando su residencia en Inglaterra, en donde vivió por largo tiempo dedicado a la enseñanza del español. Mas tarde regresaría a España.
En Sevilla, como ya se ha mencionado anteriormente, se hizo cargo de la escuela adjunta a la Ascensión, pastoreada por el Rev. Baquero. En el Sínodo de 1889 fue recibido en el Ministerio de la Iglesia Española Reformada, siendo enviado a Monistrol de Montserrat, provincia de Barcelona, para hacerse cargo de la iglesia de Jesús allí existente. Nueve años después, en febrero de 1898, pasó a Osuna, en cuya ciudad sería el primer ministro residente al frente de aquella misión, posteriormente erigida en iglesia. Fue hombre sencillo, austero en sus costumbres, rígido en el cumplimiento de su deber, pero, al mismo tiempo, un hombre de Dios, acostumbrado a la oración y amigo de los buenos libros. Poco antes de morir, en la fiebre de la congestión cerebral que le afectó, sus últimas palabras, seguramente al término de una oración, fueron: “Por Jesucristo amen”. Después entrego su alma al Señor. Al morir frisaba los sesenta y dos años de edad”.
CONCLUSIÓN
El protestantismo español, como hemos podido ver se ha nutrido también de clérigos católico-romanos en sus inicios, muchos de ellos de gran prestigio y relevancia. Si muchos de los misioneros extranjeros fueron hombres de letras y acción y los pastores españoles de la Segunda Reforma no menos meritorios, podíamos entender que la Reforma en España del XIX, no es lega, ni iletradaaunque no se pueda aplicar la frase del reformador Cipriano de Valera que reza así:" En España muy muchos doctos, muy grandes nobles y gente de lustre e ilustres han salido por esta causa en los autos. Común refrán es el día de hoy en España cuando hablan de algún docto decir. "Es tan docto que está en peligro de ser luterano”.
La impresión que tiene Gonzalo Illescas del luteranismo del XVI es de una primera parte de “gentes pobres y gente humilde” (quizás referido a los “Alumbrados”), pero “en los últimos años hemos visto llenas las prisiones, los patíbulos y aún los quemaderos de hombres notables y , lo que es mas lamentable, de personas que según el sentido del mundo sobresalían mucho de otros en instrucción y virtud”.
Quizás en la Segunda Reforma se inviertan los términos, donde al principio florecen personajes importantes y después haya un apagón institucional con personajes menos relevantes, aunque fieles y luchadores. El verdadero caos en la dirección de las congregaciones aparecería con la Guerra Civil franquista, donde muchos de los más destacados fueron fusilados y exilados. Sin embargo hemos de reconocer que la conversión de sacerdotes católicos al protestantismo se ha producido en todo tiempo y lugar, aunque muchos de ellos sean desconocidos por haber tenido que huir de las garras de Roma a diferentes partes del mundo, especialmente a Sudamérica.
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