En el prefacio de la obra “Montes expone aquí los motivos por los cuales se escribe la obra. Le preocupa el peligro de una guerra provocada por el temor de que la Inquisición española pudiera ser introducida en otros territorios de la Monarquía hispana, fuera de la Península, en especial en zonas protestantes y en concreto en los Países Bajos, donde, como veremos, precisamente la supuesta implantación de la Inquisición de corte hispano fue uno de los motivos fundamentales de la Rebelión. Con este trasfondo, Montes quiere ante todo informar a un amplio público europeo hasta entonces sólo “confusamente” enterado de las prácticas de la Inquisición española. El idioma de redacción, el latín, también apunta al deseo de alcanzar una gran audiencia, “el orbe entero” como repetirá en el transcurso del relato.” (Giesen, 2001, pág. 109)
A pesar de las grandes aportaciones de Giessen al análisis de la obra, dirá cosas como estas: “En sus exposiciones sobre la Inquisición, Montes finge neutralidad”. Sin embargo,
creemos sincera la neutralidad en muchos de los protestantes españoles dentro y fuera de su nación. El movimiento evangélico nunca buscó la espada, la revolución o el tumulto por aquello de “cuanto peor mejor”. Enseñó la convivencia, el respeto y la tolerancia, así como el orden y la sujeción a las autoridades.
Acierta en su análisis Giessen cuando dice: “. A este respecto, es interesante la actitud conservadora de Montes cuyo concepto de tolerancia, como el de sus antecesores, sólo se aplica a los cristianos, mientras las actividades inquisitoriales contra “las pestes de herejías judaicas y mahometanas” son justificadas, aunque sólo con el fin de instruir a los neófitos, sin violencia, en el cristianismo: “nunca se podrá infundir a la fuerza o con tormentos la fe salvadora”.
Más adelante, en la sección de las prácticas inquisitoriales, también admitirá “que existen realmente las herejías que tan severamente castigan”, es decir las disidencias dentro del cristianismo. En el mismo contexto habla de otro de los méritos, los “brillantísimos títulos” del Santo Oficio, a saber el aumentar el fisco real y “ciertas fortunas privadas”, lo hace evidentemente con intención meramente irónica.” Sobre el tema de la neutralidad o la espada Montes tiene un sugestivo comentario:
“Siendo estas, tales cuales hemos referido (pues ningún hombre recto habrá que lo niegue o que con cualquier justa causa las disculpe), no debe extrañarse que los pueblos, hasta aquí, por respeto, obedientísimos a sus magistrados, para apartar de sus términos tan terrible calamidad, ya que por otros medios no pueden, al cabo acudan a las armas. Protestan que de ningún modo rehúsan la purificación de la religión puesto que de todas verás la desean: pero la quieren, digna de su nombre; esto es, la que exija el mandamiento de la palabra de Dios, que debe ser para todos los guardadores de la verdadera religión la única regla de Religión: de la Inquisición en esta parte, fuera de lo que hasta ahora dio de sí, ¿qué pueden esperar? Protestan que deben a su legítimo magistrado, y en verdad, según la misma palabra de Dios, obediencia, honra y tributo, y que están aparejadísimos a prestárselo con su acostumbrada prontitud: pero ruegan que se les reciba, todo ello
sin agravio de Dios y sin la tristísima cautividad de sus conciencias, cosas que a los varones rectos y piadosos deben ser muy recomendables y mucho más caras que la misma vida. Protestan, que de ningún modo, quieren sacudir el yugo de la obediencia legitima a su magistrado pero quéjanse con razón de que a aquel suave y humanísimo yugo, que hasta aquí con la debida conformidad de ánimo llevaron, se añada ahora el freno de hierro de la Inquisición, que no se aplica a otra cosa que a matar inocentes ciudadanos y a confiscar bienes”. (González Montes, 1851, pág. 29)
Para los comentaristas de las Artes como Giesen, consideran que no hay una orientación teológica definida, no expone una determinada confesión sino que simplemente subraya un cristianismo de vuelta a los orígenes e independiente de las denominaciones. El empleo también de la palabra “católico” es, como ya hemos repetido muchas veces, “universal” y diferenciado del “catolicismo romano”: “Algún día manifestará el tribunal de aquel grandioso Inquisidor verdaderamente católico,
de Cristo, cuantos desdichados cayeron en estos lazos [i.e. de la Inquisición] y perdieron quizá en ellos no sólo sus cuerpos sino también quizá sus almas por actuación detestable y obra de estos artífices de iniquidad y violencia”. Parece, sin embargo, que hace alusión a un rechazo al calvinismo y una preferencia por Inglaterra frente a Ginebra: ““Sucedió por aquellos mismos días que, tras haber sido quitada de en medio la reina María de Inglaterra, la Iglesia Anglicana, que a causa de la crueldad de ella había sido diseminada o dispersada, puesta Isabel en sustitución de ella, volvía de nuevo a su propio territorio por beneficio plenamente singular de Dios. A los españoles que a causa de su piedad estaban desterrados en Ginebra, les pareció Inglaterra más apropiada para reunir a la Iglesia de los suyos, proyecto que hizo que algunos de ellos marchasen con los ingleses que retornaban a su patria” (González Montes, 1851, pág. 246)
Resulta una sorpresa para Giessen que Montes tenga al arzobispo Carranza como “instruido en el conocimiento de la verdad” a pesar de que viendo su proceso no pueda considerarse disidente católico y luego convertido protestante. Este es siempre el debate clásico reforma-contrarreforma, mientras que nosotros mantenemos una postura intermedia y evangélica, en la que muchos defensores de la justificación por la fe no se consideraban disidentes sino católicos enfrentados a un sinfín de contradicciones eclesiásticas y que en conciencia habían roto con Roma.
