Cuando Fincher presenta
Seven en 1995, dijo que no sabía “hasta qué punto las películas deberían entretener”, ya que lo que siempre le ha interesado es que “el cine asuste”. Su sombría visión del mundo parece alimentarse de sombras y demonios, que tienen sus raíces en la propia infancia. Sus recuerdos del barrio residencial, donde se crió en San Anselmo, al norte de la bahía de San Francisco, son sin embargo felices. “Solamente hubo algo que rompió esa imagen idílica –explica-, cuando tenía siete años, la presencia del “Asesino del Zodíaco” se notaba en todas parte, y durante seis u ocho meses, nuestro pequeño autobús amarillo para ir a la escuela, era seguido de cerca por un coche de la patrulla californiana de autopistas”…
EL CASO DEL ZODÍACO
En la crónica negra de Estados Unidos, ocupan un lugar privilegiado los crímenes de un psicópata conocido como Zodiaco. Su caso es un misterio que comienza en 1969, pero que continúa hasta el día de hoy, ya que nunca se descubrió al asesino, no pudiendo ser detenido. Las preguntas siguen siendo todavía más que las respuestas. Lo cierto es que aterrorizó la bahía de San Francisco, amenazando disparar hasta niños que salían de los autobuses escolares. Su frialdad y crueldad se ven claramente en la escena en que lleva a una mujer y su hijo en un coche, que huye luego estremecida, cuando le dice: “Antes de matarte, voy a lanzar a tu bebé por la ventana”…
El asesinato de una pareja de adolescentes al lado de un lago, en un coche, con el que comienza la película, es reivindicado por una carta a un periódico de San Francisco por alguien llamado
Zodiaco. Su correspondencia sigue hasta 1974, incluyendo mensajes cifrados, que le hacen responsable de hasta 37 muertes, que no se sabe si realizó él mismo, ya que carece del método de los asesinos en serie. Algunos fueron tiroteados, otros apuñalados -como los que sobrevivieron en la isla que ahora se conoce por su nombre, Zodíaco-, le describen vestido de negro con una capucha, mostrando en el pecho una cruz dentro de un círculo, con el que firma sus criptogramas (tres de los cuales no han sido todavía descifrados)…
Un misterio así, ha dado por supuesto a muchas especulaciones, ya que hay teorías que lo atribuyen hasta a la
Familia Manson. La policía investigó a cientos de sospechosos, pero el más famoso de todos es Arthur Leigh Allen (1933-1992), acechado por el personaje que se convierte en protagonista de la película, aunque diez años después de su muerte se comparó una muestra de su ADN con una de las cartas, y el resultado fue negativo. El año pasado se ha vuelto a abrir el caso, debido a las presiones de los supervivientes y familiares de las víctimas, que siguen reclamando justicia y quieren saber la verdad, que es de lo que trata la película…
ENSAYO SOBRE LO REAL
El cine de Fincher gira siempre en torno al problema de aprehender la realidad. Todas sus películas hablan sobre las apariencias, la falsedad de lo real y la verdad que se esconde bajo las mentiras. The Game (1997) y
El Club de la lucha (1999) son dos claros ejemplos de esa reflexión sobre la verdad. En ellas, los protagonistas se enfrentan a una ficción que toman como real, buscando desenmascararla. Ahora Fincher nos lleva al límite mismo de lo indescifrable. La realidad en
Zodiac está codificada, hasta el punto de hallarse oculta bajo criptogramas. El asesino se esconde tras miles de pistas, algunas falsas y otras verdaderas, pero imposibles de demostrar…
El complejo guión de
Zodiac trae una sobredosis de información, que hace difícil orientarse, para recomponer y ordenar el relato de lo sucedido. Por lo que
el verdadero reto del protagonista, un dibujante de tiras cómicas que se obsesiona con los crímenes, no es tanto destapar la verdad, sino demostrarla. Si en
Seven (1995), la ficción ofrecía un mundo cerrado, en el que lo que era preciso investigar eran sus límites, aquí ya no interesan los excesos de la violencia. El relato es de una austeridad clásica, sin piruetas visuales, relatos mareantes, ni movimientos de cámara imposibles. Parece un documental, no una película de ficción. Porque a Fincher ya no le preocupan los límites de la representación, sino la complejidad de lo real…
Los setenta son recreados con tanta meticulosidad, que parece que uno está viendo una película de la época de
La conversación (1974) de Coppola o
Todos los hombres del presidente (1976) de Pakula
. Fincher está más cerca de ellos que de Siegel o Frankenheimer, pero sigue la gramática de aquellos maravillosos
thriller, que desaparecieron bajo los efectos especiales.
