El texto es muy recurrido: “No tenemos, en este tiempo, espiritual capitán y guías, príncipes ni profetas de la autoridad de nuestros preceptores. No tenemos holocausto de perfecta mortificación, no sacrificio de suave devoción, no ofrenda de alegre y pronta obediencia, no lugar de primicias de nuestros primeros intentos puramente enderezados a solo tu servicio... Vuélvenos la alegría de tu familiaridad que tuvimos los primeros días que comenzamos el camino de servicios espirituales... No dijo más porque los sollozos le interrumpían la voz, y así todos nos despedimos gimiendo”.
Estas expresiones suplicatorias de mejores tiempos contrastaban con las de algunos declarantes procesados como el de María de Cazalla. “Esta declarante que oyó decir al principio quel dicho Lutero era muy religioso y avía tenido algunas apariencias de bien y que sí dixo que tenía razón Lutero, que no diría esta declarante tal syno fuese oyendo algunos vicios o desórdenes de los perlados e ministros de la Iglesia e diría que le daban ocasión para decir mal”.
Sin embargo ahora las cosas tomaban otras actitudes más severas y Carlos V, Domingo de Soto y otros muchos españoles pedían mano dura. El párrafo que ofrezco, -indicará M. Andrés-, está firmado en el convento de San Pablo de la ciudad del Pisuerga el 15 de noviembre de 1555: “La cuarta dificultad es esta. Mucho se debe mirár en las Comunidades, que por sosegadas que entren y justificadas [que] se representen, ordinariamente suelen dar en alborotos i desórdenes, o por mal consejo, o por mala ejecuzión, i de buena causa hazen mala. Por lo cual el hombre sabio, aunque los inferiores pretendan justizia contra sus superiores, debe desfavorezer las tales pretensiones, mayormente cuando la justicia no se ha de librar por leyes sino por armas. I pues en nuestros tiempos muchas naciones se han levantado contra el Papa, haziendo en la Iglesia un zierto linaje de Comunidades, no pareze consejo de prudentes comenzar en nuestra nación alborotos contra nuestro superior, por más compuestos y ordenados que comenzemos. Ni tampoco es bien que los que han hecho motines y hoi dia los hacen en la Iglesia, se favorezcan con nuestro ejemplo, i digan que nos conzertamos con ellos i que nuestra causa la suya es la misma por ser ambas contra el Papa. Ellos dizen mal del Papa por colorar su herejía, i nosotros lo diremos por justificar nuestra guerra; i aunque la causa es diferente, la grita parece una: aunque con la rabia los herejes hazen división; la nuestra no lo es, pero dirán que allá se va i que la semeja mucho. I con los herejes no hemos de convenir en hechos, ni en dichos, ni en aparienzias. I como entre los christianos hay tanta jente simple y flaca, sola esta sombra de religión les será escándalo: a que ningún christiano debe dar causa, por ser daño de almas, que con ningún bien de la tierra se recompensa”.
“El reciente invento de la imprenta servía tanto para difundir las antiguas como las nuevas ideas, y la doctrina protestante había alcanzado una gran popularidad en Alemania. Las tesis luteranas se habían transformado no solo en una crítica religiosa, sino en el germen de un movimiento político con fines de emancipación territorial y de secularización de los bienes eclesiásticos. Carlos, educado entre humanistas, coincidía con los luteranos en criticar las estructuras de la Iglesia. Consideraba que era ésta, y no la fe, la que debía ser objeto de una profunda reforma, puesto que se trataba de acabar con la corrupción de los obispos, las ansías de riqueza y la intromisión en los asuntos públicos, y el escandaloso comercio de las indulgencias, para el que el mismo papa había llegado a autorizar a las mujeres la firma de contratos que luego debían pagar sus maridos”.(Biografía de Carlos V)
Si esta era la forma de pensar de Carlos V ¿por qué se levantaron las comunidades contra él?
Werner Thomas claramente afirma que en los primeros decenios del siglo XVI la reforma de Cisneros supuso una apertura a las influencias luteranas, creando un ambiente propicio a las ideas afines a Lutero.
Del mismo fermento espiritual reformador impulsado por los reyes católicos y el cardenal, surgieron la mayoría de las manifestaciones heterodoxas y luteranas y también las políticas.
La infiltración de las ideas protestantes se realizó por varios caminos. En primer lugar estarían aquellos españoles de la Corte de Carlos V que le acompañaron a Flandes y Alemania por 1520. Su formación humanista y su afición a Erasmo les harían apreciar a Lutero como un estandarte de esa reforma anhelada. Tampoco la bula
Exurge domine podría cambiar los sentimientos de simpatía que en Amberes y Lovaina habían despertado las 95 tesis, aplaudiendo muchos de los cortesanos españoles que Lutero quemase públicamente su condenación.
Después de la excomunión del Papa a Lutero las cosas cambiaron y ya no prestarían su apoyo a Lutero, pero seguían vendiéndose libremente por las calles sus obras. En España la influencia de Lutero fue la misma, aunque no se haya querido reconocer. También las fuerzas sociales anti inquisitoriales, los conversos y los comuneros de Castilla formarían un frente común, formando un complejo movimiento.
Siendo las Comunidades un movimiento urbano donde los conversos, grupo sumamente urbano, identificarían sus interés con las revueltas en lo que a reforma de la Inquisición y los privilegios se trataba. En Valencia el tema de la Inquisición no entraría entre los ideales de la revuelta. Para Werner por los años de 1510 a 1525 la maquinaria tan perfecta de la inquisición frente al protestantismo, parecía ser un “dique” a punto de quebrarse. Según este autor, el embajador en Roma Juan Manuel, llamaba al obispo de Zamora, partidario y líder de los comuneros “otro Martin Luter”.
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