El siglo XIX es el siglo de la Segunda Reforma protestante en España. Fue un siglo convulso y no se podrían entender las dificultades en la penetración del Evangelio en España sin unos sucintos datos.
Napoleón Bonaparte, que intentó dominar toda Europa y formar un gran imperio quiso conquistar España y en 1808 el pueblo de Madrid se levanta contra la invasión, comenzando la Guerra de la Independencia que duró seis años. Inglaterra enemiga de Napoleón envía tropas a España contra el ejército francés y comienza a influir en los asuntos españoles. En las colonias españolas se luchaba por la independencia y poco a poco fueron países independientes. En 1812 las Cortes de Cádiz proclaman la Constitución llamada “la Pepa” y en 1820 es abolida por primera vez la Inquisición. Al finalizar la Guerra de la Independencia, Fernando VII restaura la monarquía absoluta con el apoyo de parlamentarios antiliberales, nobleza, clero y parte del ejército. En mayo de 1814 deroga la Constitución de 1812 y persigue a los liberales.
En 1820, el levantamiento de los militares obliga a Fernando VII a aceptar la Constitución de 1812, iniciando tres años de gobierno liberal frenado por una fuerte oposición nacional e internacional. Para que heredase el reino su hija Isabel, Fernando VII puso en práctica al final de su reinado la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica que impedía que las mujeres accedieran al trono. Carlos, hermano del rey, quedó así excluido de la sucesión. En 1827 se produjo una sublevación que propugnaba la vuelta al absolutismo más estricto, y a la muerte de Fernando estalló la I Guerra Carlista. Durante la minoría de edad de Isabel, su madre María Cristina asumió la Regencia, con gobiernos moderados (Cea Bermúdez) y progresistas (Mendizábal). Este período supone el tránsito a la monarquía constitucional y la consolidación del poder de la burguesía. La desamortización de Mendizábal de los bienes de la iglesia y la Constitución de 1837 marcan los primeros pasos hacia la tolerancia.
En 1843 la mayoría de edad de Isabel II, la Constitución de 1845 y la segunda Guerra Carlista, son tiempos poco propicios a la difusión del Evangelio. Podríamos decir que a partir de 1851, en medio de un rio revuelto de ideales y fanatismos hubo luces de tolerancia hasta 1869 donde en la Constitución de este año aparecen normas más liberales y democráticas. El artículo 21 decía: “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la religión católica. El ejercicio público o privado de cualquiera otro culto queda garantizado a todos los extranjeros residentes en España, sin más limitaciones que las reglas universales de la moral y del derecho. Si algunos españoles profesaren otra religión que la católica, es aplicable a los mismos todo lo dispuesto en el párrafo anterior”. Con este artículo los protestantes españoles seguían estando bajo normas aplicadas a los extranjeros y que en la práctica suponía una tolerancia vigilada.
En este contexto, creo que es importante traer a la memoria uno de los frentes o barreras antiprotestante que la literatura católica en España fue creando cuando apenas había algún que otro protestante establecido después de tres siglos de represión inquisitorial. Esto nos obliga a destacar y tener siempre presente la lucha que el pueblo evangélico ha mantenido en este país, tanto con los mandatarios civiles como con los eclesiásticos, en esa simbiosis nacional-católica romana que nunca ha desaparecido. Ciertamente en ocasiones el pueblo ha sido anticlerical y revolucionario, pero al final las aguas han vuelto mansas a los pies de la llamada Santa Madre Iglesia. ¿De qué sirvió la desamortización de
Mendizábal si al final todo sigue en manos de Roma?
[i] ¿Es que acaso los pueblos no evolucionan? ¿Es que acaso el veneno que han bebido las generaciones pasadas han dejado a la nación incapacitada para el pensamiento libre, la ciencia y la espiritualidad? ¿Es su incapacidad de tal manera que los principios cristianos, los del Evangelio, no se perciban o se confundan con supersticiones religiosas que el pueblo acepta pero no cree?
La reacción católica contra el protestantismo en España fue extremadamente violenta también en esta Segunda Reforma del XIX. Esta Inquisición de ahora no quemaba a los hombres, pero perseguía al disidente con la misma intensidad, prefiriendo convertir a las masas en ateos, indiferentes o impíos antes que reformarse o aceptar el protestantismo y la espiritualidad evangélica. La mayor parte de los discursos parlamentarios del XIX defienden que España más que católica era atea o incrédula. Pero aunque aún se mantuviese un “catolicismo cultural y nacional”,
Castelar lo rechazaba igualmente así:
“Para afirmar que España ha dejado de ser católica tenemos las mismas razones, quiero decir de la misma índole, que para afirmar que España era católica en los siglos XVI y XVII. Sería una disputa vana ponernos a examinar ahora qué debe España al catolicismo, que suele ser el tema favorito de los historiadores apologistas;
yo creo más bien que es el catolicismo quien debe a España, porque una religión no vive en los textos escritos de los Concilios o en los infolios de sus teólogos, sino en el espíritu y en las obras de los pueblos que la abrazan, y el genio español se derramó por los ámbitos morales del catolicismo, como su genio político se derramó por el mundo en las empresas que todos conocemos”
[ii].