Hasta la música es obra de un compositor de la época, David Shire, autor de
La conversación. Aunque la acción
se centra en la cotidianidad de unas investigaciones, en la que nunca se deja de hablar. Todo lo que se dice tiene interés, no hay trivialidades. La ausencia del opulento lenguaje visual que caracterizaba hasta ahora su filmografía, indica hasta qué punto
Zodiac es una obra meditada y trabajada…
EL ASESINO ESTÁ ENTRE NOSOTROS
Si
Seven es un
film sobre cómo nos hemos vuelto insensibles a una brutalidad, que hace que vivamos en medio de un océano de sangre y crueldad, vanidad y corrupción.
The Game nos da un corrosivo retrato sobre una sociedad donde el triunfo económico y social priva sobre todo. Nos sentimos por lo tanto extraños en un mundo, con el que quisiéramos romper, como el protagonista de
El Club de la lucha; pero nos sentimos inseguros hasta en nuestra propia casa, como en
La habitación del pánico. En ese sentido
Zodiac es la obra total de Fincher, un despiadado ensayo sobre la frágil consistencia moral del hombre, su hueca entereza intelectual, ante la amenaza de una realidad oscura, que nos muestra que el asesino está entre nosotros…
Una vez roto su matrimonio, perdido su trabajo y lejos de sus hijos, Graysmith vive obsesionado por captar la mirada del asesino. Antonio Muñoz Molina narra en
Plenilunio (1997) esa misma obsesión, cuando el inspector amenazado por el terror del País Vasco, busca ahora en el sur de España una mirada. Un asesino y violador de niñas está en alguna parte de la ciudad. Su antiguo maestro, el padre Orduña, le dice: “Busca sus ojos”. Y “el inspector buscaba la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación”…
Cuando Graysmith contempla al final la mirada de Leigh, intenta escrutar una sombra de terror, que le confirme que él es el asesino. Dicen que “los ojos son el espejo del alma”, pero cuando miras fijamente a una persona, no descubres a veces otra cosa que el vacío de una mirada, en la que buscas confirmación para tus impresiones y prejuicios. Lo que vemos en los ojos de otros, no es a menudo más que un mero reflejo de nuestros sentimientos, miedos y aprehensiones. ¿Cómo podemos saber?, entonces…
LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES
El final de la película puede resultar a algunos, decepcionante, pero nos enseña que hay jeroglíficos que no tienen solución. Los investigadores fracasan en su obsesión, porque no pueden proyectarse en los hechos. Y la obsesión del protagonista amenaza con consumirle.
Zodiac muestra cómo nuestra lógica no puede explicar la complejidad de lo real. Esta historia no tiene final
hollywoodense, porque la vida va más allá de lo evidente. Desvela esa realidad oculta y subterránea, que se escapa a nuestra compresión. Porque la verdad es que no sabemos quién es (o era)
Zodíaco. Aunque como Graysmith dice a su mujer, el problema es que “necesito saber quién hizo esto”…
Ya en el jardín del Edén, el hambre de conocimiento se cobra su primera víctima. La serpiente le promete a Eva que será
“como Dios, sabiendo el bien y el mal” (
Génesis 3:5).
Esa sed de conocimiento ha sido una bendición en la vida de los hombres, pero se vuelve una maldición, cuando intentamos conocer lo desconocido y entender lo inexplicable. La Biblia nos habla de Áquel que todo lo sabe. Su conocimiento es liberador, porque es finalmente Él quien hará justicia.
“Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres” (
Romanos 2:14). ¡Él juzgará con justicia!
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