Una defensa - seguirá afirmando Cioranescu- que, por cierto, es imposible dejar de aprobar, sean cuales fuesen las razones que guían al historiador; porque
no cabe duda de que Aventrot murió en la hoguera y que esta muerte, odiosa y reprobable en todo caso, lo es todavía más cuando se viste con las apariencias de un acto de justicia y de fe. No cabe duda, pues, de que la actitud del historiador estaba perfectamente justificada. Pero también es cierto que, de resultas de esta situación, su trabajo es apologético más bien que histórico y corresponde a una reivindicación antes que una preocupación objetiva. Junto con la escasez de los datos históricos que en su tiempo pudo conocer, este detalle autoriza nuestra afirmación anterior, de que a Avontroot aún no lo conocemos suficientemente”.
Como era costumbre en aquella época, a Aventrot (Hans Avontroot) lo llaman en Canarias con innumerables variables del apellido: Abentrote, Aventruetes, Abantrot, Brantote y hasta él mismo firmaba Aventroten.
En cuanto a su nacimiento, los historiadores han dado todas las vueltas posibles a la geografía de Holanda, Bélgica y Renania westfálica, esto es, el Rhin alemán y esto a pesar de que todos los documentos lo llaman flamenco.
Hoy podíamos afirmar que Aventrot era natural de la pequeña ciudad de Halterm, en el ducado de Cleves, en Westfalia, por lo que podríamos llamarlo alemán en vez de flamenco, aunque entonces no se entendía así. En cuanto al año de nacimiento también hay dudas pero según deduce Cioranescu por el primer documento que firma, debió nacer por 1558, año más o menos.
De padres y abuelos protestantes había aprendido sus oraciones y sus doctrinas evangélicas desde muy pequeño en las escuelas dominicales. Su padre se llamaba Batholomeus y cuando en 610 se marcha de Canarias definitivamente, usará en su nombre el de Joanes Bartholomeus Avontroot, que era el nombre con el que firmaba sus cartas. (Werner, 1992, pág. 46) Estudió gramática durante seis años en una escuela de su tierra natal, aunque dirá a su hijastro que no tenía miedo a los inquisidores ni obispos porque él era un hombre “leído y había estudiado”. Lo que está mas claro es que
desde muy joven estuvo en las Islas Canarias, habiendo conocido a las familias Vandale y Monteverde procedentes de Amberes.
Cuando escribe su Carta al Rey de España en 1615, dice Aventrot que los primeros memoriales que escribió al Rey, eran de argumentación pobre y bastante deficientes “porque desde mi primera edad he vivido en las Islas Canarias, en donde no está permitido leer y estudiar la Sagrada Escritura” y de lo que se deduce que Aventrot llegó a Canarias mucho antes de 1584, año del que tenemos las primeras noticias.
Asentada una buena colonia de alemanes en Canarias, atraídos por la ganancia fácil alrededor de la caña de azúcar y el vino que eran intercambiados por trigo como también lo hacía Aventrot que traía grandes cantidades de este cereal de Flandes. En los años siguientes o quizás desde el principio, los intereses de Aventrot se centran en la Isla de La Palma, donde se estableció definitivamente, llegando a ser el administrador de la hacienda Argual y Tazacorte que era de dueños flamencos como él y la más importante de la Isla. Después de la conquista de la Palma, pasaría a otras manos y en 1512 a Jacome de Monteverde, tronco de una dilatada familia por su riqueza e ilustración, que también padecería por ser luterano.
Por estos datos intentaremos probar que había una buena colonia de luteranos en las Canarias, donde la mayoría serían flamencos pero también algunos españoles que estarían al servicio de estas aristocráticas familias y otros por la predicación de Aventrot y otros luteranos.
En 1589 falleció Melchor de Monteverde y anteriormente Pedro Van Dale, ambos litigantes por la hacienda. Doña María quedaba sola frente a una inmensa riqueza, pero mal asegurada por tanto pleito y llena de complicaciones agrícolas y comerciales. Para hacer frente a esa situación de emergencia, se necesitaba un hombre fiel y que supiese de negocios y a ella le pareció ya tenerlo en su propia casa pues se casó inmediatamente con él el 26 de mayo de 1589 en la capilla de la hacienda de Tazacorte. Su nombre no podía ser otro que Juan Aventrot, hombre de confianza de su marido y de su hermano. Sin embargo las cosas no cambiarían para estabilizar la casa, y los pleitos del padre pasaron a los hijos que consideraban un intruso a Aventrot y querían el reparto del pastel lo antes posible. Se convertirían estos herederos en enemigos de Aventrot. Eran los cuatro hijos de primer matrimonio de María Van Dale. El primero que tomó cautelas frente al advenedizo Aventrot, atacándolo de la manera más brutal que entonces se podía hacer: denunciarlo a la Inquisición.
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