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Mis recuerdos de una familia evangélica (5)
 

Audelino González y la guerra civil

Fueron tiempos de mártires y de santos, de angustia perenne porque cada día llegaban noticias aterradoras.
ORBAYU AUTOR Manuel de León 10 DE ENERO DE 2012 23:00 h

La Guerra Civil representó un choque de trenes ideológico y espiritual. Para diversas asociaciones de víctimas del franquismo y otros, los nacionales o el bando sublevado cometió actos de genocidio y crímenes contra la humanidad.

Esto vendría avalado por la documentación ahora disponible en los archivos militares donde se demostraría que sus planes incluyeron el exterminio y persecución sistemática de la oposición política, la violación de las mujeres de los ciudadanos republicanos, la imposición de tests físicos y psicológicos a presos para vincular su ideología con enfermedades mentales o el robo sistemático de niños a padres republicanos a los que todavía se oculta su verdadera identidad.

Evidentemente entre los Papeles de Salamanca, se encuentran los archivos sobre el protestantismo. En ese torbellino de violencia desatada también por los republicanos que quemaban iglesias y mataban a clérigos y monjas, vivirá don Audelino las experiencias más traumáticas.

En 1936 –relata muy acertadamente Cordero- ejercía en Benavente (Zamora), a donde se había trasladado por las posibilidades profesionales de la plaza, próspero centro ganadero, agrícola y comercial, en el que, además había un activo núcleo evangélico iniciado por Arturo Shallis. El 21 de julio, Audelino es testigo inquieto de los primeros acontecimientos, cuando llegaron a la localidad grupos de falangistas que asaltan la capilla protestante de Benavente, queman biblias e himnarios, se llevan el armonio y los bancos y proceden a las primeras detenciones y ejecuciones sumarias. El 24 de agosto lo llevaron esposado a Zamora, portando consigo el Nuevo Testamento con los Salmos en edición de bolsillo.

Rodolfo González Vidal, su hijo, nos relata más minuciosamente este hecho que vivió en primera persona:

“Era un día caluroso propio de Castilla. Llamaron a la puerta y la criada salió a abrir; unos individuos, pistola en mano y con la camisa azul remangada le dieron un empujón y penetraron hasta la habitación en que estábamos todos: cuatro niños, yo el mayor con ocho años, mi madre y mi padre, este sosteniendo una madeja de lana que ella devanaba. Según estaba él con la manos extendidas le pusieron las esposas. (…) Le llevaron al cuartel de la Guardia Civil y al anochecer le trasladaron en un coche a los calabozos de la policía de Zamora.(…) Estuvo en la cárcel de Zamora varios días (…) Después trasladaron a los presos procedentes de Benavente a Puebla de Sanabria; entre ellos debería ir mi padre, pero estaba el camión tan lleno que al ir a subir ya no cabía y le ordenaron subir a otro con destino a Toro. Supimos que aquellos nunca llegaron a Puebla. Quedaron muertos por el camino”[i].

En la cárcel de Toro permaneció don Audelino dos meses, teniendo muchas oportunidades de dar testimonio del Evangelio. Según sus biógrafos, gran efecto tuvo ante los carceleros y entre sus compañeros de prisión, su negativa a confesarse. Él se declaraba “cristiano evangélico” o simplemente “cristiano”, por su confianza en Cristo como salvador, y por tanto rechazaba la confesión.

En cambio sus compañeros prisioneros, atemorizadospor las circunstancias cumplieron con el sacramento católico,no sin elogiar la dignidad y coherencia (ellos dirían “valentía”) de su compañero protestante, cuya estatura humana crecía a medida que pasaban los días. Días que comenzaban con un cruel interrogante de los carceleros y discurrían ecuménicamente con el rosario de los católicos, las lecturas evangélicas y los cantos religiosos que Audelino enseñaba a todos, sorprendiendo a algunos que, además de las canciones nuevas para ellos, se pudiera cantar también el himno de Santa TeresadeÁvila, Doctora de la Iglesia católica: “El que de Dios el reino busca con ansia, todo lo demás tiene, nada le falta”.

Su esposa lo visitaba y en una de estas visitas otra señora que también visitaba a su marido le dijo: “Hay entre los presos un fraile que cree en Dios y los está convirtiendo a todos”.

