El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Entendemos la vida llena de complicidad y entrega, guiño tras guiño, suspiro tras suspiro que, como pasos ardientes, nos caminan y nos marcan.
En la vida, cuando hay que llorar se llora, y cuando el ánimo conduce a la risa, al canto y la diversión, se disfruta.
Pensar que en los conflictos, en este caso eclesiales, Dios va a estar a mi favor, es un error fatal. Ni siquiera conocemos nuestras egoístas miserias a la hora de pedir.
Una crítica al libro 'Edificando iglesias sanas', de Jonathan Leeman (IX Marks).
En ocasiones los que dan se niegan a obtener y esta falta de humildad crea distorsión en el mensaje del evangelio.
No hay amor en este concepto y consentir es menospreciar la obra del Señor.
Juzgamos a los demás respecto de nosotros mismos como si poseyésemos galones de poder.
En la oración somos nosotros los que recibimos, los que salimos más beneficiados, no Dios.
Tan bien se sentían y tan contentas las veía el pastor que no se le pasaba por la cabeza ese cambio de roles que se había producido si se contrastaba aquel comportamiento con lo que estaba previsto en el evangelio.
Una vez más me recreo al pasear por el Evangelio según Lucas y me detengo en el relato que nos habla del nacimiento de Jesús. Me acojo al zoom que me lleva a imaginar los detalles que pudieran completar los hechos.
Reconciliémonos. Fundámonos en un abrazo eterno con forma de nido para que la llama de nuestra amistad no deje de arder.
Para el buen cuidador, cuando una oveja desaparece, el motivo no importa.
Podrían aprender y enseñar más del evangelio ya que con sus equivocados actos desorientan al prójimo inmaduro que se acostumbra a vivir en ese seudoevangelio.
No es lo mismo ser un hombre empático que ser un hombre compasivo. Se puede ser empático y no ser compasivo.
Verdes aún y sin conocimiento del esfuerzo que conduce a la madurez, creyéronse preparadas para seducir.
¿No será más importante, sea quien sea el necesitado, seamos quienes seamos nosotros, aportar nuestra ayuda sin que nuestra procedencia o posición deje su primordial impronta como hecho principal?
A las mujeres que aún conservan sus fuerzas.
Existen señales más hondas, más íntimas, que regulan el buen funcionamiento del tráfico cardíaco correspondiente a la felicidad y el amor, no podemos obviarlas.
Estos planes ejercidos por algunos responsables me conduce a pensar en connotaciones sectarias.
Nos encontramos ante un gravísimo problema cuya raíz estamos tratando de ocultar para no tener que aceptar que estamos implicados hasta el cuello.
Aún miran al cielo, pero ya sin esperanza, porque recuerdan el sufrimiento de tal modo que huyen de los sembradores sin remordimientos que las condenaron.
¿Cómo podemos ser sal si andamos metidos en estos falsos conceptos?
Para salvarnos no necesitamos las obras pero la sociedad necesita de ellas para mejorarse. Cambiemos nosotros.
El sello identificativo, al no ser apropiado ni natural para el espíritu, aprieta y ahoga. Las costuras terminan dañando.
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