Me sorprende que Menéndez y Pelayo diga que Constantino Ponce de la Fuente usó de mucho cuidado al enseñar la doctrina, cuando hay concepciones doctrinales expresadas largamente y que no son católico-romanas ni en forma ni en contenido. Otra cosa es que su dialéctica “parezca” decir por ejemplo “cuanto que yo, Libros veo, que me parece, que consentirlos es consentir un pecado público” pero no diga que libros concretos son, dando apariencia de perseguir la herejía pero plasmando sus propias concepciones teológicas reformadoras. Insiste Constantino que esta “doctrina es la que la Iglesia Católica en su principio enseñó, con grandísimo cuidado a sus hijos. Esta era la predicación de entonces y lo que en las públicas y particulares Congregaciones se trataba del negocio de Jesucristo Redentor y Señor del mundo.”
Esta concepción de Iglesia Católica que se basa en la iglesia primitiva y no en la institución romana, era uno de los principios de la Reforma que buscaba las fuentes del verdadero Evangelio :
“Llamamos a esta Iglesia “Santa” porque por su fe y sus obras, son todos los miembros de ella aceptos a Dios y juntados con Él en grandísima amistad. Llamase “Católica” porque donde quiera que estén los tales miembros, son miembros de un mismo cuerpo místico y espiritual, cuya cabeza es Cristo, nuestro Redentor. Con el cual están juntos, por la razón que tenemos declarada y entre sí mismos están unidos con una misma fe y una misma caridad, sin que error ni herejía, los divida entre sí”.
Pienso que más que disimulo en la forma de decir, su concepción doctrinal no chirria y los no familiarizados con las formas catequéticas de su tiempo, no lo distinguían. No son “aceptos” por el bautismo como se decía, sino por la fe y las obras y forman un cuerpo espiritual cuya cabeza es Cristo y no el Papa. Quizás por eso Menéndez y Pelayo mantenga esa posición laudatoria a la obra de Constantino: “A nosotros cumple sólo decir que tuvo en todas ellas más que medianos conocimientos, que se aplicó mucho a la teología y a las sagradas Letras y que escribía con mucha pureza, propiedad y energía la lengua castellana, no siendo indigno a veces de compararse con nuestros buenos ascéticos. Pero Dios le había concedido, sobre todo, el don de la elocuencia, de que tan funesto uso había de hacer después”. Sin embargo de sus sermones no se conserva nada escrito, siendo lo más parecido la
Confesión del Pecador, “hermoso trozo de elocuencia ascética y prueba la mas señalada del ingenio de Constantino” “Es -dirá Menéndez y Pelayo- el mejor trozo que he leído de nuestros místicos protestantes”
La verdad es que lo de “místicos” en el protestantismo español, está por demostrar. Ni el mismo Valdés, al que le han etiquetado de místico, tiene en el dolor, la angustia, la amargura, y la meditación en los sufrimientos de Cristo, la fuente de inspiración y devoción religiosa. Ni es la divinización del alma, mediante ejercicios ascéticos o “dejamiento” o iluminación, o “transponimientos”o emociones y sentimientos, sino que la Escritura toma su puesto para enseñar, redargüir e instruir en justicia. Por eso la misma elocuencia de Constantino, no está en el artificio de la oratoria, sino en el desarrollo del conocimiento de la Biblia. Veamos este trozo de la Confesión del Pecador donde además de elocuencia hay también exégesis bíblica.
“Si me preguntáis, Dios mío, quien soy; no podré yo responder, que soy de los hijos de Israel, del linaje de Abraham, escogido para ser vuestro. Mi raíz, Señor, es de la tierra de Canaán: mi padre es Amorreo y mi madre Hetea. Soy de los que afearon las obras de vuestras manos: de los que en grande manera provocaron vuestra ira: de los que olvidados de vuestros Beneficios, se quisieron alzar con ellos, sin amar vuestra bondad, sin temer vuestra justicia, de los que adoraron sus deleites, sus soberbias y desvergüenzas: de los que siguieron Demonios y les consagraron sus ánimas y les pidieron favor para sus deseos. No sé, otros hombres con quien compararme, sino aquellos a quien, Vos, sentenciasteis por tales y cuyas obras, yo se que seguí: pues di a mis apetitos y malas codicias, y a quien los favoreciese; la obediencia y la reverencia que se debía dar a Vos solo. A los otros falsos dioses, fingidos y reverenciados en mis pecados y en mis codicias, daba yo lo cierto de mi corazón; a Vos que solo sois verdadero Dios y solo mi Dios, daba lo falso y lo mentiroso. A ellos llamaba de verdad a Vos llamaba de burla.”
Como dirá María Paz Aspe(1), “podría decirse que la vida del Dr. Constantino representa como en síntesis, el mundo religioso del siglo XVI. Las noticias de la vida de Constantino Ponce de la Fuente están envueltas en contradicciones y oscuridades. Se desconoce su testimonio personal acerca de si mismo. Su obra “Confesión de un pecador” aunque escrita al modo autobiográfico, mantiene un tono de distante objetividad”
1) Conferencia “Constantino Ponce de la Fuente, escritor “evangelista” del siglo XVI” María Paz Aspe
Si quieres comentar o