El considerar la producción y distribución de los libros que llegaban a España por todas partes, es importante reconocer como lo hacer Werner Thomas
(La represión del protestantismo pág., 139) que los grandes costes de producción fueron pagados desde España donde se suponía había gente “dañada” en Castilla y Aragón.
Algún calvinista quemado en Brujas había confesado que en España también existía su iglesia, aunque oculta. Es de destacar el caso del
conde Bailén, Juan Ponce de León, que gastó toda su fortuna en la causa de la Reforma, según afirma Schäfer.
Para aquellos que consideran “episodio” sin importancia la Reforma en España, les parecerá casi atrevido hablar de la espiritualidad evangélica en los libros de los protestantes españoles, conscientes de que muchos de estos escritos habrían sido quemados y denigrados. Sin lugar a dudas, mucha de la no escasa producción literaria es desconocida y menos aún investigada,
pero como veremos, representa el impulso renovador más importante de la historia espiritual de España. La relevancia de la literatura de los evangélicos españoles, puede considerarse cuando menos a la altura del Renacimiento europeo y estar en el centro del Siglo de Oro español. La espiritualidad de los protestantes llamaba la atención a los inquisidores. En los márgenes de las obras expurgadas o de la simple correspondencia que se les encontraba, se anotaban frases como “este habla (frase) muy a lo espiritual es luterana” y muy a renglón seguido se hallaba otro punto fundamental de esta piedad evangélica que era el hablar de las cosas de Dios al margen de la iglesia. Como expresará Juan López de Celaín,(luterano quemado en 1530) en carta al Almirante de Castilla, estaba todo dispuesto para la “reformación de la verdadera cristiandad”. Pero antes de entrar en la bibliografía propia, hemos de hacer algunas consideraciones introductorias.
Ya va siendo oportuno rescatar para la “ciencia española” la idea de Menéndez y Pelayo cuando afirmaba que la Inquisición no quemó personas evangélicas de gran relieve. Decía: “Protestantes: Ni uno sólo de los que algo valieron fue chamuscado por la Inquisición. Juan de Valdés murió tranquilo y sosegado en Nápoles. A Servet le tostó Calvino. El doctor Constantino Ponce de la Fuente murió en las cárceles, y lo que quemaron fue su estatua. Juan Pérez, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, etc., anduvieron casi toda su vida por el extranjero. Ninguno de ellos era un sabio del otro jueves. Total de sabios protestantes quemados, cero.”
Le seguiría Ortega y Gasset con parecida expresión: “La característica de España no es que en ella la Inquisición quemase a los heterodoxos, sino que no hubiera ningún heterodoxo importante que quemar. Cuando ha habido alguno se iba fuera, como Servet y era fuera donde lo quemaban”. Frase maliciosa y falsa pues las hogueras de la Inquisición no se encendieron en España para iluminar, sino para apagar el fulgor y las inquietudes de muchos hombres de ingenio de la modernidad. La hoguera de Servet no puede ocultar el bosque de hogueras que durante más de tres siglos dejaron a España en la más lamentable ruina moral, espiritual, política y económica.
Sin embargo hay una larga lista de quemados y muertos en las crueles cárceles secretas, que irán desfilando por las páginas de estos artículos de Orbayu y que contradicen las ignominiosas palabras de estos intelectuales.
Uno de los libros que mejor tratan este tema de la filosofía y teología de la Reforma es la “
Introducción a la Filosofía. Una perspectiva cristiana” de Alfonso Ropero Berzosa
[1], porque este autor considera a la historia de la filosofía como verdadera filosofía. La historia de la filosofía de la Reforma, nos enseñará su razón de ser en el tiempo y aquellos componentes que cambian el mundo medieval en el mundo moderno. Renacimiento filosófico y Reforma protestante europea llegan al siglo XVI de la mano. El Renacimiento cultural y humanístico trae como sello característico, la duda y la especulación. “Sus preocupaciones y curiosidades son ajenas al ideal cristiano. La vida retorna a lo mundano. El hombre y su fortaleza y belleza y la confianza en sí mismo son tan fascinadoras que Dios parece echarse en el olvido” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 287) El humanismo de Erasmo tiene un sentido nítidamente cristiano, nunca mundano. El sentido original que marca el siglo XVI es la espiritualidad, emanada esta del estudio de las Escrituras, pues al decir del Enchiridion: “Si te dedicas por entero al estudio de las Escrituras, si meditas día y noche sobre la ley divina, nada te atemorizara jamás y estarás preparado para defenderte contra cualquier ataque del enemigo”. “A pesar de su decidida y valiente defensa de una Biblia abierta al pueblo, hay un punto que le separa de las posteriores reivindicaciones reformadoras. Erasmo no cree que la Biblia sea por sí sola la única autoridad requerida. Es la más eminente, pero no suficiente sola. No dice que sea necesaria otra guía, por ejemplo el magisterio Romano, pero sí que es peligroso permitir que las masas sometan la fe a examen de la lectura desnuda de la Escritura. En esta cuestión Erasmo se aleja de la actitud y el convencimiento reformado de la Biblia sola y suficiente por sí misma pues la Biblia es la mejor intérprete de sí misma” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 302)
[1] Otro de los libros de Alfonso Ropero “
Filosofía y cristianismo” pueden figurar como de los más actualizados en el análisis de la Filosofía y Teología cristianas.
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