Algunos maestros en teología fueron condenados y metidos en prisión, al ser excluidos del perdón general. Los frailes
Alonso del Bustillo, Pablo de León, Alonso de Medina y Antonio de Villegas y numerosos conventuales de San Esteban de Salamanca que participaron a favor de los comuneros, serían sometidos a la disciplina pero no se darían por vencidos en sus ansías por reformas.
Joseph Pérez
(1) quien relata en un voluminoso libro los acontecimientos que ocurrieron en el corto espacio de un año, considera al factor religioso y converso, no tan relevante como lo hace ver Américo Castro. Sin despreciar la importancia del converso en el contexto español, no se puede interpretar la historia de España en función de la situación de los conversos- señalará este autor. Pérez dice que no fueron los conversos los inspiradores de la revuelta, a pesar de la angustia existencial de esta minoría. Sin embargo cita a algunos contemporáneos como el almirante de Castilla que escribía al emperador el 7 de febrero de 1521: “La verdad es que todo el mal ha venido de los conversos”. El obispo de Burgos, en ese mismo mes, declaraba a los “conversos”, como de “dura cerviz” y revolucionarios irreductibles. En abril los inquisidores de Sevilla expresaban que tenían “por cierto que los que principalmente han sido la causa de las alteraciones de Castilla han sido los conversos y personas a las que toca el Santo Oficio de la Inquisición”. En mayo dirán los mismos que “la raíz de la revuelta de estos reinos han causado conversos”. Y en 1547 en cardenal Silíceo señalará que” todo el mundo sabe en España…que la revuelta de las comunidades fue provocada por instigación de los judío-cristianos”.
Es evidente que muchos conversos fueron comuneros, pero no se ha demostrado – dirá Pérez-, que se hicieron comuneros por ser conversos. Para Pérez tanto los frailes, eclesiásticos o conversos no tenían otros ideales que los revolucionarios o políticos, sin que se pueda demostrar o reducir las luchas políticas a los clanes o razas. Sin embargo creo que muchos autores y el mismo Pérez, han pasado por alto el mismo significado de
comunidad así como
congregación de fieles seguidores de unas ideas aunque los textos en este sentido son claros. Tal concepto puede estar ligado a la organización de la iglesia primitiva que se gobernaba por ancianos o de la misma sinagoga. Ciertamente muchos de los nombres que adoptaron las comunidades partirán de este sentido. Así en Valladolid el organismo representativo era la
congregación, en Zamora y Palencia
Junta y en otras partes
comunidad. La comunidad de bienes y servicios se desprende de múltiples comunicaciones.
En la ciudad de Murcia fueron expulsados los diputados y regidores “al tiempo que esta ciudad se alborotó y estuvo por la comunidad” y “en todas las perrochias”… y de esta manera tenían su congregación y tenían sus escribanos y gobernaban la dicha ciudad syn que ningún regidor, ni jurado, ni caballero ni otra persona de buena intención entendiese entre ellos”. Así pues vemos que había una elección muy parecida a la comunidad cristiana y a la sinagoga, pues “mandaban en sus perrochias que no hiciesen jurados conforme a privilegios e uso e costumbres salvo que hubiese diputados como los había o jurados anuales e no de otra manera”. Así pues la selección de los más competentes y con dotes para gobernar las comunidades fue la regla general. En algunos casos como la del maestro Bustillo que se le concedió el voto, no sería por razón de su clase eclesiástica sino por sus méritos. En otras ocasiones se nombraron doce elegidos para la administración y gobernación de la ciudad como elemento formal de los doce apóstoles. En Toledo hicieron jurado al doctor Martínez y este lo aceptó de mala gana diciendo: “me querían facer jurado de una perrochia y no quise aceptarlo y dixeles que no me hiciesen obispillo”. Aparecía el pueblo como voz pública en las Comunidades representando una gran originalidad, porque ahora la “voz del pueblo era la voz de Dios” según escribía la Comunidad de Jaén en 1520. La derrota de Villalar daría al traste con esta experiencia comunitaria. (Pérez pág. 511)
Juan Maldonado (2) escribió la
Historia de la revolución de las comunidades de Castilla. Este Maldonado lo tenemos reseñado entre los estudiantes de Lovaina que se reunían en casa de Pedro Jiménez, cuyos principios inspiradores eran los de la Reforma protestante. No es pues extraño este libro que escribió en latín y tradujo el presbítero, José Quevedo, bibliotecario del Escorial. La historia de Maldonado quiere ser la más fiel a la realidad, “no sobre huellas ajenas” sino como experiencia que vivió de cerca. Recrea Maldonado una época interesante de “borrascosas conmociones”, buscando explicaciones de su causa y origen.
