Nacida en rica y noble familia catalana, fue educada en Nápoles donde se casó con el noble capitán español García Manrique. Tuvieron cuatro hijos: Jorge que fue militar como el padre; Pedro que fue administrador de Vespasiano Gonzaga y otras dos hijas que se casaron con nobles de alto rango.
En 1536 Isabel escuchó al famoso predicador Bernardno Ochino, quedando fascinada de su elocuencia que estaba tocada de la espiritualidad de Juan de Valdés y Julia Gonzaga, personas estas escondidas en la fe católica.
En 1547 el marido fue nombrado gobernador de Piacenza, que formaba parte del estado de Milán en posesión española, e Isabel le seguirá al año siguiente, teniendo que asumir las obligaciones de gobierno es esta ciudad. Sin embargo
mantendrá contactos con una personalidad de fe protestante como Renata de Francia, a quien visitó en 1551, participando en la “Cena del Señor” protestante. En 1553 el monje Lorenzo Tizzano que había estado a su servicio por dos años, fue interceptado y encarcelado por la Inquisición y puso en peligro a muchas personas, entre ellas a Isabel Breseño. Análoga fue la confesión del monje Giovanni Laureto que fue interceptado en Venecia y confesó ser anabaptista y haber estado al servicio de la Breseño en Piacenza, con el anabaptista abad Girolano Busale, secretario de Isabel. Aunque estos testimonios no la acusaban directamente,
el hecho de estar rodeada de personas no católicas, mantenían una fuerte sospecha ante los ojos de la Inquisición.
En 1555 Piacenza pasó a manos de los Farnesio y las cortes trasladadas a Milán. Dos años más tarde los Breseño abandonan Italia para siempre, trasladándose primero a Viena, cerca de una hija que había casado con cortesano de Maximiliano II, de allí a Tubinga, huésped de Pedro Pablo Vergerio y después al año siguiente a Zurich, huésped de una señora insigne, con su hijo Pedro y otro exilado italiano. El mantenimiento estaba garantizado por Julia Gonzaga. Celio Segundo Curione, profesor de Basilea, le dedicó la edición, por él muy cuidada, de las obras de Olimpia Morata y de Ochino, que ahora era pastor de la comunidad italiana en Zurich, dedicándosela a “la muy singular y querida señorea en Cristo” y con el título
“Disputa intorno alla presenza del corpo di Giesù Christo nel Sacramento della Cena” que apareció en Basilea en 1561. No tuvo mucho éxito en Zurich la obra, por la disputa teológica en curso sobre cuestiones que no parecían esenciales y por la diferencia de la lengua. En 1561 se trasladará definitivamente a Chiávenna. Aquí quizás tuvo contactos con anabaptistas, cuya doctrina ya había conocido bien en Italia y le era más agradable por su teología. Por este motivo ya no le dedicará Curione,la obra de Morata,en la segunda edición de 1562 y la dedicará a Isabel de Inglaterra.
Lo que más nos interesa de Isabel Breseño es que se introduce en las reuniones de Juan de Valdés y Ochino, para escuchar sus predicaciones. En aquellas reuniones proliferaban muchas nobles damas entusiasmadas por ese nuevo fervor religioso, entre ellas damas de la corte de Isabel Vilamarí, muchas de origen español y portugués: María de Aragón, Ledonor de Castro y Julia Orsini. Isabel Breseño se irá al norte de Italia y contactará con la calvinista de Ferrara, Renata d´Este hija de Luis XII de Francia y se convertirá definitivamente al calvinismo, siendo perseguida políticamente por razones poco claras y por la Inquisición que quería procesarla por hereje, por lo cual como hemos dicho pasará a Tubinga, invitada por Vergerio. Pasará Isabel Breeño como una de las mujeres intelectualmente más influyentes en el Nápoles del siglo XVI, culta llena de coraje, de espíritu libre e independiente y siendo consecuente con sus ideas hasta el fin. En la obra de Giacomo Beldando
Specchio delle bellissime donnenapoletane, editada en Nápoles en el año 1536, se dice que era “cortesissima, d´animo invitto e giudizio intero”. El mismo Bernardino Ochino, el gran divulgador de la Reforma junto con Juan de Valdés le dedicó su obra
Disputa intorno al sacramento della Cena. Todas estas mujeres no se reconciliaron con Roma.
“Estudios posteriores, por fortuna, han roto tópicos y han dado una visión amplia y más imparcial del fenómeno.
En Nápoles, las pensadoras valdesianas más destacadas como la misma Giulia Gonzaga, la poetisa Vittoria Colonna y Catalina Cybo, desarrollan un misticismo de carácter intelectual, basado en la relectura innovadora de la Biblia evangélica. Giulia Gonzaga fundamentaba sus creencias en la exégesis del evangelio de San Mateo. Vittoria Colonna, en cambio, se ceñía al de San Juan. Este tipo de lectura y de nueva interpretación se estaba difundiendo en los más importantes cenáculos europeos, como bien apunta el profesor R. de Maio al referirse al círculo de Margarita de Navarra. El replanteamiento de la fe y de la religión en el cenáculo de Giulia Gonzaga y, por tanto, en los ambientes cultos de Nápoles y Salerno, pasaba por la crítica del boato eclesiástico y de la propia organización de la Iglesia. En este mismo orden de cosas, se incidía en el retorno al cristianismo primero, más puro. A esta línea de pensamiento se le añadía el poder cuestionarse determinadas prácticas políticas de la época, tanto referidas al gobierno religioso como al gobierno y al poder del príncipe. En su contexto, naturalmente, los valdesianos y las valdesianas desaprobaban aspectos del gobierno del emperador. De aquí que estos círculos, inicialmente literarios y religiosos, pasaran a ser vistos con muy malos ojos por la Inquisición y por los virreyes. En el caso de la época que nos ocupa, recordemos las dificultades de Isabel de Vilamarí ante la no tan velada hostilidad del virrey Don Pedro de Toledo.” (Segarra Añón, 2001)
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