La explicación puede venir dada, por ser una mayoría de autores jesuitas y por tanto supervisores de la Contrarreforma, que a modo del alemán Pedro Canisio (1521-1597), de la Compañía de Jesús, una de las grandes figuras más representativas de su siglo, utilizarían el griego y el latín como un sistema apologético de la Contrarreforma.
En un Catecismo Católico
[i], trilingüe y para uso de la juventud española que poseo, se dice: “Y porque los herejes, entre otros artificios, usaban la lengua griega para catequizar a la juventud y hacerle beber la ponzoña de los errores, atrayéndola con la golosina del Griego; dispuso el P. Jorge Mayr a manera de contraveneno una linda y puntual traducción en Griego del compendio del dicho Catecismo Latino, para enseñanza de los jóvenes católicos; los cuales con el atractivo gustoso de la Lengua Griega bebiesen en ella la leche más pura y como nata de la verdad católica, contraponiendo de este arte, Griego al Griego, la verdad a la mentira, el remedio preservativo a la pestilencia y el conocimiento de la segura y sana doctrina al peligro de deslizar en la dañada y falsa”. Así pues la Contrarreforma se convierte en catolicismo apologético y defensivo, con una espiritualidad dictada, paternalista y protegida, donde no se podía hacer una lectura directa de la Biblia y sin que el laico pudiese intervenir en el culto. Es un esquema diferente al evangélico porque ahora la doctrina Romana del Cuerpo místico de Cristo se convierte en algo metafórico y a Cristo se escenifica envuelto en sangre y en espinas.
Pero como mantienen algunos autores, los jesuitas, aunque con otros esquemas y siempre traduciendo al latín, impusieron un sentido de libertad y responsabilidad personal que pudo personalizarse en la concepción de la libertad del molinismo[ii], la defensa de “dar muerte al tirano” de Mariana[iii], el origen democrático del poder en Suarez[iv], y la moderación en aspectos morales.
También el jesuita
Benito Pereiro o Pereira (1536-1610), dedicado a la enseñanza y a escribir libros, tendría una gran aportación a la literatura bíblica desde Roma, donde vivió la mayor parte de su vida como profesor de sagrada Escritura en el Colegio Romano. Tiene algunos comentarios sobre la Escritura con bastante sabor escolástico como lo referido a los demonios al que hace este comentario Feijoo en sus
Cartas eruditas tratando sobre los demonios íncubos: “Es verdad, que el Padre Benito Pereira (lib. 8. in Genes. disp. 3.) limita esta semejanza sólo en lo respectivo a la vista, y negando su posibilidad en orden al sentido del tacto; porque dice, que aunque el cuerpo formado por el Demonio tenga alguna tangibilidad, no puede tener aquélla, que es propia del cuerpo humano; Vg. la blandura de la carne, la dureza del hueso, ni aquel suave calor, que influye el espíritu vital. Pero sobre ser singular la opinión de este docto Jesuita, es opuesta a la clara, y general idea, que tenemos de la habilidad, y poder del Demonio. Este puede sin duda inmutar, como quisiere, la textura de las partes de la materia: luego darle cualquier especie de tangibilidad; pues es claro, que ésta pende únicamente de aquélla.” Resulta sorprendente la curiosidad inagotable de Feijoo dándole vueltas a los demonios íncubos y su tangibilidad, pero denota que todavía en este tiempo otras doctrinas aún no se podían tratar. Pero más sorprendente resulta el comentario de Benito Pereiro que no deja de ser el debate escolástico clásico como cuántos ángeles cabían en la punta de un alfiler.
Gregorio de Valencia(1549-1603), también profesor jesuita, volverá con la controversia de
auxiliis divinae gratiae. Entre sus monografías:
De Trinitate, De idolatria, y De verá Christi Maiestate et presentia contra Lutheramus ubiquitistas. Definió la libertad humana como volumtatem ipsam,ut per eam libere possumus elegire hoc aut illud médium ad finem (el acto libre se identifica con la esencia de la libertad libre).Es Antonio de Honcala, eminente biblista quien en la imprenta de Juan Brocar editara los
Comentaria in Genesim,en 1555.
Gabriel Vázquez de Belmonte(1549-1604) profesor jesuita, conocedor de la lengua griega y hebrea, escribiría la
Paraphrasis,et compendiaria explicatio ad nonnullas Pauli Epistolas (Alcalá de Henares,1612) Juan de Mariana (1536-1633) profesor de teología, historiador y censor de exégesis, en 1578 recibió el encargo de informar sobre la posible heterodoxia de la Biblia políglota, cuya dirección dirigía en Amberes, Benito Arias Montano: su informe fue favorable. Posteriormente se le encomendó la supervisión del Manual para la administración de los sacramentos, la reelaboración de las Actas de los concilios diocesanos de Toledo de 1582 y la redacción del Índice expurgatorio de 1584. Se conservan diez tomos de sus manuscritos, y en sus
Scholia in Vetus ac Novum Testamentum (Amberes y París,1620) están sus versificaciones en dísticos latinos de los
Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares. Pero su obra fue relegada y prácticamente prohibida. Hay una traducción de algunos libros de la Biblia del conde de Rebolledo, el diplomático español Bernardino de Rebolledo (1597-1676). Tradujo en verso el libro de los
Salmos,
Lamentaciones y
Job. Probablemente haya acudido a la Biblia de Ferrara, pero su traducción es de la Vulgata. Como no se permitían traducciones en lengua vulgar, el medio de hacerlo era en verso y en este caso en silva rimada.
