Alfonso de Valdés. Escritor y secretario de Carlos V para asuntos de cartas en latín, había nacido en Cuenca a finales del siglo XV (1490?) y moriría en Viena, por causa de la peste, el 3 de octubre de 1532.
Uno de los grandes debates en torno a su persona se refiere a si era hermano gemelo de Juan de Valdés. Para un especialista como Ángel Alcalá (Alcalá Galve, 2006, pag. 4)el gemellus (germanus) prefiere entender que tenían un gran parecido físico, mientras que Manuel Amores Torrijos (Amores Torrijos, 2004, pag. 125) mantiene que eran gemelos, ya que un testimonio de un vecino de Cuenca, Sancho Muñoz, había escuchado de boca del Fernando de Valdés, el padre de los escritores “que tenía guardadas las camisicas en que habían sido envueltos sus dos hijos del vientre de su madre, de los que nacieron de una ventregada”. Otros autores parece que sostienen que Alfonso sería de mayor edad que Juan y Juan gemelo de Diego o de otro, pero no de Alfonso.
Ya sabemos por la biografía de Juan de Valdés(1) que su padre. Fernando (Hernando) de Valdés era regidor de esta ciudad, y su madre descendía de familia judeoconversa. A su tío Fernando de la Barrera, capellán de Cuenca, la Inquisición le acusó de ser judío relapso, siendo quemado. Al hermano mayor, Andrés también lo procesaron por oponerse a la acción del Santo Oficio, siendo expuesto a vergüenza pública.
Es muy posible que hubiese estudiado en la Universidad de Alcalá y Bolonia, pero su saber se lo debe al maestro de Anglería y al estudio autodidacta de lecturas varias y observación. Posiblemente también estudiase leyes.
Tres cartas fechadas en Bruselas, Aix-la-Chapelle en 1520, y en Worms en 1521, nos ponen en los primeros pasos conocidos de la vida de Alfonso, en la Corte del emperador, dirigidas a su maestro Pedro Mártir de Anglería. Desde esas fechas hasta su muerte esta al lado del emperador desempeñando cargos de importancia al lado del gran canciller Gatinara que siempre fue su apoyo en la Corte.“Alfonso de Valdés comienza, Quizá, entonces a concebir por Erasmo una admiración que luego se transformaría en culto y en amistad. Pero, simple escribano a la sazón, no pasaba de ser un aprendiz de humanista y probablemente, si alguna vez se hubiese ofrecido ocasión para ello, no hubiera podido sostener con mucha gallardía una conversación en latín con el gran hombre. Trabajaba bajo la dirección de Máximo Transilvano, secretario encargado de las cartas latinas. Se ejercitaba en redactar, para el historiógrafo real Pedro Mártir de Anglería relatos de los grandes acontecimientos de que él era testigo: la ceremonia de la coronación, el caso de Lutero.” (Bataillon, 1995, pag. 104)
La divulgación del erasmismo en España hace que Valdés se fije y se inspire en su obra, carteándose con Erasmo. Pero otra cuestión comienza a pesar en la conciencia de Alfonso de Valdés y otros como Vergara y es el espectáculo de la Dieta de Worms, donde Lutero se enfrenta a un problema grave en la cristiandad católica Romana que pretendía condenar el espíritu evangélico. “pero el espíritu evangélico no puede ser condenado con Lutero; la conservación de la unidad no puede significar un “hasta aquí” en la renovación religiosa que se ha iniciado en todas partes. Esta reivindicación del
evangelismo a pesar de todo es la que cada vez más, habrá de encarnar Erasmo “. (Bataillon, 1995, pag. 111) Según la visión de Bataillon, Valdés desde muy joven y sin querer ser profeta, se da cuenta de la tragedia que las medidas de rigor contra Lutero significarían para la cristiandad. Esta autopsia sobre el caso Lutero, cuyos resultados informaban de la necesidad de un concilio, Valdés la expondrá así: “Es imposible imaginar hasta donde se extenderá la presente calamidad, si la prudencia y la piedad del Papa o la feliz fortuna de nuestro emperador no ponen remedio a estos males con un concilio general” Y Luego: “Fácil es adivinar lo que ocurrirá una vez que se haya marchado el emperador. Esta plaga se podría vencer, para el mayor bien de la cristiandad, si el Papa n o diera tantas largas para el Concilio general, si pusiera la salvación de todos por encima de sus intereses particulares”. (Bataillon, 1995, pag. 112)
Alfonso de Valdés también participó en las conversaciones entre los luteranos y los representantes del Papa en la Dieta de Augsburgo, pero su espíritu conciliador no evito la ruptura con la Reforma ante un Papa y una curia hostil. “Su anhelo reformador y su pensamiento utópico le hicieron expresar que su pretensión era hacer un mundo nuevo. Así, en el
Diálogo de Lactancio muestra su visión del destino del mundo que tiene como centro a un Emperador y un Papa espirituales que deben gobernar al pueblo de Cristo. En el
Diálogo de Mercurio y Carón insiste básicamente en las mismas ideas; denuncia las actitudes extravertidas de los eclesiásticos en el mundo temporal, crítica la religiosidad extrema e intolerante, y señala como imperio ideal al que tiene como propósito la fraternidad de todas las naciones cristianas, regidas por un emperador.”
