Otras narraciones nos cuentan de fray Alonso de Toledo en el monasterio de Sisla –Toledo- escapó dos veces del monasterio con ardientes ansias de judaizar, como Fray Juan de Madrid que se había metido fraile para guardar mejor las fiestas de los judíos. El prior fray García Zapata, ya conocido judaizante celebraba todos los años la fiesta judía de las Cabañas en el monasterio junto a fray Juan de Madrid y fray Jerónimo de Villagarcía y “cuentan” que el prior decía en la consagración: “Sus, piquetete, que te mira la gente”, siendo relajados con él muchos frailes por burlas y sarcasmos.
En la orden de los Jerónimos además de los conventos citados, también el de San Bartolomé de Lupiaña fue sospechoso de alojar judaizantes, siendo descubiertos fray Diego de Burgos y Fray Diego de Zamora entre otros muchos.
En Aragón Pedro de Almería se convirtió al cristianismo y siendo canónigo en la catedral de Huesca y volviendo otra vez al judaísmo. También en estas tierras, Martín García, hijo del médico rabí Azach Xuen, recibiría tonsura el 17 de marzo de 1507 en Huesca y en la misma fecha recibía el estado eclesiástico Juan de Baraiz hijo del “magistri Abraham Sustoris quodam civitatis Osce, noviter ad fidem Christi conversus” demostrando poca sinceridad en sus conversiones. En la Orden de San Agustín en su convento de Sevilla también se descubriría en 1536 un círculo judaizante, siendo asesinado el prior cuando quiso corregirles.
Escándalos verídicos o inventados aparecen en diversos sitios como el del “canónigo de Córdoba Pedro Fernández de Alcaudete que era sacrílego, y su compañero de Catedral, Gómez Fernández Solano; el prior de la Iglesia de Santiago, Bartolomé Pordel; Miguel Baeza, clérigo beneficiado de la Iglesia de Baeza; el canónigo de la Seo Leridana, Dalmay de Tortosa, que practicaba la superchería, que siempre llevaba consigo una nómina judía escrita en hebreo y que celebraba la pascua judía; compartía también la superstición el clérigo de Calahorra, Diego Sánchez, nigromante y criptojudío; el clérigo García de Álava, detenido en Burbáguena por predicar públicamente la Ley de Moisés, o el cura Pedro López de la Iglesia de San Salvador de Cuenca, que tenía más de sinagoga que de templo cristiano, pues también Francisco de la Barrera, sacerdote de la misma Iglesia, era matarife que sacrificaba animales siguiendo el rito judaico.”
No podemos terminar esta sección sin el relato directo de quienes, siendo conversos, vivieron otras realidades conventuales, ejercitando una piedad en espíritu y buscando la verdad en las Escrituras. Nos narra Cipriano de Valera, traductor de la Biblia del Cántaro y reformador protestante español, en estos términos: "En el año de 1555, salieron de Sevilla siete personas, entre hombres y mujeres. Y vinieron a Ginebra, donde residieron. En el año 1557, acontecieron en Sevilla cosas maravillosas y dignas de perpetua memoria. Y es que, en un monasterio de los más célebres y ricos de Sevilla, llamado San Isidoro, el negocio de la verdadera religión iba tan adelantado y tan a la descubierta, que no pudiendo ya más con buena conciencia estar allí, doce de los frailes, en poco tiempo, se salieron. Unos por una parte y otros por otra. Los cuales, dentro del año se vieron en Ginebra, a donde, cuando salieron, tenían determinado de ir. No hubo ninguno de ellos que no pasase grandes trances y peligros. Pero de todos estos peligros los escapó Dios y, con mano potentísima los trajo a Ginebra.
"Los que en el monasterio se quedaron (porque es de notar que casi todos los del monasterio tenían el conocimiento de la religión cristiana, aunque andaban en hábitos de lobos), padecieron gran persecución. Fueron presos, atormentados, afrentados, muy dura y cruelmente tratados, y al fin muchos de ellos quemados. Y en muchos años, casi no hubo Auto de la Inquisición en Sevilla, en el cual no saliese, o algunos, de este monasterio.
"Entre los que salieron y vinieron a Ginebra, fueron el Prior, Vicario y Procurador de San Isidoro. Y con ellos salió el Prior del Valle de Écija, de la misma Orden. Y no solamente Dios, con su brazo poderoso, libró de las crueles uñas de los Inquisidores a estos doce, antes que comenzase la gran persecución en Sevilla, más aun después, en tiempo de la gran persecución, libró otros seis o siete, de este mismo monasterio; entonteciendo y haciendo de ningún valor u efecto todas las estratagemas, avisos, cautelas, astucias y engaños de los Inquisidores, que los buscaron y no los pudieron hallar. Porque a quien Dios quiere guardar, ¿quién lo destruirá?" (*) Tratado del Papa y de su Autoridad, Cipriano de Valera, págs. 247-248.
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