Seguir enumerando estas obras de mística y ascética, que pertenecen al último tercio del XVI, nos apartaría del objeto de nuestro estudio y supondría entrar en otro círculo de religiosidad hecha por eclesiásticos y para eclesiásticos fundamentalmente, y que no eran una preocupación popular.Sin embargo también en el siglo XVI aparecen grupos de seglares que alrededor de la nobleza del lugar, forman grupos de espiritualidad que podría llamarse evangélica. Nos referimos a los alumbrados “dexados” y no a los “recogidos”, porque aquellos, desde la Biblia, entendieron una espiritualidad distinta y personal, como hemos comentado repetidas veces. Dice Pérez García: “De diversas maneras, se conectan con estos grupos de laicos otras comunidades conventuales y de beatas. A su vez, existen fuertes relaciones entre grupos de espirituales de distintas localidades, lo cual nos permite hablar de la existencia de auténticas mallas regionales de espirituales. En el caso castellano, esta red se extendía, al menos, desde Cifuentes hacia Guadalajara, Alcalá de Henares y Pastrana, de aquí hacia Toledo, Escalona, Torrijos y Madrid, y hacia el norte hasta Salamanca, Valladolid y Medina de Rioseco. Existen evidencias de que esas redes tenían unas dimensiones geográficas mucho mayores, pero por el momento no disponemos de estudios claros y determinantes al respecto.”
Nos interesaría conocer las reformas y los reformadores católicos desde ese ángulo de la piedad y no del normativo. Menéndez y Pelayo se da cuenta de la necesidad de entender este hecho: “Nadie ha hecho aún la verdadera historia de España en los siglos XVI y XVII. Contentos con la parte externa, distraídos en la relación de guerras, conquistas, tratados de paz e intrigas palaciegas, no aciertan a salir los investigadores modernos de los fatigosos y monótonos temas de la rivalidad de Carlos V y Francisco I, de las guerras de Flandes, del príncipe D. Carlos, de Antonio Pérez y de la princesa de Éboli. Lo más íntimo y profundo de aquel glorioso período se les escapa. Necesario es mirar la Historia de otro modo; tomar por punto de partida las ideas, lo que da unidad a la época, la resistencia contra la herejía, y conceder más importancia a la reforma de una orden religiosa o a la aparición de un libro teológico que al cerco de Amberes o a la sorpresa de Amiens”.
Pues
veamos cómo define Menéndez y Pelayo este siglo: “Dulce es apartar los ojos del miserable luteranismo español para fijarlos en aquella serie de venerables figuras de reformadores y fundadores: en San Pedro de Alcántara, luz de las soledades de la Arrábida, que parecía hecho de raíces de árboles, según la enérgica expresión de Santa Teresa; en el Venerable Tomás de Jesús, reformador de los Agustinos Descalzos; en la sublime doctora abulense y en su heroico compañero San Juan de la Cruz; en San Juan de Dios, portento de caridad, en el humilde clérigo aragonés fundador de las Escuelas Pías y, finalmente, en aquel hidalgo vascongado (Loyola) herido por Dios como Israel, y a quien Dios suscitó para que levantara un ejército, más poderoso que todos los ejércitos de Carlos V, contra la Reforma”.(Menéndez y Pelayo, 2007, pág. 905) Como podemos ver los reformadores son los mismos místicos y ascetas que florecen a últimos del XVI o primeros del XVII, cuando la Reforma evangélica en España había impulsado a humanistas y religiosos, muchos del lado converso, a enseñar el Evangelio y no la rutina de las Horas. Menéndez y Pelayo no quiere ver ni estudiar el protestantismo, pero está ahí en el centro de ese siglo, transformando toda la realidad española.
[i] Catecismo Católico Trilingüe del P. Pedro Canisio teólogo de la Compañía de Jesús. Dispuesto para uso de la juventud española por D. Joseph Goya y Munain presbítero. De orden superior Imprenta don Benito Cano año de 1798
[ii] Judaísmo y Molinismo en el siglo XVII. Consideraciones teológicas en torno al problema del Libre Albedrío Miquel Beltrán Instituto de Filosofía, C.S.I.C., Madrid
[iii] El tiranicidio en los escritos de Juan de Mariana: un estudio sobre uno de los referentes más extremos de la cuestión .-Centenera Sánchez-Seco, Fernando: Universidad de Alcalá. Departamento de Fundamentos del Derecho y Derecho Penal. 2006 Tesis doctoral.
[iv] Origen divino del poder, y democracia - Presente y pasado - Pío Moa;
Iusnaturalismo, personalismo y filosofía de la Liberación Escritopor Jesús Antonio de la Torre Rangel
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