Maldonado es bastante severo con el subversivo obispo Antonio Acuña a quien califica de hombre guiado más por las pasiones que por la razón, sedicioso, de talento vivo, de ideas desasosegadas, con ansías de guerra aunque fuese civil como esta, ávido de fama y que no se había de tener en él confianza. En el ardoroso discurso de Acuña aparecen los motivos de la guerra de las comunidades: “Creeré haberme granjeado cumplida y superabundantemente grandes riquezas, un nombre célebre, una fama eterna, en fin, el verdadero descanso del alma, con tal que consiga aliviar algún tanto al pueblo de los tributos é inmoderadas exacciones; con tal que obligue a los magistrados a poner coto en saquear a los pobrecitos; con tal que llegue a señalar límites fijos, que no sea lícito traspasar, a los arrendadores de los tributos. ¿Qué mayor gloria, qué patrimonio más rico, qué fama más eterna que el haber aprovechado a mis conciudadanos con toda mi posibilidad, con todas mis fuerzas; que el haber sido de muchísima utilidad a la república , que el haber derogado las leyes que devoran al miserable pueblo. ¿Y qué otra cosa falta, esforzadísimos varones, sino el que vosotros, como os lo aconsejo, puesto que despertáis por fin de vuestro letargo , sigáis y ayudéis con dinero y soldados a vuestro jefe, que nada desea para sí, que solo desea ayudaros valerosamente y aun perder al mismo tiempo la vida? Vuestro jefe no os faltara como vosotros no os faltéis a vosotros mismos. ¿Acaso juzgáis que el auxilio divino faltara a tan piadosa causa? Tratad, no de hacer violencia a nadie, sino de libraros de la dura tiranía que contra vosotros ejercen los magnates, los magistrados regios y algunos implacables logreros; y estad preparados a evitarla, no robando lo ajeno, sino defendiendo lo propio. ¿Por ventura, yo que soy un sacerdote había de aprobar tan enteramente una causa que creyese que no era a Dios muy grata? Sírvaos de una prueba incontestable de que vuestra causa es santísima, el que un obispo, a quien están prohibidas las armas porque se hermanan mal con la piedad, toma con tanto ardor parte en la guerra. Más diría si creyese que vosotros necesitabais de más largas exhortaciones, y si aun callando yo la misma causa no hablase. Sin duda que una insigne victoria manifestara de un día para otro cual de las dos causas es más del agrado de Cristo”. A estas palabras de Acuna se respondía con aplausos en todas partes: “Llévanos a nosotros y a nuestros bienes donde te plazca, no haremos contigo estipulación alguna, de ti esperamos todos los bienes, a ti entregamos cuanto tenemos, usa de ello como quieras.”
(1) La revolución de las comunidades de Castilla (1520-1521) por Joseph Pérez.- 1999 - 719 páginas
(2) De motu Hispaniae, sen de Comunitatibus Hispaniae. El movimiento de España, ó sea Historia de la revolución conocida con el nombre de las Comunidades de Castilla. Dedicada al Príncipe Felipe el 1 de diciembre de 1545 y publicada en 1840 Juan de Maldonado, José Quevedo 1840 - 360 páginas
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