Por las cartas podemos saber algunos recorridos y encuentros. En los Países Bajos en 1520 y 1521; en España desde 1522 a 1529 estando en Valladolid, Tordesillas, Madrid, Toledo, Granada, Palencia, Burgos, Valencia, Zaragoza y Barcelona; en 1529 va con emperador a la Corte de Italia donde Gatinara recibe el cardenalato y el Emperador es coronado por el Papa Clemente VII el 24 de febrero de 1530; escribirá la “
Relación de lo que en las cosas de la fe se ha hecho en la Dieta de Augusta”, en septiembre de 1530. Luego estará con la corte en Colonia, Bruselas, Gante, Bruselas, Ratisbona (se conservan cartas de Valdés desde esta ciudad de octubre de 1531 a septiembre de 1532), Passau (Alemania) y Viena, donde muere el 6 de octubre de 1532.”Esa posición privilegiada en la corte le protegió de las acusaciones del nuncio del papa Clemente VII, Baltasar de Castiglione, por haber escrito su primera obra, el
Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. En este Diálogo entre Lactancio y el arcediano del Viso a propósito del saco de Roma y prisión del Papa por las tropas del Emperador en mayo de 1527, Alfonso de Valdés presenta el saqueo como voluntad de Dios, exime de culpa a Carlos V, señala la corrupción de la jerarquía eclesiástica y acusa al Papa de desempeñar mal su oficio. Ni este Diálogo, ni el que escribe a continuación, entre 1528 y 1529, el
Diálogo de Mercurio y Carón, fueron impresos en vida del escritor; circularon manuscritos y anónimos. Se publicaron en Italia, seguramente poco después de su muerte, sin que figure en la edición dato alguno de lugar, año o impresor. Se atribuyeron siempre a su hermano Juan.”(Navarro Ruran, 2004)
La autora Rosa Navarro cree tener todas las certezas sobre la tercera obra de Alfonso de Valdés y la más espléndida: La Vida del Lazarillo de Tormes. “Debió de ser impresa por primera vez en Italia; en 1542 se publica en Sevilla un libro, el Baldo, que adapta y amplía un poema en latín macarrónico, el Baldus, del italiano Teófilo Folengo; tiene ya huellas evidentes de que su autor había leído el Lazarillo. Alguien llevaría un ejemplar a España, después de arrancar un folio –de peligrosa lectura–, y aquí se imprimiría otra vez, antes de 1548, porque la Representación de la parábola de san Mateo de Sebastián de Horozco(2), que se puso en escena ese año, tiene también huellas de que su autor había leído la obra (y lo evidencia más la Representación de la historia evangélica de san Juan). Horozco tuvo en sus manos una impresión del Lazarillo.” (Navarro Ruran, 2004)
1) En el apartado Progreso del protestantismo de este libro, hemos incluido la biografía de Juan de Valdés y en la que algunos datos están repetidos y otros completan mejor estas biografías de Juan y de Alfonso de Valdés.
2) Jack Weiner, especialista en Horozco, en la introducción que hace a El libro de los proverbios glosados de Sebastián Horozco dice que su origen judeoconverso y el desprecio de sus hijos por serlo, le provocaron un pesimismo continuado frente a todo. Desprecia a judíos, judeoconversos, musulmanes y católicos, así como a los protestantes, aunque en sus explicaciones del Antiguo Testamento admira a sus personajes. Por estas razones cree Weiner que Horozco no podía ser el autor del Lazarillo, más crítico con la institución eclesiástica y proclive a la Reforma. Weiner desechada la autoría de Horozco en el Lazarillo, pretende demostrar las coincidencias con el Libro de los proverbios glosados, exponiendo que los profetas, los libertadores del pueblo de Israel, los patriarcas son como ciegos, siendo Lázaro la síntesis de las dos tradiciones: clásica y judeocristiana. Reconociendo su prudencia crítica ante posibles inconvenientes con la Inquisición, se atreverá a llamar al papa Paulo IV “soberbio e hinchado”.
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