Y la mejor tapadera para esconder esta realidad de una España agnóstica, atea, o indiferente, que ya no era católica, era presentar al protestantismo como un monstruo maléfico cuyos epítetos descalificadores llenarían un libro de sinónimos, aunque el movimiento evangélico se presentase como cristiano, espiritual, pacífico y progresista. Por eso iremos descorriendo este velo de literatura antiprotestante para poder entender las dificultades y el lento progreso del Evangelio en España.
Sin embargo presentaremos para su contraste alguna de la literatura evangélica o como se llamaba, “propaganda protestante”
[iii], contra la que se disparaban todos los dardos de la prensa y literatura católica. En realidad mucha de la prensa diaria católica, boletines parroquiales, estampas y libros apologéticos en general, surgieron como reacción a los movimientos liberales, y especialmente contra el protestantismo causante de todos los males.
Cuando se creía que las Cortes Constituyentes de Cádiz en 1812 iban a abolir la Inquisición, estas no hicieron más que emplazar una ley constitucional que tenía el mismo efecto que la Inquisición:
“La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.” Muchos españoles avergonzados de este artículo 12 de la Constitución de Cádiz se dieron otra en 1837 donde solo se establecía que "la nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la religión católica, que profesan los españoles." Con ello se lograba en principio que nadie fuese castigado por supuesta herejía, pues ya no se reconocía que todas las “leyes eran sabias y justas” como se decía en 1812.
El protestantismo en este país no ha tenido nunca una crítica acertada tanto en sus análisis sociológicos o antropológicos, como en las causas de su exclusión religiosa.
En el aspecto religioso ya se han señalado los múltiples motivos por los que la Reforma en España del s. XVI, que aún siendo tan importante la base reformadora como la de Alemania o Suiza, sin embargo, estaba avocada al fracaso por razones políticas y sociológicas. Se dice constantemente que esta Reforma no tuvo arraigo porque se cree que solo fue producto de unos cuantos luteranos en Valladolid y Sevilla que fueron quemados por la Inquisición. Cuando se logra demostrar que duró al menos un siglo, con gentes nobles, doctores, traductores, gramáticos, etc., que modelaron la lengua castellana del siglo de Oro, esgrimieron la libertad de conciencia por encima de toda autoridad, revolucionaron el mundo religioso para poner la mirada en la Biblia, todo esto tampoco vale, porque se dice, como lo hacen Menéndez Pelayo y Ortega y Gasset, que no hubo ningún protestante importante que quemar. Que solo Servet fue un hombre destacable pero lo quemó Calvino. Sin embargo, aunque no lo quieran reconocer, la Reforma en España, no solo son cenizas que el viento las lleva, todavía las huellas de muchos reformadores y reformados han quedado impresas en muchos lugares de la cultura y la piedad. Por eso no pueden dejar de reconocer muchos autores que la Reforma en España del siglo XVI fue aristocrática y de muchas personas con gran nivel intelectual
[iv]. Solo hay que buscarlas y nosotros las hemos reflejado en dos tomos que se pueden leer en Internet
[v].
La Segunda Reforma, si no hizo crujir los cimientos de la nación como en el siglo XVI, estimuló en el XIX nuevas llamas y nueva luz de libertad, pero también de Ilustración. No solo fue removido el mundo religioso español asfixiado de superstición e ignorancia religiosa, que a golpe de dogmas y mandamientos de la iglesia, había creado una religión muerta. Como dice Rule
[vi] al contactar con el pueblo español en 1832, “
me sentí firmemente convencido de que la gran mayoría del pueblo estaba abandonado en la más absoluta desidia y ociosidad. Habían aprendido a despreciar y se habían visto obligados a odiar las más arraigadas supersticiones. No era solo crasa ignorancia sino la más inveterada impiedad, la cual se hallaba carcomida de los más salvajes y horribles excesos. Parecía como si las misiones del África pagana pudieran ser menos salvables que en este país, nominalmente cristiano.(…) Pero este lúgubre cuadro no era del todo desesperanzador: había unos pocos, quienes, habiendo logrado desembarazarse del yugo de estas odiosas supersticiones, todavía reverenciaban la religión y amaban a Dios. Para estos hombres de mente abierta a las verdaderas convicciones, todos nuestros esfuerzos podían ser beneficiosos”.
