Para don Audelino resultaba más peligroso ser protestante que ser amigo de Gordón Ordás y tener actividades políticas a favor del Frente Popular, muy especialmente si se pertenecía a partidos como el socialista o republicano, o ser anarquista o masón.
Importó más para su prisión la de ser protestante.
El mismo director de la prisión que había acelerado los trámites para su salida, aconsejó a este y a la familia, que por razones de prudencia, se alejaran de Benavente.
“
No vuelva Vd. a Benavente, porque la próxima vez se expone a que le dejen por
el camino, antes de llegar a la cárcel”, -fueron sus palabras-.
Siguiendo su consejo y antes de regresar a León, estuvieron un tiempo en Vigo y poco después a Valladolid para trabajar como
encargado de una fábrica de harinas que había comprado un cuñado suyo, en Renedo.
Relata Cordero otras historias significativas:
En 24 de enero de 1942 lo detiene la policía, que había encontrado una tarjeta de Audelino entre las
pertenencias de un detenido sospechoso de ser comunista, con quien había coincidido en la prisión, el cual
le había cedido parte de su petate para dormir. Resultó ser un agente comercial de Valeriano Campesino,
que tenía la representación de IBYS, laboratorio que, junto a especialidades para medicina humana, tenían una gama de productos zoosanitarios que recetaba Audelino, quien había visitado al referido representante con motivo del alumbramiento de su esposa, y que, por no hallarse en el domicilio, le habían dejado
la mencionada tarjeta de visita excusándose. El caso es que
pasó más de un mes en la comisaría primero y
en un lóbrego calabozo de la cárcel después, hasta que el 19 de febrero lo llevaron al despacho de gobernador civil, donde fue interrogado sobre su presunta pertenencia al partido comunista, condición que rechazó argumentando que nada más lejos de su escala de valores que el ateísmo militante de la URSS.
Eliminado este cargo, le acusa el gobernador de ser anglófilo (recordemos que la España oficial era germanófila e Inglaterra estaba en guerra con Alemania), a lo que respondió afirmando que sí era defensor de
la libertad para todos, incluido él, como protestante en España, lo mismo que la demandaba para sus primos jesuitas misioneros en Cuba uno, y en Alaska otro. El
poncio entendió que subliminalmente criticaba
a la Falange que, para él, poseía la verdad absoluta y, aunque se molestó, dispuso que quedara libre en
aquel mismo momento.
A partir de entonces intentó reanudar su ejercicio profesional, enfrentándose a una serie de obstáculos. En primer lugar, cuando solicita la colegiación se la niegan, por no aportar el título de veterinario, ni
el certificado de penales, lo que remedia más tarde incluyendo un certificado de la Comisaría de
Investigación y Vigilancia en el que consta que “
En relación con el Glorioso Movimiento Nacional se ignora que haya realizado actos contrarios al mismo, mostrándose afecto en la actualidad”.
Por su parte, la
Comandancia de la Guardia Civil acredita que “
Ha observado buena conducta y antecedentes, no se le
conocen actividades políticas de ninguna clase, pero es de ideas protestantes”.
Resuelto el problema político, surgen las cuestiones profesionales. Por entonces, los partidos veterinarios eran “cerrados”, de modo
que en ellos solo podía ejercer el inspector municipal veterinario (veterinario titular), tanto en la esfera oficial, como en las actividades profesionales privadas, es decir, Audelino tenía dificultades legales para el
ejercicio libre de la profesión y debía afrontar las denuncias de sus compañeros ante el Colegio, cuyo presidente le dice en escrito de 29 de diciembre de 1943:
“
Reiteradamente se ha manifestado a Vd. que se vería con agrado que se estableciera oficialmente
en un Partido Veterinario [….] por haberse recibido varias quejas de diferentes compañeros de que Vd.
ejerce libremente la profesión…”.
Además, tenía el inconveniente de ejercer de modo un tanto itinerante, pues, por su prestigio como
clínico y cirujano, se le solicitaba desde muchas localidades.
Por fin, solicitó un partido veterinario en 1951, con destino en Pola de Gordón (León), donde su actividad profesional se normaliza, pero todavía tiene que afrontar situaciones molestas, porque no asiste a los
actos organizados por la alcaldía, cuando incluían celebraciones católicas. Cuando se casó su hijo Rodolfo
González Vidal, colega veterinario, un párroco de León censuró acremente desde el púlpito a los católicos
que, como el que escribe este artículo, habíamos asistido como invitados a la boda. Unos años antes, yo
había visitado la Elizabeth Kirche, en el valle del Wuppert (Alemania), que compartían católicos y protestantes desde las guerras napoleónicas y, más recientemente, había asistido a misa en una pueblo de las cercanías de Hamburgo, en el que la comunidad protestante había cedido su iglesia durante unas horas determinadas, para que los refugiados católicos alemanes procedentes del Este, pudieran tener su cultos. Sin
comentarios.
En 1978, Audelino González Villa, como representante del protestantismo en León, es invitado a
participar en algunas conferencias parroquiales y del Centro de Cultura Religiosa Superior de León, en la
Obra Cultural de la Caja de Ahorros de León, en Astorga y en diversos actos con substrato ecuménico. El
entusiasmo ecuménico se amortigua pronto, pero la tolerancia ha quedado sembrada en la sociedad española y, a partir de la Constitución de 1978 queda regulada la libertad religiosa con todas sus consecuencias.
Don Audelino pasó los años de su jubilación trabajando en aquellas cosas que más le llenaban. No solo se preocupaba por la iglesia de León, sino que por todas partes de España, hacía exposiciones de Biblias y cargando su coche de pesados libros muchos de ellos únicos en España.
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