Su nombre era Pedro Martínez aunque se puso el apellido de Osma por su tierra de nacimiento, Burgo de Osma. De él dice Menéndez y Pelayo “que fue colegial de San Bartolomé desde el año 1444, lo mismo que el Tostado y Alfonso de la Torre; racionero de la iglesia de Salamanca, canónigo en la de Córdoba, lector de Philosophia y luego maestro de teología en la Universidad salmantina y corrector de libros eclesiásticos por delegación del deán y cabildo de aquella iglesia. Tuvo la gloria de contar entre sus discípulos y amigos a Antonio de Nebrija, quien le ensalza en estos términos en su rara Apología):”Nadie hay que ignore cuánto ingenio y erudición tuvo el maestro Pedro de Osma, a quien, después del Tostado, todos concedieron la primacía de las letras en nuestra edad. Siendo beneficiado de la iglesia de Salamanca le encargaron el deán y cabildo de enmendar los libros eclesiásticos, concediéndole por cada cinco pliegos diarios las que llaman distribuciones quotidianas, lo mismo que si asistiese a coro. Hay en aquella iglesia un códice muy antiguo de ambos Testamentos, del cual más de una vez me he valido. Por éste comenzó sus correcciones el maestro Osma, comparándole con algunos libros modernos y enmendando más de seiscientos lugares que yo te mostré, padre clementísimo (habla con el cardenal Cisneros), cuando estaba allí la corte”.
El libro por el que sería procesado y su doctrina condenada por herética, siendo el libro mandado quemar públicamente, es el de “De confessione” que no se ha conservado íntegro, pero si el “Quodlibitum” que es el mismo, corregido y aumentado que el De Confessione. Este libro nos transmite esa obsesión por el pecado que trasmite la Castila de finales del XV.
El miedo y angustia por la muerte en pecado mortal obligaba a tener seguridad de salvación pero que la Iglesia romana solo ofrecía a cambio de indulgencias y,con tanta disquisición escolástica, nunca se estaba seguro. Dentro del campo de las mentalidades y de la espiritualidad no parece que la angustia vital o mortal fuese en grado excesivo en esta época, puesto que el mundo nuevo descubierto por Colón abría las ventanas del alma a nuevos aires espirituales de libertad y de sabiduría.
Las palabras del Tratado de perfección de Alonso de Palencia, escritor, humanista, historiador y lexicógrafo español que fallece en 1492 todavía nos dejan un sabor pesimista: “la común tristeza atormenta la España”, la cual es “una nación muy oscura e dañosa por una entrañable saña afecionada a pensamientos muy malinos”. Sin embargo la forma tan delicada de llevar este proceso de Osma es el contrapunto y la excepción, puesto que fue cristiano, modélico en libertades y en debate teológico. Recibida la bula papal para que se procediese contra Pedro de Osma se dice: “E juraron en forma por las órdenes que recibieron, poniendo las manos sobre sus pechos, que esta denunciación e lo en ella contenido non facian maliciosamente ni con ánimo de venganza, salvo con puro celo de nuestra sancta fee e religión christiana.”
El mismo Bataillon está de acuerdo en esta apreciación de respeto humano y afecto cristiano, aunque –dirá Batailllón- “resulta difícil imaginar cómo el humanismo, en su fase renacentista (que arranca del siglo XV y culmina en el XVI), pudo entrañar peligro para la ortodoxia cristiana heredada de la Edad Media, y ser perseguido por la Inquisición española.” “No sirven de nada suposiciones «acrónicas» acerca de cómo podría haber evolucionado, cultural y religiosamente España, en caso de no haberse institucionalizado en ella el mutuo denunciarse obligatoriamente por herejes.
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