Vemos a un Jesús expulsado, no recibido y no creído que se admira de la falta de fe de las gentes de su pueblo.

De los auténticos seguidores de Jesús, nunca se podrá decir que, estando abiertos a la luz de Dios y arrobados por ello, queden cegados ante lo humano.

 No se puede ser ciego para el hombre y creer que estamos solamente contemplando la gloria de Dios.

Me complace hacer conocer este texto de una poeta cristiana, presentado en Salamanca durante el X Encuentro Cristiano de Literatura.

En un mundo donde no se ve ni se escucha, una chica descubrirá lo que nunca había imaginado. Le llevará a un lugar sin retorno: el punto que tiene que alcanzar.