Había preparado y terminado en 1847, Adolfo de Castro, una
Historia del Protestantismo en España pero más tarde la arregló y amplió, para publicar en Cádiz, el año 1851, la
Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II. Si bien es cierto que Castro ya conoce la obra de M`Crie(2) en la que este tenía como base las obras de Pellicer y Llorente y que había publicado en Edimburgo en 1829, sus investigaciones son personales y nacen de un verdadero convencimiento de la atroz injusticia cometida con la Reforma en España.
Adolfo de Castro era un gran conocedor del siglo XVI, de manera que podía escribir en castellano antiguo como cualquier literato del siglo de Oro, pero también era un investigador apasionado que se atrevió a decir, por ejemplo, que el príncipe Carlos era protestante y por eso, y otras causas más, lo mataron despiadadamente por órdenes de su padre Felipe II.
Sobre todo lo que destaca en esta obra es el canto a la libertad de cualquier esfera humana y la lucha por la injusticia y la depravación humana manifestada contra los inocentes. “No escribo historia de guerras: no de tumultos o rebeliones populares: no de casos prósperos o adversos a las armas españolas: no de paces sin fruto….sino de bárbaras acciones, de crueles tormentos y castigos: de suplicios de fuego: de familias condenadas a la deshonra y al vituperio: de caballeros, de eclesiásticos y de plebeyos, personas de gran ciencia y virtudes, cubiertos de infamia, perseguidos y forzados a procurar la salvación de sus vidas en tierras donde la libertad protegía a los que en ellas buscaban abrigo, maltratados por la enemiga fortuna y la intolerancia de los tiranos”. Como dirá Menéndez y Pelayo, en este libro de su “respetable amigo “hay erudición grande, crítica en muchas partes atinada e investigaciones históricas curiosísimas”
Castro también defiende la tesis de Mac Crie de que la Reforma en España, aunque corta en el tiempo, fue un movimiento religioso de tal fuerza que puede considerarse el más importante de toda Europa, no solo porque las ideas reformistas habían afectado a los intelectuales y hombres importantes de la nación, sino porque la difusión de la Reforma cayó en un terreno (alumbrados, erasmistas y reformistas) sumamente preparado. Usará la frase de Gonzalo de Illescas para describir el nivel moral y espiritual de de estas gentes: “Solían en otros tiempos salir a los cadalsos y tener los San Benitos en las iglesias gentes viles y de ruyn casta; pero en estos años postreros avemos visto las cárceles y los cadalsos y aún las hogueras pobladas de lustre (y aún lo que es mas de llorar) de ilustres y de personas que al parecer del mundo, en letras y en virtud, hacían ventaja muy grande a otros”
Por el contrario de Castro describe un estado espiritual deplorable en la gente común y especialmente en el clero. No deja ningún calificativo con el que se pueda denigrar mas la institución religiosa de Roma, con sus Papas al frente. Desde el siglo XIV las voces no podían ser más claras. Desde López de Ayala el viejo, el Arcipreste de Hita, Fray Francisco de Osuna, Fray Pablo de León y hasta el protestante Cristobal de Villalón, fundamentalmente los eclesiásticos y la corte romana habían convertido la casa de Dios en cueva de ladrones. Villalón dirá en su libro
“Provechoso tratado de cambios” algo sobre los arrendamientos de los bienes de los obispados: “En todo esto usan los arrendatarios al revés porque como tiranos, nunca tienen respeto a la miseria del pueblo christiano y de los súbditos y feligreses; pues aunque claro vean destruyrlos y necesitarlos, les sacan sus réditos con vejaciones y censuras y costas en tanta manera, que en otro año no queda oveja que sufra pastor y ansi le huye como tirano”
Otra de las cuetiones mas originales de la obra de Adolfo de Castro es la investigación de la muerte del pricipe Carlos de Austria a manos de su padre Felipe II. Los historiadores actuales moderan y suavizan en mucho la figura de Felipe II y de manera parecida difuminan la Reforma en España, pero no es así en Castro. El desmonta los celos de Carlos por haberse casado Felipe II con su prometida, porque Carlos no podía a esa edad estar celoso. A partir de este hecho se monta una trama de constante agravio al rey por parte de Carlos y las enfermedades de este y su mal carácter harán que se vayan añandiendo enemigos a la causa del rey, el mas poderoso de entonces.
Pero Castro añade que las causas primeras no eran los celos, sino que Carlos era protestante. Cuando el rey había abandonado los Países Bajos, había dejado a sus órdenes a la Duquesa de Parma, a Guillermo Nassau, a Lamoral de Egmont, etc y a otros varones belgas insignes pero que “todos eran protestantes, aunque en sus acciones exteriores manifestaban lo contrario”. En ausencia del rey no se oponían a que cada cual guardase en su pecho la religión que quisiera”. Cuando en los Países Bajos empiezan las revueltas, solo el principe Carlos puede resolver ese asunto y esto crea en Felipe II un adversario temido. La correspondencia de Egmont con el príncipe, le delata como partidario protestante y por tanto enemigo de Felipe II. El cardenal Espinosa diría al Nuncio Rossano que la causa de Carlos era “dañosa para la conservación de la fe” ¿Cómo un encarcelado como Carlos podía ser un peligro para la fe?
En la obra del poeta alemán Schiller
El Príncipe don Carlos se mantiene que Carlos era protestante y Sir James Machintost en su
Historia de la revolución de 1688 afirmó en la cámara de los comunes, que “no hay un solo rey católico en Europa que no desee destruir hasta el último protestante sin respetar ni aún a su propia familia, del mismo modo que el gallardo príncipe don Carlos fue bárbaramente entregado a la Inquisición por el amo feroz del feroz Alba, no por amor a la reina, como dicen los papistas, sino por su devoción a la reforma como puedo probarlo…” No puedo por menos que terminar con una de las floridas pero sangrantes frases de Adolfo de Castro: “La calumnia, armanda del vituperio, siempre hace de la infamia del oprimido, inicua lisonja de los opresores; siempre hace del vencimeinto, aunque sea heroíco trofeo inicuo de la ruin victoria por bajos medios adquirida. En labios de aquellos que pretendan descubrir la verdad ante el mundo en contradicción de los malos, marchitas quedarán las flores de la elocuencia: rosas de suavísimo aroma que no ocultan entre sus verdes hojas la menor espina...”
1) Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II, de Adolfo de Castro
2) History of reformation in Spain por Mac Crie
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