En 1525 don Fadrique que estaba ya casi retirado en su palacio de Medina de Rioseco, llamará a Juan López de Celaín y ambos idean un programa para evangelizar el señorío de los Enríquez. Para Bataillon sería López de Celaín el inspirador de este proyecto evangelístico. Pensaron contratar doce sacerdotes que tuviesen reconocidas ansias reformistas. Su plan era solicitar una bula Papal que les autorizase a extender el verdadero Evangelio a todo el mundo.
A la cabeza de este grupo estaría Bernardino Tovar, profesor de Griego en la Universidad de Alcalá, y Juan López de Celaín quien después sería quemado por la Inquisición de Granada por iluminado. Estaría también en este grupo apostólico Miguel Eguia, el impresor de la Universidad de Alcalá, que se había hecho famoso por publicar el Enchiridion de Erasmo en castellano además de otros escritos del mismo. Juan del Castillo sería otro apostólico que sería quemando por la Inquisición de Toledo en 1535 como iluminista y luterano. Sin embargo el movimiento no lograría despegar con tanto encausado por el medio y Fadrique cansado y desencantado vería como el movimiento iluminista y erasmista llegaría a su final. Para Ángela Selke, este movimiento "representa en la historia del iluminismo español la única tentativa de llevar a la práctica esas nuevas ideas de que tanto hablaban alumbrados y erasmistas de Castilla”.
Las primeras gestiones del vizcaíno Celaín para la formación de los “doce apóstoles” comenzarían en la primavera de 1525 y según declaraciones de Castillo a la Inquisición, Celaín poseía una carta de presentación del Almirante en la que este garantiza “a todos los clérigos y personas que quisiesen ir a entender en aquello, que él los recibirá y les daría todo lo que hubiesen menester".
Celaín se dirigirá a los círculos intelectuales de Alcalá y Toledo y reclutará además de los ya mencionados al clérigo Luis de Beteta, el presbítero Diego López Husillos, el clérigo Gaspar de Villafaña que fue amigo de erasmistas y luteranos y después de ser procesado en 1529 lograría escapar. También reclutaría al maestro Gutierre de Ortiz del Colegio de Toledo, a Miguel Ortiz, cura de la capilla de San Pedro, Pedro Hernández, canónigo de Palencia y al dominico fray Tomás de Guzmán.
Los “doce apóstoles” nunca lograron reunirse juntos y el proyecto sería abortado por el mismo Fadrique Enríquez que según la criada de Francisca Hernández se desentendió de los planes pues “fue muy público y notorio que el señor almirante los tenía allí pensando que eran buenas personas y que después, desque vio que era cosa del diablo, los echó de allí”.
En este grupo ya aparecerá el nombre de “Leutero”, Lutero, y que según Selke, el Almirante, con más experiencia de las cosas políticas o quizás prevenido por la beata Francisca, se desvincularía rápidamente de este grupo de acendrada espiritualidad.
En el proceso de Luis de Beteta se dirá “
que Leutero era un gran siervo de dios y sus escrituras eran muy santas y captólicas y buenas y [ ... ] que ellos querían ir y hazer aquellos apóstoles que dezían para irse alla con el dicho Leutero ... " También Juan del Castillo
fue relajado al brazo secular, po
r "hereje luterano", el 18 de marzo de 1537. Celaín mereció el mismo fin, en 1530, por
"herrores de lutherano".
Será la beata Francisca Hernández, apresada ya en 1520, la que termine denunciando a todos los erasmistas como iluminados y luteranos. Dice Longhurst en el ya citado libro “El fantasma de Lutero en España” que el grupo iluminista de Francisca era del género erótico y que junto con Diego Hernández, otro “peripatético libidinoso” que por donde quiera que iba levantaba algún alboroto, pero que dio a la Inquisición en mayo de 1532 veinticinco nombres acusándoles de erasmistas e iluminados, pero cuando le refrescaron la memoria los inquisidores añadiría otros setenta como luteranos y donde están los principales humanistas del tribunal imperial y de la Universidad de Alcalá.
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