El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Dios es quien nos mueve; no obstante, debemos reflexionar sobre dónde seremos más fructíferos para la obra y dónde estaremos mejor reguardados en Dios para su honra y su gloria.
Según esa teología, la fe no es un acto teocéntrico de nuestra voluntad, la simple confianza en Dios, sino una fuerza espiritual antropocéntrica. Sin embargo, cualquier teología que reduce la fe a ser una simple herramienta para ganancias materiales es inadecuada y herética.
De alguna manera, en los temas proféticos, en Jesús y en gran parte del pensamiento bíblico, el culto no es posible ni agradable a Dios si antes no estamos en líneas de práctica de justicia y de misericordia con el prójimo.
El nominalismo cubre una extensa gama de expresiones ‘cristianas’ que van desde una ‘doble vida’ basada en el interés meramente personal, a otras que pueden definirse como ‘fanatismo religioso’.
Mientras el «cristiano buzo» solo busca a Dios esporádicamente para conseguir algún beneficio personal, el cristiano genuino permanece en Él.
La integridad es asunto muy difícil porque no estamos hablando solo de nuestra vida financiera, social o familiar, sino que también incluye todo lo espiritual.
La tentación, la maldad, la hipocresía, la corrupción, la inseguridad, el temor pueden asediarnos, pero de ellos sólo nos librará Jesús.
El ser humano observante de aquella desgracia vecinal, hubiera preferido que aquella familia jamás hubiese levantado la cabeza.
Juzgamos a los demás respecto de nosotros mismos como si poseyésemos galones de poder.
No se puede orar si no estamos reconciliados con el prójimo. La oración y el menosprecio al otro, son incompatibles.
La brillante y reveladora película de Alberto Rodíguez describe el trayecto vital de gente que ha hecho del chanchullo su guarida y hasta su razón de ser.
El sello identificativo, al no ser apropiado ni natural para el espíritu, aprieta y ahoga. Las costuras terminan dañando.
Jesús lo advirtió: hay pequeñas actitudes o motivaciones que entran en la vida para dominarnos.
Eso es un crucero: un escaparate con caramelos apetitosos que, cuando se prueban, son empalagosos como los que crujen por el suelo en la noche de Reyes: mucho color, pero casi todo azúcar.
Yo no sé qué “cara” te ha dado la vida, pero sí sé cual puede ser tu rostro ahora mismo.
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