El nicodeismo que se le achaca a Juan de Valdés y Constantino Ponce de la Fuente, es para Montes también permitido en cierto modo para “
no chocar con los neófitos protestantes, sea por salvarse de la Inquisición aunque el camuflaje no puede llegar hasta la abnegación de la fe”. Juan Ponce de León vivirá esa experiencia: “Preguntado por el sacerdote si quería hacer uso de la sagrada confesión (pues la despreciaba rechazando y censurando al sacerdote), ya que, antes de ser apresado, había hecho uso de ella con frecuencia, respondía que aquello había sido en atención a la debilidad de sus hermanos, a los que aún no suponía tan adelantados como para tener que tomarse aquella libertad sin escándalo”.
Concluiremos, reconociendo la innovación historiográfica de Las Artes de la Inquisición y también viendo en ella que persisten ciertas mentalidades antiguas de intolerancia hacia el judaísmo e islam. Pero lo importante de la obra que era detallar las impías prácticas inquisitoriales, lo cumple ampliamente, informando al mundo europeo y protestante español exiliado de las prácticas de esta Institución del Santo Oficio. Era esta Inquisición un sistema de control, no solo del poder de Roma sino también al servicio del emperador, que el cristiano debe enfrentar con las Escrituras porque el adversario ya no responde a los esquemas religiosos, sino que quiere apoderarse de las mentes ejerciendo un poder a favor de la convivencia y de la riqueza.
En estos días se ha publicado una nueva traducción del latín de “Las Artes...” por el catedrático Francisco Ruiz de Pablos,
quien siente la necesidad de expresar su decepción por el afán revisionista de la llamada “leyenda negra” que muchos historiadores la han convertido en “leyenda rosa”. “Analiza la inmensa influencia de este libro, no sólo en el Quijote, sino en el mismo Hamlet de Shakespeare, y se pregunta por qué la historiografía actual desprecia el testimonio de esta crónica, para entender la memoria histórica de nuestro país.” (José de Segovia)
Citará a algunos revisionistas hispanistas como Kamen o Bataillon y se sorprenderá de que historiadores como Ricardo García Cárcel y su discípula protestante Doris Moreno sigan hablando de “leyenda negra” y otros como Manuel Lucena aseguren que no se trata más que de “relatos fantásticos, descripciones grotescas y acusaciones que nada tienen que ver con la realidad”. El profesor Francisco Ruiz de Pablos, voz en medio de un desierto de incoherencias revisionistas, denuncia a aquellos que “confunden objetividad histórica con deshumanización absoluta y distancia en la lectura de los hechos, en los cuales los muertos o los encarcelados y torturados son puros datos, tratados fría y estadísticamente”. También dirá de la obra de Montes que este escribe con “un latín de calidad, parangonable con el de otros escritores contemporáneos en la Europa del siglo XVI”. Y escribe con “una buena base humanística, escriturística y teológica”, llegando a ser
Un protestante sevillano, fuente esencial de Hamlet, como titula el libro publicado por el profesor De Pablos el año 2000.
Hugo de Schepper de la Universidad de Nijmegen,(1) coloca al libro de las Artes de la Inquisición de Montes, entre los panfletarios contra el Tribunal de la Inquisición español, quien tendría primero de rehén a Carlos V y después a Felipe II considerado como un alma simple. La Inquisición enemiga de la Casa de Borgoña tendría también su alegato en el libro del escritor calvinista y político Marnix van Sint-Aldegonde, quien achacaba los disturbios de Flandes a la intromisión inquisitorial para conseguir una política regia represiva, haciendo que delincuentes contratados por la Inquisición, quemasen las iglesias católicas.
Parece que las
Artes de la Inquisición de Montes habían sido la fuente de información de los alemanes que en 1570 elaboraron un documento en su Dieta,( se dice que falso), en el que se indicaba que la Inquisición española había sentenciado a todo el pueblo flamenco al exterminio y la confiscación de sus bienes. Sin embargo ya hemos demostrado la neutralidad del libro de Montes en el cual presentaba la dura realidad de la represión protestante en España, pero en nada puede considerarse un panfleto incendiario de revoluciones.
1) Contactos en los Países Bajos. Artículo de Hugo Schepper “La guerra de Flandes” Sinopsis de su leyenda negra (1550-1650)
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