Bob Marley creía que “si Dios no me hubiera dado una canción que cantar, no tendría ninguna canción que cantar”. Así que “sabría que había acabado su obra cuando se sintiera satisfecho y cansado, al verle Dios y decirle, esta es la redención, sabes, nadie puede pararla ahora”. Para un
rasta como él, la
Nueva Era iba a ser un reino político. No esperaban que el mundo se elevara a un nivel superior de conciencia, sino ser libres de la fea pobreza que habían heredado de la esclavitud. Eran literalmente “extranjeros en una tierra extraña”, como descendientes de los esclavos de la costa oeste de África, que habían sido transportados al otro lado del océano, para trabajar en las plantaciones de azúcar de Jamaica…
LOS RASTAS Y LA BIBLIA
“Estamos hartos”, canta Bob Marley, de oir: “¡Muere y ve al Cielo, en nombre de Jesús!” (
Get Up Stand Up /
Levántate). El
rastafarianismo es un movimiento que nace en Jamaica como una reacción al Evangelio predicado por los misioneros blancos. Cita pasajes de la Biblia, pero proclama sobre todo la supremacía de la raza negra. Tiene sus raíces en 1914, cuando un sindicalista jamaicano llamado Marcus Garvey, que había nacido en 1887, funda la
Asociación Universal para la Mejoría y Preservación Negra. Fue él quien vio Etiopía como la cuna de una civilización superior, compilando una Biblia negra para demostrar que Dios y sus profetas eran todos negros.
Esta enseñanza fue luego desarrollada por Leonard Howell, que es el verdadero fundador del
rastafarianismo. Pero fue la música de Bob Marley, con su ritmo hipnótico de
reggae, la que difundió esta religión caribeña por todo el mundo. Considerado por los
rastas como profeta, curandero y sacerdote, Marley recorrió muchos países, vendiendo millones de discos. Cuando murió en 1981, le hicieron un funeral de estado, exponiendo su cuerpo en un féretro abierto, que fue contemplado por miles de jamaicanos en el estadio oficial de su país. En
Éxodo (1977), una de sus canciones más conocidas, describe así la esperanza de redención
rastafari: “Abre tus ojos y mira dentro de ti / ¿Estás satisfecho con la vida que llevas? / Sabemos a dónde vamos / Sabemos de dónde venimos / Estamos dejando Babilonia / Vamos a la tierra de nuestro Padre.”
Cuando el
rock se había engordado, acomodándose a la industria, el
reggae apareció como una música auténtica, que como el
blues era una respuesta a la pobreza, la explotación y falta de expectativas de la gente de raza negra.
Tiene desde el principio un origen religioso, que utiliza la droga como ritual, al mismo tiempo que da un aire marginal a sus seguidores, fácilmente reconocibles por sus peculiares rizos de pelo en espiral. Los
rastas se ven a sí mismos como los nuevos hijos de Israel, que cautivos en tierra extraña, esperan el salvador que les lleve a la tierra prometida.
El rastafarianismo utiliza la Biblia, pero de una forma muy selectiva. Hablan del Éxodo, cantan Salmos (uno de ellos, el 137 inspiró la famosa canción de Boney M, Por los ríos de Babilonia), pero como a tantas sectas, lo que le entusiasma es el Apocalipsis, al que se refieren una y otra vez al hablar de la destrucción de Babilonia. Marley solía llevar su Biblia a todos los sitios, de la que cita muchos pasajes, animando a otros a leerla. Cuando estaba bajo el efecto de la droga, se colocaba una Biblia con el
Salmo 23 abierto sobre el pecho.
Los
rastas creen que en el Salmo 68, Dios (al que suelen llamar
JAH, que es una contracción del nombre de Dios en la Biblia, que traducimos como
Jehová o Yahvéh) anuncia, según una profecía de Garvey en 1924, que vendría un salvador, que sería rey en África. Seis años más tarde fue coronado Haile Selassie en Addis Abeba, tomando el titulo de
Rey de reyes y León de Judá. Este monarca africano pretendía descender del rey Salomón. Su verdadero nombre era Tafari, y había heredado el título de
Ras (algo así como duque) de su familia. De ahí viene el nombre de
Ras Tafari. Los
rastas le ven como Dios y hombre, siendo adorado como si fuera Cristo.
Haile Selassie visitó una vez Jamaica en 1966, siendo recibido por una multitud de cien mil personas que le esperaban en el aeropuerto, pero no dijo una palabra sobre su divinidad. Murió en 1975, pero los
rastas creen que todavía vive, y regresará para llevarse a sus fieles a la tierra prometida. Las primeras palabras de Marley, cuando comenzaba sus conciertos, eran siempre: “Saludos en el nombre de Selassie
JAH Ras Tafari, siempre vivo, siempre fiel, siempre verdad”. Y a menudo colocaba la imagen del rostro del emperador detrás del escenario.
HECHICERÍA, DROGA Y FALSA ESPERANZA
Bob Marley nació en 1945 de una mujer que quedó embarazada de un militar blanco.
Su madre pertenecía a una iglesia que mezclaba el pentecostalismo con creencias animistas africanas, pero su abuelo era un hechicero en la tradición de sus antepasados tribales. Se formó así como curandero, pero su medicina era la música, y su meditación la yerba.
Leía las manos desde niño, por lo que decían que podía reconocer tu pasado, y anunciarte el futuro. Los
rastas creen que a los 32 años predijo su propia muerte, después de tres años de ministerio, como Cristo. Su canción
Emboscada en la noche, la describe como un asesinato, que ve en un sueño en que aparece disparado en su casa de Kingston. Aunque en la realidad, murió de cáncer...
Más allá de sus calamidades personales, Marley se veía como un profeta que anunciaba la caída de Babilonia. Había sido muy influenciado por
La agonía del planeta tierra de Hal Lindsay, un libro evangélico que también interesó a Bob Dylan en 1979. Pero el
rastafarianismo mantiene una falsa esperanza, ya que Haile Selassie no va a regresar a llevar a nadie a ninguna tierra maravillosa. Las drogas producen ese tipo de ilusiones. Con ellas se experimenta cierta paz, pero lo que hacen es distorsionar tu percepción de la realidad con vanas promesas de armonía humana. Selassie no era ninguna reencarnación de Jesús. Ya que
no hay otra liberación para el mundo que la que Cristo ha traído. Pero no olvidemos que el Evangelio no es sólo para blancos. Cristo Jesús es el único camino hacía Dios, para toda persona de cualquier raza o nación. Él es el verdadero Salvador del mundo.
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