Un autor que suele tropezar y siempre anda a vueltas con la teología luterana y reformada es
Menéndez y Pelayo, que no entiende algunas paradojas como la ambivalencia de la razón en Lutero o el problema de la subjetividad y la verdad.
Es conocida la repulsa de Lutero hacia toda pretensión de razonar a Dios, en el sentido de que el hombre pueda, por la sola razón, adquirir conocimiento alguno de Dios para saber quién y qué es Dios(quid sit Deus). Nos dice Ropero: “Aborrecía-Lutero- a todos los escolásticos, teniéndolos por “asnos y bestias” y a los centros universitarios, como París, Lovaina y Colonia, los denominaba “burdeles de Satanás” porque violaban y corrompían la Palabra de Dios, a la que se consideraba estrechamente ligado”.
Pero no sólo Lutero masacraba dialécticamente a los escolásticos sino que también los humanistas vapuleaban a los teólogos del escolasticismo decadente, por su método muchas veces falso, como el silogismo que trajo a Lutero de cabeza para su concepto de justicia y justificación, cuando citaban a Aristóteles con:
Llegamos a ser justos realizando acciones justas” Lutero demostraría, negando la mayor, que no hay acciones justas delante de Dios. Lutero indicará que la justicia de Dios precede a las obras, de modo que las obras son el resultado de la justicia.
En la doctrina de los dos reinos de Lutero, regnum mundi y regnun Chisti, el reino de Cristo esta fuera del alcance de la razón.
“Siguiendo a Ockham, Lutero rechaza los universales, aceptando únicamente la realidad de las experiencias particulares e individuales. Al negar la realidad de los universales, Lutero limitaba por el hecho mismo, el alcance de la razón a la experiencia de los fenómenos de este mundo es decir, al
regnum mundi. La razón, - afirmaba - se ciñe exclusivamente al reino del mundo; dentro de este campo de acontecimientos terrenos la razón es autónoma y redunda en la adquisición de conocimientos demostrables. Esto es lo que Lutero llama razón natural (ratio naturalis) cuya legitimidad quedaba para él fuera de toda duda” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 311)
Acusan a Lutero y a la Reforma de subjetivismo como formulación teológico-espiritual. La acusación del campo católico-romano es acertada pero sus fundamentos en vez de ser censurados deberían ser su mejor recomendación. “Con Lutero, el espíritu de la verdad se manifiesta al fin en la voluntad subjetiva. La verdad es la subjetividad. La vida cristiana consiste en que la cúspide de la subjetividad se halle familiarizada con la reconciliación operada por Cristo en el Calvario y aplicada por el Espíritu Santo al corazón; en que se apele al individuo mismo y se le considere digno de llegar a esa experiencia de reconciliación que es unión con Dios en el perdón y el amor de vida; digno de que more en él el Espíritu divino, no como una gracia para privilegiados, la Iglesia en su sentido restringido- jerarquía- sino para todo el pueblo de Dios” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 317)
Está pues claro que para poder explicar la reconciliación con Dios tenemos que acudir a la subjetividad, porque, siguiendo el argumento agustiniano, Dios habita en el interior y no en lo exterior del dogma, los ritos, los sacramentos sino en lo más interior y esencial del ser humano.
“La última palabra no la tiene el pecado, lo accidental, aquello que sobreviene al hombre, que lo domina, que no es él mismo, sino la justificación, el renacer a su realidad primera en comunión con Dios. Por eso el hombre, todo hombre, hasta el más miserable y alejado del espíritu, es asequible a lo divino, capaz de Dios, pues su naturaleza esencial no es el pecado sino la “imagen de Dios””.(Ropero Berzosa, 1999, pág. 318)
Si quieres comentar o