Otra de las anécdotas carcelarias era que un preso había copiado todo el evangelio de Lucas para mandárselo a su mujer. Pero quizás lo más importante de este tiempo fue la valentía de doña Abigail entrevistándose con el Gobernador Civil para explicarle que su marido no era político. El Gobernador toscamente le respondió: “Pronto tendrá usted noticias; seguramente más pronto de lo que quisiera”. Indudablemente ella temió lo peor y decidió solicitar una entrevista con el Gobernador Militar. Consiguió entrevistarse con el secretario quien vio todos los informes favorables excepto el del cura, quien manifestaba ser don Audelino protestante y que tenía a los hijos sin bautizar. Doña Abigail manifestó que era cierto y que ella era culpable del mismo delito. El secretario la interrumpió: “Eso no es delito en la nueva España. Aquí solo se juzgan delitos de sangre. Vaya usted al Gobernador Civil que es la autoridad competente. Yo le llamaré por teléfono.

Al día siguiente el Gobernador Civil la recibió muy amablemente y sostuvo con ella una larga conversación pudo dar testimonio de la conversión a Cristo tanto ella como su marido. A las veinticuatro horas el Gobernador tenía firmada la orden de libertad.

Sin embargo la libertad tenía tantas trampas como la cárcel. Una de las experiencias mas humillantes de don Audelino la pasó en Benavente, una vez terminada la Guerra Civil.Don Audelino volvió para cobrar muchas de las minutas que le debían, mientras atendía algunas consultas profesionales que le llegaron tan pronto como se supo de su presencia. A los pocos días le pasaron el aviso de que fuese al cuartel de la Falange. Unos falangistas de la Acción Católica, cargados de medallas en el pecho y entre blasfemias le hicieron tomar medio litro de aceite de ricino y le amenazaron con que si le volvían a ver en Benavente le matarían.

Fueron tiempos de mártires y de santos, de angustia perenne porque cada día llegaban noticias aterradoras. Le habían informado de dos creyentes evangélicos de Castrogonzalo (Zamora), lugar donde asistía a los cultos don Audelino y su familia, que habían sido detenidos en septiembre de 1936 para prestar declaración. Se llamaban Elías García y Antonio Rodríguez que habían sido durante la República alcalde y concejal. Nadie supo que fue de ellos. La familia supo que habían sido llevados a Zamora porque recibieron una carta del Director de la Prisión informándole de que podían pasar a recoger sus enseres. Según Esther Rozada, sobrina de Elías, habían encontrado entre la ropa una nota en la que decía este: “He visto a Antonio; casi no lo conocía. Le han arrancado la barba y los ojos” Todos podemos imaginar lo que pudo pasarle a Elías[ii].

Es muy posible que todas estas escenas de violencia y terror quedasen prendidas en la mente de los creyentes de Benavente y que generasen en el interior de cada uno experiencias espirituales poderosas que les infundían valor y un carácter cristiano a prueba del martirio.

Cuatro años después, recién acabada la Guerra, posiblemente los mismos que habían dado aceite de ricino a don Audelino volvieron a la carga contra los evangélicos. Aquellos falangistas de Acción Católica se presentaron en cada de Francisco Dueñas mientras se celebraba el culto y se llevaron presos a todos los varones a punta de pistola. Querían conducirlos al cuartelillo de Falange pero se negaron a seguir en aquella dirección alegando que aquello no era ninguna cárcel conocida. Francisco Dueñas, ante las amenazas de las pistolas, le dijo que no le asustaban sus pistolas más que el pañuelo que llevaban en el cuello. Fue entonces que los condujeron al cuartel de la Guardia Civil y tras haberles rapado el pelo en forma de cruz, les soltaron con amenazas.

Regresaron sin embargo a la reunión y terminaron el culto comentando el salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Francisco Dueñas no se cortó el pelo en todo el verano, arguyendo que no tenía que avergonzarse de la llevar la cruz de Cristo[iii].



[i]La Españaevangélica ayer y hoy. Esbozo de una historia para una reflexión. José María Martínez. CLIE Publicaciones Andamio 1994
[ii]Todos estos relatos pertenecen a las notas biográficas de don Rodolfo González Vidal, aparecidas en La Españaevangélica ayer y hoy. José María Martínez CLIE 1994
[iii]Ibídem.
 

 


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