Nos encontramos con un personaje de los alumbrados de Toledo, fray Francisco Ortiz, que es un eslabón entre la concepción netamente evangélica, de búsqueda de la interioridad y de un Dios personal, enseñado por Juan de Valdés, Alcaraz o Isabel de la Cruz, y por otra parte la voluptuosidad de Francisca Hernández. Quizás el eslabón al que nos referimos sea la ascética. Entre los evangélicos, todos los sacrificios se han satisfecho en Cristo por su muerte y pasión, mientras para Francisca y Medrano, además de ser la ascética una farsa, la sexualidad y el goce, dicen, les une más a Dios. Ortiz está en el medio ya porque no vea la farsa y crea que Francisca es una santa y llena de virtudes, o porque el Evangelio fue modelando sus pensamientos. Su epistolario, puede ser leído, como un tratado de conducta, que en algunas ocasiones no pasa de ser una administración de saberes espirituales, aunque cite la Escritura.
“Fray Francisco Ortiz nació en Toledo en 1497. Era uno de los siete hijos de Sancho Ortiz y de Inés Yañes, ambos de “linaje de conversos”, según se desprende de la filiación que los inquisidores anotan en el primer interrogatorio. Es destacable que cuando se le pregunta por sus abuelos paternos, declare que:“[...] No sabe cómo se llamaron [...], mas de que vivieron frontero de San Nicolás en esta ciudad, porque allí se crió [...], y su abuela murió siendo niño este declarante [...]”. (Fol. LXXV r.). Tampoco conoce el nombre de sus abuelos maternos, pero sí que la Inquisición “no tocase a alguno de los dichos sus abuelos”, porque “[...] oyó muchas veces dar gracias a Dios a su padre porque la Inquisición no había tenido que ver con él en nada”. En cambio, Fr. Francisco recuerda bien los nombres de unos parientes más lejanos y algunos detalles de su vida, como, por ejemplo, que el hijo de un tío de su madre –”muy honrado [...]que fue armado caballero por hazañas [...] en tiempo del rey don Enrique”– casó con cristiana vieja. Y además sabe que una hermana de su padre “estuvo presa del Santo Oficio de veinte años a esta parte, y que salió libre”. El fraile revela datos interesantes sobre las relaciones familiares entre las diferentes generaciones de conversos en la España del siglo XVI.” (Sedeño Rodriguez, 2004-2005, pág. 169)
La Inquisición de Toledo lo condenaría por”“fautor y defensor de herejes e impedidor e infamador e injuriador del Santo Oficio de sus ministros y oficiales públicamente, con gran escándalo y alteración del pueblo”. ¿Cuál era su herejía? En primer lugar él había sido iniciado en la oración de “recogimiento”. Consistía este método en impedir que los sentidos se vertiesen al exterior y así lograr un estado de quietud en que el alma sin pensar ni en Dios ni ella, sin embargo estuviese unida a Dios. Cerraban los ojos para un mejor recogimiento. Pero – dirá Bataillon- “esta manera de hacer oración no gozaba de la aprobación de la “beata” Isabel de la Cruz ni del alumbrado seglar Pedro Ruiz de Alcaraz, cuya influencia se iba acrecentando en la región y que enseñaban el “dejamiento” o el abandono coleto a Dios” (Bataillon, 1995, pág. 163)
Fray Francisco de Ortiz, en uno de sus sermones que predica ante la Corte imperial, en la cuaresma de 1524, dirá que Cristo está más perfectamente presente en el alma de los justos que en el Santísimo Sacramento del altar. El fallo del tribunal se expresaba en estos términos:”Fray Francisco Ortiz en hábito y posesión de cristiano, gozando de los privilegios y libertades que los fieles cristianos gozan y deben gozar, había heretizado y apostatado contra nuestra santa fe católica, e había sido fautor y defensor de herejes e impedidor e infamador e injuriador del Santo Oficio y de sus ministros y oficiales públicamente, con grande escándalo e alteración del pueblo y clero de esta dicha ciudad; estando todos ajuntados dijo muchas palabras injuriosas y escandalosas contra el Santo Oficio y sus ministros, y después acá, por defender lo que públicamente había dicho, dijo muchas proposiciones heréticas.”
¿En qué consistía la herejía? Fundamentalmente es una mezcla de alumbrados, erasmistas y luteranos, cuyas fronteras teológicas son imprecisas y solo la vuelta a la Escritura les une y unifican sus matices. El movimiento evangélico el siglo XVI, es un movimiento parecido al de Europa. El elemento distintivo quizás sea la Inquisición española que, como todos sabemos, reprimió ferozmente cualquier libertad religiosa, y no tanto la nobleza y la alta burguesía que apoyó siempre y algunos hasta la hoguera, aunque al final se mantuviera al margen de la política religiosa.
Varias son las cartas que dirige fray Francisco Ortiz a esta casta de la burguesía. “Su obra converge, en ese sentido, con las corrientes religiosas distintas –erasmismo, luteranismo, gnósticos, agustinianos, reformadores franciscanos de Cisneros, sadilies, judaizantes– que habían fomentado durante el siglo XVI la búsqueda de una espiritualidad antidogmática, la entrega al hombre, que individualmente busca a Dios”. (Sedeño Rodriguez, 2004-2005, pág. 179) Para Selke,: “El proceso de FrayFrancisco Ortiz […] reúne, quizá en grado mayor que otro alguno, las características que acabamos de señalar. Y si bien este proceso en cierto modo se encuentra “fuera de serie”, ya que su protagonista no puede ser clasificado de “alumbrado”, “erasmista” o “luterano”, está, sin embargo, conectado estrechamente con todas las causas de fe que durante medio siglo ocupan a la Inquisición española. En sus actas se debaten, con una pasión y tenacidad inauditas en los anales del Santo Oficio, todas las corrientes de innovación espiritual que, a lo largo del siglo XVI, amenazan los cimientos de la Iglesia católica”.
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