Para
Eduardo Boehmer[vii] en la España del S. XIX ya no operaba la Inquisición pero los curas tenían concebida la exigencia deexterminar el protestantismo, combatirlo con todas las armas licitas o inicuas, desprestigiarlo de manera que su nombre fuese odiado por anti español y si fuese necesario, expulsar de España a cualquier disidente como fue el caso Matamoros, que nombra Boehmer en este discurso. Matamoros y Usoz murieron antes de ver la libertad religiosa.
A este protestantismo se le ha considerado de clases pobres, proletarios de ocasión, engañados por unas monedas. Jesús Fernández Santos
[viii] lo llama nueva reforma para pobres, económicamente débiles, gentes de medio pasar. Se ha dicho de esta II Reforma que fue de carácter rural, sin repercutir, con una penetración más poderosa, en las primeras regiones con Misiones como Andalucía, Galicia o Cataluña, como ocurrió en el reavivamiento espiritual de Noruega, Suecia o Dinamarca. En estos países los movimientos disidentes al luteranismo y calvinismo como los bautistas, metodistas e iglesias libres, lograron que el campesinado entrase en contacto con los bienes de la cultura, potenciaron las lenguas regionales y elevaron el nivel espiritual, pero ya eran protestantes.
Esta tesis que se ha venido repitiendo y que la mayoría de autores copian y repiten citando a Juan Bautista Vilar, no se sostiene como tónica general del protestantismo del S. XIX. Es cierto que hubo momentos donde las iglesias fueron diezmadas de sus dirigentes o pastores, como fue el caso de la Guerra Civil franquista donde muchos dirigentes y hombres prominentes en todos los campos, fueron fusilados o exilados por la represión franquista, quedando unas congregaciones con poca formación e irradiación hacia el exterior.
Sin embargo
los inicios anteriores a 1869 parecen ser de personas de relieve y a partir de la Gloriosa podríamos decir que el protestantismo se nutrió de todas las clases sociales. Esto es lo que iremos demostrando, porque ya no se pueden sostener ideas obsesivas como las de Menéndez y Pelayo sobre los curas conversos al protestantismo por solo causas de infidelidad al celibato sin otros motivos espirituales, ni tampoco se puede sostener un protestantismo rural, ignorante y asalariado cuando esos perfiles son ajenos a la realidad.
[i]Este verano de 2011 estuve entre los que filmaron una película sobre los protestantes del siglo XVI, dirigida por
Peter Lillback autor de una biografía de
George Washington's Sacred Fire. Todos los monumentos emblemáticos, propiedad de los protestantes de entonces, ahora están en manos de monjas y frailes. Mas de mil edificios han sido puestos a nombre de la iglesia católica en este año de 2011 porque nadie los reclama y el Estado sigue con los brazos cruzados.
[ii]Discurso de Manuel Azaña en la sesión de las Cortes de 13 de octubre de 1931, en
Documents de la història contemporània d'Espanya Escrito por Antonio Moliner Prada; Religión y sociedad en España(siglos xix y
xx): Seminario celebrado en la en la Casa de Velázquez (1994-1995).Escrito por Paul Aubert
[iii]La labor proselitista de las Sociedades Bíblicas fue alabada por románticos como Larra quien elogió la
actuación de estas asociaciones al tiempo que propugnaba una actitud tolerante ante el Protestantismo, mostrado como modelo a seguir para los católicos a causa de su gran esfuerzo en favor de la educación cristiana del pueblo (La Parra López, 2002)
[iv]Respecto al carácter y posición social de los que se unieron al movimiento reformador en España, se expresa así el historiador M’Crie, que resume las opiniones de otros historiadores del XVI: "Tal vez no hubo nunca en país alguno tan gran proporción de personas ilustres, por su cuna o por su saber, entre los convertidos a una religión nueva y proscrita. Esta circunstancia ayuda a explicar el hecho singular de que un grupo de disidentes que no bajaría de dos mil personas, diseminadas en tan vasto país, y débilmente relacionadas unas con otras, hubiese logrado comunicar sus ideas y tener sus reuniones privadas durante cierto número de años, sin ser descubierto por un tribunal tan celoso como lo fue el de la Inquisición."
[vi]Memoir of a mission to Gibraltar and Spain, with collateral notices of events favouring Religious liberty, and of the decline of Romish power in that country, from the beginning of this century to the year 1842, by the Rev. W.H. Rule.(London, John Mason, 1844). También Rule tradujo del original griego al español
Los cuatro evangelios publicados en Londres en 1841 y
Himnos para el uso de las congregaciones españolas de la iglesia cristiana. Nueva York 1848
[vii]BOEHMER, E.:
Die evangelische Bewegung in Spanien. Ein Vortrag auf Anregung der Halleschen Studentenschaft und für dieselbe gehalten am 22. Juli 1869. Halle 1869, 19 pp
[viii]Libro de las memorias de las cosas. Jesús Fernández Santos. Destino, Barcelona - 1971
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