Más adelante dirá Pelayo que eran fratricelli. Para Gedes en su “
Martyrologium” quiere suponer que eran
valdenses. Para Mariana esa secta
despertada en Durango era de los
frarticelllos, deshonesta y mala.
Perdida parte de la documentación del proceso inquisitorial, se han ido reconstruyendo con erudición y paciencia, tanto las proposiciones doctrinales, como la peripecia histórica de un grupo muy numeroso de durangueses que fueron quemados por la Inquisición.
Nos interesa a nosotros para entender la espiritualidad efervescente de últimos del siglo XV y primeros del XVI, viendo que España tampoco era ajena a los movimientos espirituales de Europa. El trabajo actualizado de Iñaki Bazán
“Herejía: Los herejes de Durango”(1995) en el que admite una variada gama de posibilidades de filiación de este grupo, creemos que algunas se descartan por si solas al admitir otras. Pero vayamos ordenadamente viendo este asunto, porque ya podemos adelantar que este es uno de los casos donde la teología supera y explica la historia y donde sin ella se puede llegar a la burda simplificación de que los de Durango no eran más que propagadores de “la comunidad de bienes y de mujeres”.
Este brote herético surge a mediados del siglo XV en un Durango en el que nacía la pujante industria del paño, absorbiendo a mucha gente del campo, pero en el que había mucho vagabundo formando grupos de “andariegos” con el fin de conseguir sin mucho esfuerzo beneficios de sus parientes mayores. Eran tiempos también donde las mujeres quedaban desamparadas ante situaciones de crisis y sobre todo ante la institución del mayorazgo. La dote era un requisito para casarse y de no poder hacerlo por falta de dote, las mujeres se veían abocadas al estado religioso en reclusión monástica fundamentalmente.
Cuando esto no ocurría, las mujeres optaban por el amancebamiento o el beaterio. Para J. María Miura Andrades(2) la definición de beata podía ser “mujer viuda, pobre, desamparada que, incapaz de salir de su situación de postración, se refugia en una vida religiosa menor, de segunda categoría: el beaterio o el emparedamiento”. Son mujeres de vida mendicante, dedicadas a la acción social o trabajos de todo tipo en contacto con el mundo. Este fenómeno es muy parecido a las beguinas del siglo XII que se inspiraban en el “ideal franciscano de evangélica simplicidad de vida, de pobreza y caridad, conciliando la vida retirada y la secular con sus actividades caritativas” y sería proclive a la heterodoxia, contribuyendo a propagar el movimiento del Espíritu Libre.
Es importante saber que en Durango había un beaterio de terciarias franciscanas, llamado de Santiago, cuyos propósitos de vida eran el abandono del mundo, viviendo de su trabajo y de las limosnas.
También hemos de interpretar la conexión comercial entre Vizcaya y el norte de Europa donde se encontraba instalada la doctrina del Espíritu libre, al mantener con los puertos de los Países Bajos intercambios de lana castellana, por lo que pudieron también intercambiarse estas proposiciones heterodoxas de las que dice Menéndez y Pelayo que ya “vestían canas”.
Nos da Menéndez y Pelayo también la información que le había aportado fray Justo Cuervo y de la que no hay demasiadas evidencias para aceptar su postura crítica, que las gentes de este movimiento fueron “gente baja, jornaleros, labradores, industriales, etc.” que podían “resultar caldo de cultivo adecuado para predicaciones doctrinalmente poco sistemáticas pero insistentes en la supresión de la jerarquía, en la plenitud de los tiempos, con la llegada de un tiempo de gracia, en que cesaban las leyes, obligaciones, y solemnidades, y en la comunidad de bienes, incluyendo las mujeres”.
El clima espiritual de entonces no parece demasiado cercano al cristianismo, aun cuando las proposiciones doctrinales si lo parecen. Persistían muchos ritos paganos, el clero era inculto y las corrientes de nuevos movimientos religiosos llegaban sin dificultades, por lo que el grupo heterodoxo de fray Alfonso de Mella se asentó con facilidad en Durango.
1) Mata Carriazo, J. de: “Precursores españoles de la Reforma. Los herejes de Durango”, Actas y memorias de la sociedad española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, t. 4 (1925).
2) J.M. Miura Andrades, Beatas y beaterios andaluces en la Baja Edad Media; Su vinculación con la Orden de Predicadores, in Andalucía entre Oriente y Occidente (1236-1492).
Si quieres comentar o